No culpemos a Lula
Según mis datos, en el estado de San Pablo (Brasil) viven 42 millones de personas. No sería exagerado estimar que en sus cárceles debe haber decenas y decenas de miles de seres pagando sus delitos. Se trata de homicidas, ladrones, rateros, violadores, pederastas, proxenetas, traficantes de drogas, de armas, de niños, de mujeres. No se sabe ni nadie ha denunciado que haya presos políticos o de conciencia.
Sin embargo, según Luiz Inácio “Lula” Da Silva, cualquiera de esos delincuentes mañana puede transformarse en Mandela, o dicho de otra forma, para el presidente de Brasil, el líder sudafricano, cuando estaba preso por ser negro, por luchar por la libertad y contra la discriminación racial, no se diferenciaba en nada de cualquiera de los presos de las cárceles de San Pablo.
Habría que investigar qué pensaba y decía Lula de los miembros de las FARC presos en las cárceles colombianas, sobre todo en la época en que recibía a sus representantes en el Foro de San Pablo, o de su gran amigo Hugo Chávez cuando estuvo preso en Venezuela. En lo que hace a los disidentes cubanos presos, Lula ha dicho -léase y óigase bien- que no puede “cuestionar las razones por las cuales Cuba los detuvo, como tampoco quiero que Cuba cuestione las razones por la cuales hay personas presas en Brasil”. No es broma, es lo que dijo. Y eso que los disidentes presos por el castrismo jamás mataron, no robaron, no secuestraron, no pusieron bombas ni cometieron ningún acto terrorista y no se asociaron con narcotraficantes como los colombianos ni intentaron ni uno ni dos golpes de estado como el comandante Chávez. Los cubanos se han limitado a pedir, pacíficamente, a través de una declaración, libertad de expresión y que en la isla, tras más de 50 años de dictadura, haya alguna forma de apertura democrática.
También dijo Lula que hay que “respetar la determinación de la justicia y el Gobierno cubano de detener a las personas en función de la legislación de Cuba…” No es broma, eso también lo dijo. Para Lula los límites a los derechos humanos y ciudadanos los fijan Fidel y Raúl en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador, Ahmadinejad en Irán, Morales en Bolivia, y otros mandamás de países (Corea del Norte, China , el Congo, etc.) con los que Lula y Brasil o bien coinciden ideológicamente o hacen buenos negocios. En particular esto último.
Y nadie debería sorprenderse por esta tesis de Lula. Durante su gobierno ha puesto trabas y ha maniobrado para frenar todo intento por revisar e investigar las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar brasileña. A lo más Lula dice que no se puede hablar de víctimas sino, en todo caso, de héroes, en referencia a los desaparecidos o que estuvieron presos y fueron torturados en aquella época. Eso es, no hubo víctimas y en consecuencias no hubo victimarios, ni perseguidores, ni asesinos, ni torturadores, y a otra cosa.
Y mientras tanto Brasil crece y se expande. Lula es coherente y funcional a la política de Itamaratí, de las FFAA y del poder económico brasileño. Lo concreto, por dar un ejemplo de las conquistas regionales, es que Brasil le vende armas, aviones y de todo a Venezuela y las empresas brasileña hacen pingues negocios en tierras bolivarianas. Además ha conseguido que Brasil sea la sede del Mundial de Futbol y de las Olimpíadas, y los mayores inversionistas, empresarios y capitalistas del mundo lo aplauden, en Davos lo aman y hasta se lo ve como el próximo secretario general de la ONU, lo que sería un nuevo triunfo para Brasil. Eso sí, no sería bueno para los derechos humanos, como está comprobado, pero Lula cumple con su tarea y si lo eligen ¿qué culpa tiene?
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