Correa: El Estado soy yo

El Expreso de Guayquil

El poder con el que el presidente Rafael Correa ha venido manejando los destinos de la patria ha sido absoluto. Lo manifestado es fácilmente comprobable, si revisamos en los diarios, la influencia que tienen sus palabras sobre los diversos órganos de poder y control en el Estado, lo cual ha dado pauta a que por ejemplo, que se destituya a los conjueces que sentenciaron el caso Filanbanco, sentencia que fue ampliamente criticada por el Presidente.

Ni qué decir cuando, en un arrebato de irascibilidad, criticó al ex presidente Gustavo Noboa; de inmediato se le inicia una indagación fiscal en su contra, sin embargo a los pocos días, cuando el presidente Correa declara reconocer la honestidad del ex presidente Noboa, el Fiscal exime de culpa a Gustavo Noboa a quien, de manera particular, le guardo un profundo respeto y un entrañable afecto.

El más reciente ejemplo del poder de las palabras del primer mandatario, es el del denominado caso Pesántez, y el proceso para que sea llamado a juicio político; el cual toma un giro de 180 grados, luego de que el Fiscal fuera exculpado por el presidente Correa, cuando manifestó a la prensa haber mandado a investigar las pruebas y concluir que ninguna tenía asidero.

Teniendo en cuenta que el pueblo hace tres años votó contra la corrupción y la concentración de poder en manos de la partidocracia, y considerando que la legitimidad la da el pueblo al gobernante, en las urnas, porque reconoce que el gobernante ha entendido la voluntad popular; dicha legitimidad se mantiene mientras el Ejecutivo no viole esa voluntad, caso contrario el Gobierno puede ser legal, pero para el pueblo sería ilegítimo porque traicionó su mandato, al alejarse de la voluntad popular.

Estos derroches de poder y soberbia, por decir lo menos, solo pueden ser comparados a los de Luis XIV, creador de un régimen absolutista y centralizado, acuñando la frase que identificó su poder, “el Estado soy yo”.