Lula y el peso de las amistades
Sao Paulo. – Cuando de la cumbre de Londres del G20, hace casi un año, el presidente Barack Obama se acercó de su colega brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, comentó que Lula era el presidente más popular del planeta y decretó: “You are my man”.
La comitiva brasileña festejó la frase como se fuera la consagración de Lula como líder universal. El presidente, mucho más realista que los cortesanos que siempre alaban el “rey”, prefirió una explicación sencilla: la broma de Obama se debía al hecho de que Lula siempre trata sus “compañeros” presidentes con cariño.
De hecho, es así: para Lula es igual que su interlocutor se llame Hugo Chávez, el complicado presidente de Venezuela, o Álvaro Uribe, el derechista presidente de Colombia, en permanente conflicto con Chávez.
Fue lo mismo, para Lula, que gobernara España el conservador José María Aznar como lo es que gobierne ahora el socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Les trata a los dos como “compañeros”.
De hecho, trata como “más compañero” todavía al rey de España, don Juan Carlos, que devuelve el cariño cada vez que se encuentra con el presidente de Brasil.
Lula es así: quiere tener “un millón de amigos”, como dice una canción de Roberto Carlos, el más célebre de los cantantes brasileños.
Pero, a medida que Brasil se vuelve más importante en la escena internacional, las amistades de Lula empiezan a pesar.
Tratar bien tanto a Chávez como a Uribe no le bastó para arreglar el más reciente conflicto entre los dos, por las bases colombianas que utilizará EEUU.
Tampoco le bastó para acercar a Uruguay y Argentina, que mantienen el diferendo sobre las papeleras que Uruguay permitió construir en la frontera con Argentina. Los Kirchner, Cristina ahora como antes Néstor, ni siquiera le hablaban a Tabaré Vázquez, que acaba de dejar la presidencia uruguaya, pese a que los tres son amigos de Lula.
Si tales amistades se han revelado improductivas para la diplomacia brasileña, ahora es peor: Lula recibió críticas hasta de la prensa internacional que le alababa como “my man”, tanto como Obama, por no haberse manifestado sobre la muerte del disidente cubano Orlando Zamora. Peor: condenó la huelga de hambre que llevó a Zamora a la muerte y comparó ese tipo de protesta con una eventual actitud similar de los delincuentes brasileños.
También son muchas las críticas a Lula por no apoyar sanciones a Irán. Algunas de las críticas exageran. Dicen que la diplomacia brasileña apoya el programa nuclear iraní, que las potencias occidentales consideran que tiene fines militares.
No es así. Lula ha dicho, una y mil veces, que Irán tiene el derecho de desarrollar la energía nuclear, siempre y cuando sea para fines pacíficos.
Pero Estados Unidos y sus aliados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas quieren más: quieren que Brasil se una “al frente internacional que se está formando contra el armamentismo de Irán”, como Lula escuchó directamente de la voz de Benjamin Netanyahu, el primer-ministro israelí, en su visita reciente a Israel.
Completó Netanyahu: "Usted [Lula] representa valores distintos. Ellos [los iraníes] aman a la muerte, Usted ama a la vida ". El coro incluyó pedidos para que Lula no legitime "las intenciones asesinas" de los gobernantes iraníes, como le dijo Reuven Rivlin, presidente del Parlamento israelí, en obvia alusión a la visita que Lula hará en mayo a Teherán
Pero el peso de las amistades sin distinción de lados se reveló también en relación al conflicto Israel/Palestinos. Tratando siempre de mantenerse lo más equidistante posible de las dos partes, la diplomacia brasileña fue comparativamente suave en la condena al anuncio de la construcción de 1.600 nuevas unidades habitacionales por Israel en territorios palestinos.
Mientras Itamaraty manifestaba “preocupación” por el anuncio, Hillary Clinton hablaba de “insulto” a los Estados Unidos y el secretario-general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, explicitaba que construcciones como esas – y todas las demás en territorios palestinos – son “ilegales”.
Lula no llegó a tanto ni siquiera en Ramallah, la capital teóricamente provisional de los palestinos.
El hecho es que el carácter amable del presidente brasileño le valió un prestigio internacional indudable, a diestra y a siniestra. Pero se acerca el momento en que mantener el prestigio y reforzar la presencia brasileña en la escena global exigirá elegir adversarios también, lo que es una forma de preservar aliados.
- 23 de julio, 2015
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