Socialismo del siglo XXI en Latinoamérica
Algunos déspotas del hemisferio, a quienes el gobierno de Obama extendió la mano, respondieron con el puño cerrado: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y también el ex presidente Zelaya de Honduras. Lo principal para mi país es la seguridad. Sin seguridad no se pueden promover otros objetivos, como la democracia, los derechos humanos y el crecimiento socio-económico.
La principal amenaza para la paz, libertad, prosperidad y seguridad es un totalitarismo que no proviene de golpes militares sino del llamado socialismo del siglo XXI. La democracia en América Latina está siendo socavada por una banda de autócratas aconsejados por el dictador más viejo de la historia –Fidel Castro– para que ganen elecciones y luego desmantelen la democracia desde adentro. Ya sucedió en Venezuela y Bolivia, avanza en Nicaragua y Ecuador, casi lo logran en Honduras y puede ocurrir en cualquier otro país que cae en las garras del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). ALBA fue concebida en La Habana y es financiada por petrodólares venezolanos, con el fin de unir a grupos radicales y terroristas del mundo en desarrollo.
El patrón operativo del ALBA es claro: después de ganar el poder democráticamente, utiliza la fuerza para intimidar a los adversarios y a los medios de comunicación; politiza la policía, los militares y a los jueces; cambia las leyes electorales para eliminar candidatos y partidos de oposición; expropia y cierra empresas con acusaciones falsas, incita turbas violentas y ataca a la Iglesia, a asociaciones cívicas, la prensa, los sindicatos y a todos los que se atreven a criticar al gobierno. El modelo es Cuba; el resultado es una dictadura orwelliana y creciente emigración.
El primer país que Fidel Castro visitó después del derrocamiento de Batista, en 1959, fue Venezuela. Allá le pidió en secreto al presidente Rómulo Betancourt US$ 300 millones (alrededor de 3 mil millones de dólares de hoy) para socavar a los yanquis. Betancourt rehusó y tres años más tarde Castro apoyaba las guerrillas en Venezuela, en un intento de destruir la democracia venezolana y ponerle la mano a la riqueza petrolera. Hoy, gracias a Chávez, Castro está logrando su objetivo.
Venezuela ha jugado un papel activo en desestabilizar a Ecuador, Perú, Nicaragua, y sobre todo Colombia, donde Chávez está aliado con los narco-terroristas de las FARC. Recientemente, España acusó a Chávez de apoyar a los terroristas vascos de la ETA. Chávez repetidamente cierra la frontera con Colombia y amenaza con una guerra. Los gobiernos de la región tienen abundante evidencia de flujos masivos de cocaína de las FARC, a través de Venezuela. Altos funcionarios del gobierno de Chávez han sido identificados como cabecillas del narcotráfico, como el actual jefe de los servicios de inteligencia militar, el general Hugo Carvajal, el ex ministro de Interior y Justicia Ramón Rodríguez Chacín y el ex jefe de la policía política (Disip) Henry Rangel Silva. Las armas llegan a las FARC a través de Venezuela, con la complicidad activa de altos funcionarios, como el general Cliver Alcalá Cordones.
El año pasado, el servicio de inteligencia peruano comprobó que Chávez apoyó a los grupos indígenas responsables de protestas violentas. Los ex presidentes de Bolivia, Jorge Quiroga y Gonzalo Sánchez de Lozada, han denunciado que Chávez financió y apoyó los disturbios del 2002 que derrocaron a dos gobiernos y condujeron a la elección de Evo Morales. Chávez también apoya a grupos radicales en Ecuador y el entrenamiento de las FARC, con el visto bueno del presidente Rafael Correa.
En América Central, Chávez apoya el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, financió los esfuerzos de Manuel Zelaya de violar la constitución de Honduras y financia el partido marxista FMLN en El Salvador. El mes pasado, Chávez nombró a Manuel Zelaya jefe del Consejo Político de Petrocaribe, para pagarle un salario y viajes promoviendo el marxismo chavista.
No es secreto que la presidente Cristina Kirchner recibió millones de dólares de Chávez para su campaña electoral, en clara violación de la legislación argentina y transferencias similares han ocurrido en seis o más países. Al igual que Castro, las ambiciones de Chávez son globales y su objetivo es socavar los intereses “del imperio”, como él llama a Estados Unidos. Con ese fin forja lazos y firma acuerdos con Rusia, Bielorrusia e Irán. Compró US$ 4.000 millones en equipo militar ruso e invitó a la armada rusa a maniobras en el Caribe.
Chávez viaja a menudo a Teherán para firmar acuerdos comerciales y financieros, patrocina el terrorismo en Siria y se ha convertido en vociferante enemigo de Israel.
Hoy hay unos 50.000 cubanos en misiones oficiales en Venezuela, pero muchos políticos en Washington insisten que la alianza Castro-Chávez-Morales no es más que una molestia para Estados Unidos.
El autor ccupó altos cargos en la Casa Blanca y el Departamento de Estado durante 12 años.
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