Carlos ya no llegará a mi clase
El año 2010 lo inicié con 78 alumnos. Hablo de los jóvenes que, distribuidos en dos secciones, toman conmigo la materia Realidad Empresarial Nacional III (REN III), correspondiente al cuarto año de la carrera de Economía y Negocios de la ESEN.
Uno de esos chicos era Carlos Ayala, quien el domingo 14 de marzo, a plena luz del día, fue asesinado a mansalva cuando volvía de un paseo en Juayúa.
Apenas unos días antes, el viernes 5 de marzo, Carlos había sido uno de los pocos muchachos en alcanzar la máxima calificación posible en el primero de los parciales con que los evalúo: su nota fue 100 puntos. Ese registro quedará para siempre en mi computadora.
El viernes 12 de marzo, horas antes de la balacera que terminaría con su vida, Carlos escuchó una conferencia de la directora ejecutiva de ABANSA, quien gentilmente había llegado a la clase como invitada para hablarnos sobre la actualidad del sector bancario.
El joven estudiante, que respondía de forma responsable a la oportunidad de forjarse un futuro que le habían dado sus padres (a quienes tristemente conocí en la vela), ignoraba que ya no le serviría estar informado sobre la solvencia y la liquidez del sistema bancario, o sobre la evolución de las tasas de interés. La barbarie estaba a punto de ganarle, en su caso personal, a la civilización.
Lo recuerdo bien porque cuando tomé lista en la primera clase, hace dos meses, intentando asociar nombres con caras, el futbolero empedernido que llevo en el alma me hizo decirle "Ayala, igual que el Ratón". Carlos sonrió porque sabía del "Ratón" Ayala. En todo caso, mi acento tanguero disipaba cualquier duda: hablaba del defensa argentino que volaba en cada salto.
A partir de ahora hay otro Ayala volando, mucho más alto que el "Ratón". Es mi alumno cuscatleco que nos observa desde arriba, y en cuya memoria debemos trabajar para construir una sociedad mejor. Con más civilización y menos barbarie.
Pero si bien "trabajar para construir una sociedad mejor" es tarea de todos, la función de "combatir la delincuencia" le corresponde puntual y específicamente al Estado, que para ello tiene el monopolio del uso de la fuerza pública. No nos confundamos.
No es un tema ideológico. Se trate de la socialista Suecia o de los Estados Unidos, combatir la delincuencia dentro de la ley no les impide a las sociedades avanzadas hacerlo con absoluta firmeza.
En el primer mundo sería inimaginable la toma de una universidad pública por parte de un grupo de encapuchados. ¿Los latinoamericanos lo toleramos porque somos pobres? Al contrario, somos pobres porque lo toleramos.
Modelos a considerar existen. La política de seguridad conocida como "tolerancia cero", impulsada en 1994 por el entonces alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, se basó en pocas medidas simples: énfasis en la prevención, multiplicación de la presencia policial en las calles, y reestablecimiento del vínculo entre policía y comunidad.
Como apoyo al modelo había un elemento fundamental: el Compstat, un sistema informático que procesaba datos en tiempo real, alimentado por los propios agentes policiales.
Además, se persiguieron contravenciones aparentemente menores, tales como pintar graffitis o beber alcohol en la vía pública. La conveniencia de hacerlo se basó en la teoría de las "ventanas rotas" del profesor Wilson, de la Universidad de Harvard, según la cual si en un edificio abandonado hay una ventana rota no faltará quién rompa las demás. En El Salvador hay muchas "ventanas rotas", como usted bien sabe.
¿Funcionaría aquí ese modelo? Los expertos sabrán. Pero es falso que no existan soluciones posibles. Tampoco en esto hay que dejarse confundir.
Carlos Ayala no murió por enfermedad física alguna. La única enferma es la sociedad en que le tocó vivir una existencia demasiado breve. El Estado, independientemente del gobierno que lo esté administrando, tiene que comenzar por hacer su parte. Mientras tanto, al año 2010 deberé seguirlo con 77 alumnos.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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