“El ‘ping-pong’ propició el encuentro entre Nixon y Mao”
En un mundo cada vez más transparente, aprender de los errores del pasado para no repetirlos con el riesgo de que se amplifiquen a la velocidad del sonido es una necesidad imperiosa. Más si cabe en el ámbito de la diplomacia. Por eso es muy útil, además de divertida, la lectura del último libro de Inocencio Arias. Que algo sabe de los entresijos de la escena internacional tras más de cuarenta años en la ‘carrera’.
-¿Hasta qué punto la trastienda de las relaciones internacionales puede cambiar el pulso de la Historia?
-La trastienda es importante porque contribuye a que un acontecimiento internacional salga bien o salga mal. Y ocurre que, aunque la trastienda se haya hecho bien, sigue saliendo mal, bien porque no se produce la química entre los personajes importantes, bien porque la situación sea tensa. Que los preparativos sean los adecuados influye en el buen éxito de la reunión.
-¿Cuál es, en su opinión, la anécdota o el detalle que más ha cambiado la Historia en los últimos tiempos?
-La partida de ping-pong entre una delegación norteamericana y una china en Tokio, donde participaban en un torneo internacional. Los chinos tenían prohibido hablar con los norteamericanos. En un momento dado, un jugador norteamericano, campeón juvenil de su país, se equivoca de autobús y se marcha con los chinos. Para los chinos fue un shock.
-¿Qué ocurrió?
-Los directivos no se atrevían a echarlo, pero tampoco a entablar conversación. Uno de los mejores jugadores chinos rompió el hielo y al bajar del autobús, la prensa no perdió la ocasión de fotografiarlos y de hablar de ello. Eso originó pensamientos en las ‘alturas’ y, como consecuencia, el equipo americano fue invitado por primera vez a jugar un torneo en China. De ahí surgió algo que cambió la historia del mundo: el encuentro entre Nixon y Mao.
-Fue en febrero de 1972 y no estuvo exento de complicaciones: Nixon quiso bajar solo del avión para ostentar, pero los chinos rebajaron el nivel de la visita.
-Nixon era un político denostado pero un gran conocedor de la situación internacional, y era consciente del impacto psicológico del ‘golpe’: después de 23 años, EEUU volvía a tener relaciones con el país más poblado de la Tierra. Lo montó todo de cara a su campaña electoral, de modo que hasta los acontecimientos más nimios fueran transmitidos a EEUU en la hora punta de la TV.
-Los chinos no lo veían así.
-Eso chocaba con unos chinos muy pagados de sí mismos, que admitían el principio de la visita, pero querían demostrar que eran una cultura superior y que no se doblegaban ante el imperialismo norteamericano. Hubo conatos de roces protocolarios que fueron superados. Y Mao también tenía interés en dar celos a la Unión Soviética, con la que mantenía malas relaciones.
-Algunos viajes de dignatarios extranjeros a España han permanecido en la retina. Por ejemplo, el de Eva Perón en julio 1947 con abrigo de piel.
-Ése lo recordamos bien los que nos estamos jubilando. Éramos niños y nos acordamos por la repercusión que tuvo en la prensa española, en el No-Do, tenemos la imagen de una señora atractiva, rutilante, carismática, que venía a España cuando no venía nadie. Se cambiaba de traje varias veces al día.
-El de Nicolae Ceaucescu en 1979.
-Era el primer dirigente de un país comunista invitado por la democracia española. Había desempeñado un papel mediador importante para que Carrillo aceptara la transición a la democracia. Trajo a un catador que probaba la comida antes que él para que no lo envenenaran, lo cual era una impertinencia y una grosería hacia sus anfitriones.
-También impartió doctrina.
-Lanzó una soflama sobre las virtudes del paraíso comunista a los trabajadores del Palacio de Aranjuez, donde se alojaba. Durante el almuerzo en La Moncloa con Adolfo Suárez, Elena Ceaucescu desapareció y la encontraron en el propio despacho de Suárez subiéndose las bragas. ¿Por qué se fue al despacho de Suárez si había muchos cuartos de baño?
-Pero ¿no se hacen informes previos sobre la personalidad de mandatarios extranjeros que visitan España?
-Se han hecho siempre. El de Ceaucescu decía que era un dictador y un déspota, pero, por razones de Estado, convenía invitarle.
-¿Por qué se previó todo para el entierro de Franco y nada para la proclamación del Rey?
-No se había previsto nada. La propia Reina se ha quejado de ello. Pero a pesar de todo salió bien.
-¿Quién se opuso a la presencia de la reina Federica, madre de doña Sofía, en la ceremonia?
-La Reina lo ha insinuado, pero no ha querido revelar el nombre. Pero alguien se opuso.
* Entrevista íntegra en el número 267 del semanario, desde el 5 de marzo en los quioscos.
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