España/Venezuela
Con habilidad y pragmatismo el gobierno español no ha permitido que el gobierno bolivariano se salga del cerco tendido por la Audiencia Nacional con su acostumbrado ritornelo de “soberanía e imperialismo”. Acorralado por la experimentada diplomacia pública ibérica, el presidente Chávez enfrenta uno de sus más serios desafíos.
Para el politólogo Joseph Nye, decano de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, autor del libro “Soft Power: The Means to Success in World Politics”, las modernas confrontaciones políticas se reducen a crear o destruir credibilidad. Los gobiernos compiten por credibilidad no sólo contra otros gobiernos sino contra otras instituciones, organizaciones civiles y medios de comunicación.
Es parte de la moderna concepción de “diplomacia pública”, entendida como una forma de influir en la formación de actitudes públicas y relaciones más allá de la diplomacia tradicional cultivando la opinión pública de otros países y generando un flujo de información e ideas.
Con frecuencia, como ocurre con el régimen bolivariano, la “diplomacia pública” se confunde con propaganda o con la “diplomacia de micrófono” a la que es más adicto el presidente Chávez.
Tradicionalmente se ha dicho que la información es poder, dice Nye, porque se trataba de un recurso escaso. Como resultado de la revolución de las comunicaciones la información es ahora tan abundante que el recurso más escaso es la “atención”. Esta situación en la cual la abundancia de información provoca escasez de atención es descrita por Nye como “la paradoja de la abundancia”.
Modernamente quien quiere usar el poder de la información debe estar primero en capacidad de llamar la “atención” para luego ganar la confianza. Cualquier desaprensivo lector podría inferir que la capacidad del presidente Chávez para llamar la atención debería proporcionarle influencia en la opinión pública internacional. Hubo un tiempo que, además de llamar la atención ganó la confianza de ciertos sectores. Desde hace algún tiempo llamar la atención es para el presidente Chávez un fin en sí mismo.
Reputación y diplomacia
Las acusaciones de armas de destrucción masiva le ofrecieron una ventaja táctica a EE UU para justificar ante la opinión pública la invasión a Irak. La revelación posterior de su falsedad, destruyó irremediablemente la credibilidad nacional e internacional de los gobiernos de George W. Bush y de Tony Blair.
Con los autos de la Audiencia Nacional española de los cuales se desprenden serios indicios que vinculan al gobierno bolivariano con las FARC y ETA, el presidente Chávez enfrenta a uno de sus más serios desafíos a su menguada credibilidad. El gobierno bolivariano no parece observar la conocida máxima que aconseja que si bien es posible engañar a algunos todo el tiempo y a todos por un tiempo, no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Contrariamente a la debilidad que algunos analistas le atribuyen a Rodríguez Zapatero frente a Chávez, en esta controversia, el gobierno español ha demostrado su experiencia en el uso de la diplomacia pública para enfrentar el terrorismo. El gobierno español ha conducido el caso con gran pragmatismo al no permitir que el presidente Chávez se salga de la suerte para no ofrecer “explicaciones” acudiendo a su ritornelo favorito de “soberanía e imperialismo”.
El líder bolivariano intentó de nuevo escapar del redil con las ofensivas declaraciones de Maduro sobre la “mafia de Aznar”. Rodríguez Zapatero tampoco cayó en la trampa de reaccionar congelando las relaciones como reclamó el PP y como le habría servido al propio gobierno bolivariano. Difícilmente podrá evitar responder los autos de la Audiencia Nacional que ya recibió o cancelar la visita a Caracas del veterano Francisco Javier Velásquez, director de la Policía y Guardia Civil española.
Esta visita será clave para poner a prueba la zamarra declaración de Moratinos, que ha despertado algunas sonrisas, en la cual da seguridades de la “voluntad absoluta” de Chávez “de acompañar el esfuerzo que hace el Gobierno español para erradicar, combatir y vencer a ETA“. Una hábil diplomacia pública en acción de quien sólo se ha esperado desatinos.
En estas circunstancias es dable que el presidente Chávez acuda a una acción desesperada y riesgosa para eludir el cerco que le han tendido los españoles y evitar verse en el difícil predicamento que él mismo anticipó con razonable temor. La posibilidad de que la Audiencia Nacional promueva un auto de detención o el enjuiciamiento ante la Corte Penal Internacional.
Aunque sea… ¡por joder hombre, por joder! Como suelen decir los españoles.
- 31 de octubre, 2006
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