David contra Goliat
Raúl Castro nos quiere hacer creer que es aislado y oportunista el caso del periodista, psicólogo y disidente cubano Guillermo Fariñas. En realidad, es una pequeña pieza del trágico mosaico de la represión prolongada. Quienes sólo hemos experimentado ratos esporádicos de hambre nos admiramos frente a la dignidad que refleja la demacrada cara de Fariñas, luego de más de cuarenta días de huelga de hambre.
Fue otra huelga de hambre de 85 días, que cobró la vida a Orlando Zapata, la que impulsó a Fariñas a emprender su protesta. Zapata, un albañil de 42 años, fue encarcelado por “desacato”, y mediante diversas artimañas su sentencia se extendió de 3 a 25 años. Por su parte, Fariñas ya había hecho una fallida huelga de hambre años atrás para lograr el acceso generalizado al Internet. Esta vez, clama por la liberación de 28 prisioneros políticos enfermos, una fracción del estimado de 200 cubanos encarcelados por oponerse al régimen revolucionario.
Y aunque la prensa internacional se centre en Fariñas, no es el único que sigue los pasos de Zapata. Obrando independientemente, otros cuatro prisioneros que cumplen condenas de alrededor de 28 años han elegido el mismo controvertido camino. Estos cuatro fueron capturados y someramente juzgados junto con alrededor de 70 periodistas, sindicalistas y opositores del régimen castrista en la “Primavera Negra” de marzo del 2003, cuando la dictadura allanó más de cien casas para silenciar brutalmente una creciente disidencia. Las Damas de Blanco, que ahora resisten la tiranía con aplomo y que responsabilizan abiertamente al gobierno cubano por la muerte de Zapata, nacieron de esta concreta represión. Las primeras integrantes eran familiares de los presos políticos.
Juntos, los opositores lograron transparentar las contradicciones y mentiras del régimen dictatorial. No es lógico que Zapata, Fariñas y otros disidentes sean meros delincuentes comunes, y a la vez mercenarios de Estados Unidos o de Amnistía Internacional. Los Castro niegan que en Cuba existan prisioneros políticos, afirmación que fue desmentida hace décadas por el poderoso libro Contra toda esperanza, del ex prisionero Armando Valladares. Y a pesar de que ahora la presión es interna, de un pequeño David que enfrenta al Goliat, Raúl Castro recurre al desgastado escudo de la soberanía nacional, al punto de afirmar que prefiere ver aniquilada la nación que ceder a la injerencia internacional. Contrasta con este beligerante discurso, la clara redacción del sitio electrónico de las Damas de Blanco: la dictadura no tolera que unos piensen por su cuenta, expresen libremente sus ideas y se atrevan a soñar con una sociedad libre.
Aunque la huelga de hambre como medio me incomoda por motivos éticos, no puedo menos que reconocer el mérito de la causa, así como el decoro y la valentía de estos hombres. En Guatemala nos sentimos indefensos y achicopalados frente a la ola de violencia e inseguridad que vivimos, pero vemos cómo una persona decidida impacta sobre el clima socio-político nacional e internacional.
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