Chile: un camino para emular
Recientemente se anunció que Chile había entrado en la OECD, el club de países más desarrollados. Es el primer país sudamericano en acceder a tal lugar. En los índices de libertad económica, Chile ya sobrepasó a EE.UU. Transparencia Internacional también lo pone entre los primeros 20 países. Hace poco más de 3 décadas, Chile estaba inmerso en el caos del socialismo de Allende. Diarios cerrados, inflación galopante, expropiaciones que ya empezaban a afectar a la clase media. ¿Cómo fue posible este cambio?
Estudiando la trayectoria de muchos de los ministros recién nombrados por el presidente electo Sebastián Piñera podemos encontrar buena parte de la respuesta. No había todavía terminado el gobierno de Augusto Pinochet cuando un grupo de colaboradores de alto nivel de su gobierno, sabiendo que habían sido parte de una de las grandes transformaciones en la historia de la civilización, tenían la inquietud por continuar con su labor desde fuera del gobierno creando un instituto. Labor de estudio, labor sin fines de lucro, con ansias de ofrecer lo que aprendieron no solo a todos los chilenos, sino a toda gente de buena voluntad que solicite su experiencia. Hernán Büchi, quien ocupó varias carteras ministeriales, fue un impulsor clave. Cristián Larroulet fue el elegido como director ejecutivo de Libertad y Desarrollo (LyD).
Larroulet y otros colegas, sabiendo del rol que cumplieron algunos institutos de estudios públicos en las reformas encaradas por las administraciones de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, viajaron a Estados Unidos a absorber lecciones de cómo crear y hacer crecer a uno de estos institutos. Chile ya tenía el estupendo Centro de Estudios Públicos (CEP), dedicado más al análisis, discusión y publicación, que a la promoción de políticas concretas. LyD complementó el escenario de institutos chilenos.
Desde ese entonces pasaron veinte años. LyD se convirtió en el instituto de Latinoamérica que todos quieren emular, recibió cuantiosos premios por sus estupendos libros, acogió visitantes de la mayoría de los países latinoamericanos, pero también de China, Rusia, todos ansiosos de aprender. Vinieron a aprender no ideología sino las recetas de cómo solucionar problemas públicos con los incentivos y la labor del sector privado.
Hoy, además de Larroulet, otros ministros del gobierno entrante conectados con la familia de LyD incluyen a Juan Andrés Fontaine (economía), Joaquin Lavín (educación), y los más jóvenes Felipe Kast (planeamiento) y Ena von Baer (gobierno). Estos últimos con dos décadas menos de experiencia, pero con mucho más de dos décadas de futuro. No hay lugar aquí para mencionar a otros. LyD y CEP se beneficiaron de una tradición de más de medio siglo de universidades chilenas colaborando con sus pares en Chicago, Harvard y Columbia. Pero el mérito es de ellos y todos los chilenos, que a pesar de su diversa ideología aprendieron a trabajar en forma seria en la búsqueda de consensos.
Narrar esta historia de cómo cambiar un país necesitaría varios libros. Todos los que queremos colaborar a construir economías y sociedades más sanas, tenemos una gran deuda con estos “think tankers” chilenos. Un país como Panamá, que ya tiene institutos como Fundación Libertad, sociedades intermedias, como APEDE, e institutos nacientes, como ISA, con objetivos similares a LyD, pueden seguir un camino similar a los centros chilenos para poder ofrecer nuevos horizontes de progreso y libertad a los panameños.
Alejandro Chafuén es Presidente de la Atlas Foundation For Economic reseach.
- 23 de julio, 2015
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