Ingeniería eco-social
Pocos ven las actuales políticas públicas sobre medio ambiente como perjudiciales, sino como un beneficio para todos. Tampoco creo que haya muchas personas que sospechen de los grupos ecologistas, identificados con la vigilancia y el cuidado de la naturaleza y sus ecosistemas. Sus mensajes y denuncias nos llegan a través de los eficientes altavoces de los medios de comunicación. Al fin y al cabo, quién en su sano juicio dudaría de una organización como Greenpeace cuyo objetivo es“proteger y defender el medio ambiente y la paz, interviniendo en diferentes puntos del Planeta donde se cometen atentados contra la Naturaleza”.
Pero detrás de la retórica ecologista existe un proceso intenso de ingeniería social que afecta a todos y cada uno de los ciudadanos que forman la sociedad. No estamos ante un proceso rápido, sino ante un intenso adoctrinamiento que lleva décadas funcionando machaconamente. Desde los años 60 y 70 del siglo XX, el peso de las organizaciones ecologistas ha ido ganando relevancia. Sus políticas medioambientales hoy son asumidas no sólo por los gobiernos, que crean organismos públicos (consejerías, ministerios, secretariados) para diseñarlas e implantarlas, sino por las empresas que difunden, apoyan e incluso se lucran con ellas.
El proceso tiene muchos frentes. La naturaleza sustituye al ser humano como objeto moral, sustituye incluso al colectivo, a la sociedad que propugna el socialismo. Nuestras necesidades son destructivas, egoístas y derrochadoras, nuestra propia existencia queda supeditada a la protección y la supervivencia de la Naturaleza, de la Madre Tierra, de Gaia. Es el único mandamiento de esta religión.
Así, Ecologistas en Acción asegura que “los problemas medioambientales tienen su origen en un modelo de producción y consumo cada vez más globalizado, del que derivan también otros problemas sociales, y que hay que transformar si se quiere evitar la crisis ecológica”. Esta naturaleza destructiva del ser humano es principio de trabajo para organizaciones de izquierdas que ven en el ecologismo una herramienta aceptable para sus objetivos particulares. Por ejemplo, la Fundación Ideas, think tank ligado al PSOE, nos indica en su informe: Un nuevo modelo energético para España que “el modelo energético actual es insostenible por su elevado nivel de consumo y de emisiones contaminantes, tal y como señala en sus informes la Agencia Internacional de la Energía. Se hace necesaria una reflexión por parte de la sociedad española y mundial que permita concebir un nuevo modelo energético orientado a garantizar el suministro de energía al mismo tiempo que se protege el medio ambiente”.
Como vemos, los grupos ecologistas o las organizaciones que hacen suyas sus ideas y dogmas nos avisan contra los peligros del capitalismo, de la libertad. Nos indican que el consumismo es nocivo, que los recursos están limitados, que no deben ser utilizados o que deben ser entregados a las generaciones futuras. Se inician campañas para limitar nuestro consumo energético, se crean “huellas ecológicas” y otras herramientas aparentemente científicas que miden el daño que hacemos los seres humanos al planeta simplemente por existir y vivir.
El cambio climático, el calentamiento global, el enfriamiento global, el incremento de los efectos meteorológicos extremos se convierten en justificaciones necesarias y suficientes para cualquier planificación centralizada. El ecologismo impregna la investigación científica y sirve como elemento necesario para destinar fondos a ciertos estudios y negárselos a otros. Escándalos como el Climagate, aunque les hacen daño, no les detienen, pues lo suyo es un ejercicio de propaganda machacona al que dedican año tras año buena parte de sus recursos financieros.
No hay nada que se interponga en sus objetivos, la mentira es una herramienta tan aceptable como cualquier otra si sirve para un objetivo más elevado. La acusación sin pruebas, la exageración o las medias verdades son frecuentes: peces mutantes en Garoña, efectos cancerígenos de las antenas de móviles, incremento de la temperatura global durante la última década, etc. La ciencia se transforma en dogmas y los que osan apostatar son tratados como parias, herejes o locos, como bien sabe Bjorn Longborn. La coacción es el medio, rara vez la argumentación y la defensa de sus teorías. De esa manera, la alianza con el Estado es necesaria, dada la naturaleza coactiva de este último. Éste, a su vez, obtiene una argumentación moral más para justificar sus acciones, ya no sólo es el bien común propio del socialismo, sino el del propio planeta.
Incluso surgen visiones más extremistas. La necesidad de la preservación del medio ambiente puede pasar por la del control de la propia población, no sólo por la limitación de la libertad. El mantra de que el ser humano es un plaga para el planeta se repite con frecuencia, incluso por aquellos que los propios ecologistas podrían ver como sus enemigos en el ámbito político. El vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, aseguró que el ser humano corre el riesgo de convertirse en “enla peor plaga que ha conocido el planeta Tierra”, defendiendo de esta manera “una nueva cultura del consumo, del reparto de recursos; del hombre sobre la tierra y en su relación con el medio ambiente”.
Si el hombre es una plaga para el planeta, ¿no debería tratársele como tal? Ya hay quien aconseja limitar el número de nacimientos, nuestros movimientos, recluirnos en guetos, que nuestros sistemas de producción vuelvan a sistemas más parecidos a los medievales de subsistencia, a la autarquía económica. ¿Cuándo surgirá algún grupo que se dedique al genocidio activo por el bien de la Madre Tierra? De momento, el ecoterrorismo es un movimiento que no se ha cobrado demasiadas víctimas, pero eso no quiere decir que sea inofensivo.
El concepto de sostenibilidad desembarca en todas las facetas de la sociedad. Se explica a nuestros hijos en las escuelas que el consumo, el comercio y el capitalismo son malos por naturaleza, que los recursos son limitados y deben ser racionados, que ciertas fuentes de energía son perjudiciales y otras claramente beneficiosas y que debemos ceder nuestra libertad a los que “saben” para que nos guíen. La sostenibilidad se hace política de empresa y se descubre la economía verde, algunas empresas viven de los impuestos y tasas que los políticos toman de los ciudadanos, mientras que otras dedican departamentos enteros a justificarse y disculparse ante la sociedad por su naturaleza nociva, a través de la RSC. La sostenibilidad impregna y justifican gastos públicos, costosas infraestructuras de dudosa utilidad o la ausencia de otras que deben esperar ya que algún elemento natural, alguna especie en peligro es más importante que las necesidades de las personas, o en el peor de los casos, que las vidas humanas.
Mucho han avanzado en estas últimas décadas. Ya no son esos locos verdes que se ponían irresponsablemente delante de los balleneros, ya no son esas víctimas de los servicios secretos franceses que hundieron el Rainbow Warrior en 1985, ni los que denuncian valientemente vertidos ilegales en ríos, mares o terraplenes. Sus amenazas y acciones violentas contra gobiernos, empresas u organizaciones que les hacen frente ya no se deben ignorar.
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