No todo lo que brilla es oro (también puede ser uranio)
No todo lo que brilla es oro, también puede ser uranio.
Hay una premura en Hugo Chávez en estos momentos, dictando órdenes perentorias para avanzar rápidamente en la apropiación de las riquezas del país.
El mandatario venezolano mantiene una fachada de indignación por lo que llama "la explotación indiscriminada" de las minas auríferas, que con inmenso cinismo hace 13 años el mismo concedió el permiso de su explotación a empresas extranjeras.
Hoy su apuro en nacionalizar este sector tiene realmente dos caras. Una para obtener el grueso del capital proveniente de los yacimientos y la otra para poder extender las operaciones de extracción de uranio, para entregárselo a los iraníes.
Fuentes desde Venezuela me proporcionaron en 1998 los datos precisos de la trama en la explotación del uranio por parte del gobierno de Miraflores, que publiqué en aquel entonces.
Volví a alertar en el 2006 en una serie que titulé "Chávez, Uranio y los Iraníes", con datos proporcionados por expertos venezolanos, preocupados por el aumento de las operaciones de extracción y envío del uranio al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad.
Hoy crece de nuevo el alerta ante revelaciones que el autoritario presidente tiene desde hace tiempo en el estado Bolívar a un grupo de funcionarios del gobierno nacionalizando las minas de oro.
Como todo el asunto ha provocado la indignación de los concesionarios y empleados de las minas auríferas, Chávez tuvo que salir al paso de las críticas en su último programa dominical "Aló, Presidente".
Allí trató de justificar sus acciones diciendo que las empresas concesionarias están en manos de "gente loca" que daña el medio ambiente y maltrata a los trabajadores que laboran en la extracción del metal:
"No podemos permitir que sigan destrozando nuestra patria mafias capitalistas nacionales y trasnacionales".
Pero Chávez, quien está en el proceso de apoderarse rápido de la riquezas de Venezuela, ya había iniciado hace dos años el proceso de revocar las concesiones mineras del oro. Luego de nacionalizar los sectores siderúrgico, eléctrico, cementero petrolero y de telecomunicaciones se dirigió al minero, que proporciona miles de millones en ganancias líquidas, solamente en yacimientos auríferos y de diamantes.
En el 2009, el régimen de Miraflores asumió el control de una mina de oro que era explotada por la empresa estadounidense Gold Reserve Inc. El proyecto formaba parte de la mina mayor "Brisas" con un yacimiento equivalente a 10,2 millones de onzas de oro.
El año anterior, la empresa Crystallex International Corp. de Toronto dijo que el Ministerio para el Ambiente de Venezuela le negó un permiso para su mina de oro "Las Cristinas", con unos 17 millones de onzas de oro en reservas.
HISTORIA
Desde el estado Bolívar numerosas fuentes señalan como hipócritas las declaraciones de Chávez, quien -dicen- por años ha estado apropiándose del oro, diamantes y uranio de este rico estado venezolano basándose en el decreto 1850 firmado en mayo de 1997 y sin darle cuentas a nadie.
Gran parte del sur de Venezuela contiene enormes forestas tropicales. La Reserva Forestal de Imataca, en el noreste del estado Bolívar, es una vasta y hermosa área del tamaño de Holanda, donde habitan desde hace siglos, cinco tribus indígenas -los Warao, Arawako, Kariña, Akawaio and Pemon y una gran variedad de vida silvestre. Por más de 30 años, en reconocimiento a su fragilidad e importancia ambiental, Imataca había sido una reserva bajo protección internacional.
Sin embargo, desde 1997 ese cuidado desapareció frente a la codicia de Hugo Chávez, quien mira hacia otras fuentes de riqueza al agotarse los dineros provenientes del petróleo en la cuantiosa ayuda que entrega a los países de su alianza bolivariana.
La indignación de los habitantes de la enorme zona mineral del estado Bolívar comezó hace más de trece años, cuando el gobierno -sin tomar en cuenta la proteccion del sector ni pensar en las futuras generaciones- concedió permisos a varias compañías para la explotacion de minas auríferas y de diamantes.
Los permisos se concedieron en forma dictatorial, sin consulta previa con los expertos y violando disposiciones internacionales de protección a la frágil estructura del medio ambiente del lugar.
Las fuentes indican que el gobierno hizo caso omiso de todos los pedidos que se hicieron para mantener la protección de la vasta zona, debido a la avaricia de poseer su enorme riqueza en reservas de oro y diamantes.
Sin ningún tipo de análisis, el gobierno de Hugo Chávez dividió la reserva en corporaciones mineras y de talas de árboles, entregando las concesiones a corporaciones extranjeras para su extracción, previo pago de millones al arca nacional.
El decreto Presidencial 1850, promulgado en mayo de 1997, dio casi la mitad de la entera reserva a la exploración minera y dejó sin protección vastas zonas de la selva a la tala indiscriminada.
José Gonzáles, quien es Coordinador de la Federación del Pueblo Indígena del Estado Bolívar declara:
“La selva es nuestro hogar, nuestro laboratorio, nuestro hospital, nuestra universidad. Es la fuente del conocimiento que necesitamos para sobrevivir. Nuestra lucha contra el decreto (1850) es una lucha en defensa de la vida".
La vasta zona del Imataca es una arca abierta de riquezas en oro, diamantes, hierro, bauxita, manganeso y otros minerales. Las actividades de extracción y tala ya han dañado más de 15 por ciento de toda la región.
Me comenta uno de los expertos. "Es una maldición. Solamente en oro, los depósitos en el subsuelo se estiman en más 20,000 toneladas métricas. ¿Te puedes imaginar toda esa riqueza?"
Chavez sí puede imaginarla. Y en su inmensa codicia por obtener dinero para sus planes de expansión y mantenimiento de su Socialismo siglo XXI, no le importa proseguir la ruina de esa enorme reserva. Y de paso, despejar el terreno de ojos extraños en los enormes depósitos de uranio.
Por partida doble, Hugo Chávez ahora trata de engañar una vez más a los venezolanos y a la opinión pública internacional sobre sus verdaderos propósitos, que se igualan a los de sus homólogos, dictadores del continente africano, quienes roban a su propio pueblo para ellos apoderarse de su riqueza.
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