Chile: un final feliz para la saga
Ríos de tinta se escribieron sobre cómo ayudar y no olvidar a Haití… y Haití está olvidado. Pareciera que se escribió para distraer. Se hicieron grandes cumbres políticas en Canadá (que pagamos todos, especialmente los pobres, por vía impositiva), y hasta algún ministro (¡señor mayor ya!) se dio el lujo de proponer tonterías como plantar árboles.
Se olvidaron de lo fundamental (¿habrá sido deliberado?): lo que ha destruido a Haití, no fue ninguna "catástrofe" natural, sino la violencia de algunos hombres, del Estado, que destruye e impide el desarrollo, precisamente, natural, espontáneo, de la vida.
A ver si nos entendemos. Los gobiernos hoy, al fin de cuentas, no son sino su capacidad militar y policial de reprimir para hacer cumplir un orden, establecido por los políticos (las "leyes"). Son el monopolio de la violencia que, suponemos, es justa.
Afirmación esta última, al menos, temeraria, porque al ser siempre destructiva, se justificaría, la "violencia justa", solo si pudiera destruir al mal. Pero resulta que los escolásticos decían que el mal no existe, contradiciendo, lamentablemente, al moderno filósofo Obama.
Por contar uno de los incontables incidentes, los supervivientes de Pentionville salieron a la calle para denunciar la corrupción de las autoridades. "Me estoy muriendo de hambre. Tienen toda la ayuda almacenada, no nos la dan", explicaba una haitiana por televisión.
Los esfuerzos de cantantes y artistas por reunir fondos contrastan con las irregularidades en la distribución de la asistencia monopolizada por la fuerza estatal. Desde la periferia del aeropuerto podían verse los cargamentos de alimentos, agua y medicamentos, custodiados por los soldados estadounidenses, algunos expuestos al sol y a la lluvia.
Buena parte de la mercadería enviada está a la venta en el mercado negro. Y el Ejecutivo haitiano ha decidido no distribuir entre los damnificados las carpas enviadas por los organismos humanitarios, para obligar a la población a salir de la ciudad.
"Hay una desesperación de hambre, de tristeza, de pena, de muerte y de dolor. No sabemos hasta cuándo estaremos así", sostuvo Renee Berlene Suffrin, sacerdote paúl.
Con tanta hambre y miseria, de reconstrucción ni hablar, sino que está demolida por la coacción estatal (el estatismo), que todo pretende controlar y que, consecuentemente, nada deja hacer.
En fuerte contraste, un terremoto cincuenta veces más poderoso, dicen, ocurrió en Chile. Sociedad, lejos de perfecta, pero donde la coerción del gobierno sobre las personas ha sido mucho menor, permitiendo una muy superior organización social y, obviamente, daños mucho menores.
Como consecuencia posterior, la ayuda de las personas pudo desarrollarse sin que el Estado impusiera monopolios en su distribución ni la coaccionara de ningún modo con "requisitos legales". El resultado fue asombroso.
Por caso, en sólo cuatro días, Caritas Chile, Un techo para Chile, y el Hogar de Cristo, entre otros, organizaron el Teletón buscando recaudar la friolera de 30 millones de dólares, ¡pero lograron 60! tras 25 horas de transmisión televisiva continua, con artistas como Juanes y Shakira, Los Jaivas y hasta Homero Simpson que alentó "¡Chile está de pie! Homero está con Chile, ¡Fuerza Chile!".
Obviamente, los políticos se subieron al triunfo de las personas, y la postal final mostró a los organizadores acompañados por la saliente presidenta Michelle Bachelet, y Sebastián Piñera, alzando la bandera chilena.
Para mejor, hoy Chile se llena de esperanza con la asunción del nuevo presidente. Lo que está por verse, de hecho Piñera, frente a los injustificables saqueos, tomó la decisión inversa: pedir mayor represión militar, solucionar un problema de violencia con más violencia.
Dios quiera que sea verdad, que entienda que bajar aún más el nivel de coerción sobre la sociedad implica liberar las naturales e infinitas fuerzas creadoras de las personas. Personas, por otro lado, que no nacieron para ser esclavas de ningún Estado, por mucha "democracia" que haya de por medio.
El autor es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute de Oakland, California.
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