Libertad o seguridad
El otro día me preguntó un estudiante por qué parecía que la gente parecía preferir la seguridad, no en el sentido de menos delincuencia sino en el sentido de más gasto social, a la libertad.
En el momento le respondí al estudiante que la gente no se da cuenta de que lo que pide está minando su libertad y que a largo plazo pararán con mayores intervenciones por parte del Gobierno indicándole a cada uno qué debe hacer y qué no. Esto también implica mayores contribuciones en impuestos para poder pagar al aparato estatal toda esa carga “social” a cargo del presupuesto central.
Me quedé con la inquietud de la pregunta y me acordé de un magnífico libro que el profesor Rafael Termes escribió con motivo de su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Económicas u Financieras de España. El libro se llama El poder creador del riesgo y en él hace una crítica muy fuerte a todos estos sistemas de seguridad porque con sus políticas e instrumentos empleados minan de manera continua el espíritu natural del ser humano de asumir el riesgo y la responsabilidad que el mismo conlleva, volviéndose así un creador de riqueza y de niveles más altos de bienestar personal.
El profesor Termes afirma que el riesgo, característica inherente a la libertad, hace que el ser humano tenga un inmenso poder creador, favorece la innovación y el progreso, las aventuras empresariales, mediante la cual intenta maximizar su propio beneficio y al hacerlo contribuye a mejorar el de la sociedad.
Por otro lado, afirma que “la seguridad de tener cubiertos, sin esfuerzo, todos los aspectos de la vida produce el desinterés e inhibe la contribución del individuo al desarrollo de la sociedad, lo que conduce a estructuras cada vez más ineficaces y anquilosadas”.
Las personas que son dejadas en libertad para alcanzar sus propios fines se vuelven más responsables, pues saben que corren el riesgo de obtener grandes beneficios si aciertan en sus proyectos, pero también saben que pueden perder sus bienes en las decisiones en que se equivocaron. Así, las sociedades con actitudes favorables al riesgo, a la libertad y responsabilidad de las personas, logran por la persuasión y voluntariamente un mayor bienestar para sí mismas y los demás, son sociedades que admiran a los que se superan y hacen dinero.
Al contrario, aquellas sociedades cuyas actitudes siempre consisten en atacar a los que se enriquecen, a los que se superan y ven con recelo, envidia y vergüenza a cualquiera que sobresalga en la sociedad son las que se vuelven más intervencionistas y pretenden que por la coerción se logren los mínimos de seguridad renunciando a un mayor bienestar si adoptara una actitud más positiva.
Toda esta reflexión condensada en estos pocos párrafos me lleva a preguntarnos en qué sociedad queremos estar, ¿en una próspera donde cada día los pobres sean menos y tengan la oportunidad de alcanzar sus sueños a través de asumir sus propios riesgos, o en una donde los sueños de un mayor bienestar se quedan en un mínimo que ni siquiera alcanza para todos, debido a que el sistema es coercitivo y da a cada quien lo que alcanza, condenando así a todos a la pobreza más aberrante y humillante que uno se pueda imaginar?
Sólo las sociedades que han aceptado la libertad y el libre mercado dentro de un verdadero Estado de Derecho han logrado disminuir la pobreza y alcanzar mayores niveles de bienestar para cada uno de sus ciudadanos.
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