Tres socialistas
Libertad Digital, Madrid
He leído reflexiones interesantes de tres señoras de izquierdas. La escritora Isabel Allende publicó en El País un emocionado y bello artículo sobre su Chile natal, donde reconoció la espectacular reducción de la pobreza registrada en las últimas décadas. Presa, sin embargo, de la corrección política, encuentra un defecto: la falta de intervenciones políticas suficientes, porque las que ha habido "no han nivelado a la gente". Y ¿por qué hay que nivelar a la gente? Esto es un puro prejuicio, que simplemente declara, pero no demuestra, la necesidad de la coacción. A veces parece que si la pobreza del mundo desapareciera por completo pero los ricos se enriquecieran tanto que la desigualdad aumentase ¡habría que protestar!
La ministra Bibiana Aído, entrevistada en Negocio, sugirió que toda coacción política está justificada en aras de la igualdad, proclamó en la más clásica línea totalitaria la perversión de quienes la critican ("Hay un rechazo frontal de determinados sectores contra todo lo que suponga un avance en derechos sociales"), y afirmó, plena de corrección política: "Las sociedades más igualitarias son las más productivas"; vamos que Cuba es más productiva que Estados Unidos.
Pero la más izquierdista de las tres es Ángeles Olano, diputada del PP en el Parlamento de Cataluña y Portavoz de la Comisión de Economía. Dirá usted ¿cómo es posible que alguien del PP sea socialista? Pues vea.
Doña Ángeles escribió en Expansión sobre el fraude fiscal, y dijo que en la lucha contra el fraude hay que mirar hacia Europa, donde es clave "la colaboración de las Administraciones y los ciudadanos". Usted habría dicho que la clave es que allí pagan aún más impuestos que nosotros, y habría subrayado el misterio de la "colaboración" entre los ciudadanos y la coacción. Pero usted no es la señora Olano, que continuó: "los ciudadanos quieren… que se aborde el problema del fraude y que se haga de forma integral". Caramba, doña Ángeles, y yo que pensaba que lo que los ciudadanos quieren es pagar menos impuestos. Pues no, parece que lo que queremos es más coacción, y entonces la ilustre diputada cae rendida de admiración ante la OLAF, esa burocracia con nombre de vikingo que le encanta porque es grande y controladora, y por "el carácter multidisciplinar de sus investigadores, que proceden del ámbito policial, judicial, aduanero y financiero". Notable. Y por supuesto lo que le gusta no es que los impuestos bajen sino "la armonización fiscal".
Dicho esto, que ya es mucho, apunta que el fraude "no es otra cosa que la consecuencia de la pérdida del sentimiento de solidaridad". O sea que los que no pagan impuestos son insolidarios, y los que sí los pagamos somos solidarios. Curiosa tesis, doña Ángeles: ¿no se le ocurre a usted pensar que igual los que no pagan es porque pueden hacerlo y los que pagamos es porque no tenemos otra opción?
Una última perla: "Hemos de actuar contra el fraude en todas sus vertientes al tiempo, y sin dejar de practicar políticas que generen confianza del ciudadano en lo público". Claro, forzar a cada vez más gente a pagar cada vez más es, sin duda alguna, algo que genera confianza del ciudadano en lo público.
Cuánta razón tenía el viejo Hayek con su celebrado apotegma sobre "los socialistas de todos los partidos". Los y las socialistas, añado.
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