La autoridad, internet y el bicentenario
Por Alejandro A. Tagliavini
“La autoridad debe tener poder coactivo (policial), de otro modo no podría ordenar, y sobrevendría el caos”. Jamás he podido encontrar una explicación científica a esta afirmación. Pero se cree aun con más fuerza que cualquier dogma. Por toda explicación dicen que “resulta evidente”, pero hoy internet desmiente esa “evidencia”. Ya decía Santo Tomás (con anterioridad a sus ideas políticas), repitiendo a Aristóteles, que el cosmos tiene un orden maravilloso que puede observarse en la sabiduría con que se desarrolla, espontáneamente, la naturaleza. Y advertía que la violencia intenta evitar artificialmente (extrínsecamente) este sapientísimo desarrollo, destruyendo la vida.
Pero el racionalismo vino a reafirmar el concepto de “violencia justa” que sería una violencia “legítima” capaz de destruir al mal y, por tanto, ayudar al bien.
Ahora, un principio científico, metafísico básico dice que el mal no tiene existencia propia, sino que es ausencia de bien. Como la oscuridad es ausencia de luz. Distintos haces pueden sumarse provocando otro color y luminosidad. Pero la oscuridad (el mal) no le agrega ni le quita nada, en cambio, es eliminada por la luz (el bien) con sólo encenderse.
La conclusión más destructiva de la “teoría” maniqueísta, que asegura que el mal también existe y, consecuentemente, puede vencer al bien, es esta justificación de la “violencia justa” que necesitan para imponer un “orden” social, diseñado por la ingeniería humana, que no se da espontáneamente como el orden natural (“creado por Dios”), según la escolástica.
De aquí la explicación filosófica de por qué el estatismo, al introducir leyes coactivas (que desvían el desarrollo espontáneo) en el mercado natural, provoca un caos que termina en desocupación y miseria.
La idea de “violencia justa”, que para la metafísica supone una contradicción en términos, visto desde la teología, es el gran triunfo del demonio ya que constituye la justificación “intelectual” del mal entre “los buenos” que así alientan a los destructores.
Durante años, la metafísica escolástica fue exitosamente desacreditada por el racionalismo que se vanagloriaba de los aciertos científicos del raciocinio humano. Pero hoy, precisamente, estos avances tecnológicos no solo lo desmienten sino que lo enfrentan.
Internet muestra que existe un ordenamiento espontáneo en el cosmos, que es mucho más efectivo que la coacción de los gobiernos, desmintiendo la falacia de que la autoridad deba ser policial.
El espectacular desarrollo de esta red se realiza sin ningún burócrata estatal a cargo, sólo con el trabajo de personas naturalmente libres que, en ocasiones, se ponen de acuerdo. Y tiene unas mínimas regulaciones formales que parten de una sociedad semiprivada, la ICANN.
Existe espontáneamente sin gobierno aparente, pero no es un caos. Está dirigida, como toda acción humana, por la naturaleza de las cosas, por la ley y su orden natural que supone un liderazgo moral de hecho, el de aquellos que verdaderamente pueden aportar cosas útiles a esta evolución sobrecogedora.
Un caso sintomático es la enciclopedia más utilizada, Wikipedia, en la que cualquiera puede escribir y editar, y los millones de usuarios se organizan “automáticamente” mostrando como un orden productivo y entretenido, surge espontáneamente de las personas.
Pero Wikipedia, “no es un experimento de anarquía” como ella misma dice. Efectivamente, la anarquía es lo contrario al ordenamiento natural que sí reconoce jerarquías y descree de la violencia (la coacción) que utiliza el anarquismo (y el estatismo) para imponer su utópico mundo.
La tecnología potencia el poder democrático de las personas, para expresar sus opiniones y en el mercado, en donde eligen, votan, deciden todos los días, entre los millones de productos y servicios que se ofrecen.
En fin, todo esto viene a cuento porque doscientos años es tiempo suficiente para que maduremos y no les enseñemos a los chicos que la violencia es buena o necesaria. Porque lo cierto es que las independencias, como lo hicieron Canadá, Australia y tantos países progresistas, pueden (¡y deben!) conseguirse pacíficamente sin necesidad de matar a nadie, a ningún soldado.
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