De la nariz
El País, Montevideo
Mientras en Uruguay se celebraba el 25º aniversario de la liberación de los presos políticos, José Mujica intentaba justificar en Cochabamba la actual represión del castrismo contra los disidentes cubanos. ¡Paradoja! Lo que era malo en el Uruguay dictatorial hoy es bueno en la Cuba totalitaria. Lo que era condenable en el general Gregorio Álvarez es un surtidor de excusas cuando se trata del general Raúl Castro.
Es una lástima que dos semanas después de leer su discurso inaugural en el Parlamento, el nuevo presidente de Uruguay empiece a borrarlo con el codo. Aquellas hermosas palabras sobre la necesidad de respetar las garantías democráticas las pronunció, por lo visto, pensando en nuestro país, pero no en otros, como si los principios políticos se travistieran apenas cruzar las fronteras nacionales.
Se entiende que la izquierda asumiera alguna vez su deuda histórica con la revolución cubana, deuda aún mayor cuando concierne a tupamaros y radicales que empuñaron las armas bajo la inspiración -y la ayuda material- del castrismo. Lo incomprensible es que medio siglo después todavía se sientan deudores de Fidel y defiendan al gobierno autoritario, militarista y violador de los derechos humanos eternizado en la isla caribeña.
El respaldo a la revolución cubana suele usarse como elemento de conjunción en el FA, un punto de confluencia de sus variadas corrientes al cual recurren de tanto en tanto sus líderes para confirmar la ortodoxia izquierdista de su pensamiento. Lo que acaba de hacer Mujica lo hizo Tabaré Vázquez tres años atrás cuando visitó Cuba y elogió a Fidel Castro, un saludo a la bandera dirigido a la "barrabrava" frentista, pero en contradicción frontal con la filosofía de su propio gobierno.
Es claro que esa solidaridad con la dinastía Castro está destinada a contentar a los sectores cavernícolas de la izquierda, ese grupito que cree que Cuba es el espejo en donde los uruguayos debemos mirarnos. Una minoría activa, gritona, que no representa a toda la izquierda aunque en este tema consigue llevar de la nariz al conjunto de la coalición que nos gobierna.
Por eso, lo extraño en el caso de Vázquez antes y en el de Mujica ahora es que nadie desde sus propias filas señale el garrafal error que supone adular una dictadura en su fase terminal. En contraste, por estos días la izquierda política y sindical de Brasil condena sin piedad a Lula por haber comparado a los presos de conciencia cubanos con los criminales de las cárceles paulistas. Sus propios compañeros recuerdan que, al igual que Orlando Zapata, Padilla y otros disidentes cubanos, Lula hizo huelga de hambre contra una dictadura.
Mientras, aquí en nuestro país los seguidores de Mujica -como los de Vázquez en su hora- guardan silencio ante esta muestra de complicidad con un gobierno totalitario. En el Parlamento, en la casa de las libertades, el Frente Amplio ya boicoteó una declaración de condena a la muerte de Zapata. Quizás los legisladores de izquierda tengan pronto otra ocasión de manifestarse sobre los presos políticos cubanos.
¿Osarán desafiar a la "barrabrava" procastrista o se dejarán llevar otra vez de la nariz?
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