Economía, Estado y personas
Libertad Digital, Madrid
El filósofo y escritor Jordi Pigem apuntó en La Razón a un mundo nuevo y mejor, "un mundo postmaterialista donde consumir y competir pierdan el sentido, y la economía vuelva a estar al servicio de las personas", y añadió: "somos la única cultura que ha conseguido supeditarlo todo a la economía".
Cuando vemos nuestro mundo, donde los Estados alcanzan cotas inéditas de intervencionismo, cuando el gasto público supera el 40 % del PIB y las regulaciones se extienden por doquier, la pregunta es: ¿qué entiende el señor Pigem por "supeditarlo todo a la economía"? Si esto es la economía ¿qué será para él la política?
Si lo que quiere es un mundo sin consumo y sin competencia, es decir, un mundo sin propiedad privada y sin comercio, un mundo sin mercado, la alternativa es el socialismo, donde el consumo no tiene sentido porque no hay nada que consumir, y la competencia está limitada al afán por complacer al poder o eludir su represión.
Pensar que ese mundo, en el que los comunistas llevan cien millones de trabajadores asesinados, es un mundo plausible por ser postmaterialista es una locura. Y pensar que el comunismo, o el mundo primitivo al que tanto se parece, son elogiables porque allí la economía está al servicio de las personas, es tan absurdo que usted podrá preguntarse si se pueden soltar disparates mayores. Pues sí, se puede.
El diputado socialista José Andrés Torres Mora alertó en El País ante el peligro de la derecha, a la que sin base alguna denunció por ser exageradamente liberal y por proponer una internet libre, y concluyó: "La exclusión del Estado en internet no es diferente de la expulsión del Estado de las calles, de la salud o de la educación… Frente a la internet neoliberal, particularista, privada, habitada por vecinos, por idiotes, deberemos levantar una internet republicana, universalista, pública, poblada por ciudadanos, por polites".
Típicamente, un escenario sin Estado le parece una salvajada inconcebible, como si no fuera posible pensar en una educación, una salud o una seguridad en libertad. El peor de los mundos para don José Andrés es un mundo ¡de vecinos! Esto es terrorífico para él, porque los vecinos son el infierno, los vecinos son despreciables idiotes, los vecinos son… ¿qué son? Libres, claro.
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