La verdadera historia de Evo Morales (I)
El ascenso de Evo Morales al poder ocurrió luego de una serie de maniobras hábilmente digitadas desde Caracas y La Habana, que demoraron muchos años en gestarse.
No fue su inexistente destreza o inteligencia las que lo hicieron presidente, sino su humillante obediencia a sus mentores comunistas, sumada al dinero recibido de Hugo Chávez para la compra de conciencias.
Bolivia es un país de gente pobre, fácilmente corruptible. El que más plata tiene para ofrecer a los dirigentes políticos, sindicales y campesinos, más chances tiene de ganar una contienda electoral.
Hugo Chávez supo aprovechar de esa deficiencia, entregándole a Morales sumas descomunales para sobornar a decenas de miles de personas durante años, de manera que obtuviese un rol preponderante en la vida política del país.
Nunca en la historia de Bolivia, alguien contó con tantos millones para hacer campaña, como Evo Morales Ayma, el “humilde campesino indígena”.
Su intrascendente vida personal, sirvió para crear una leyenda fundada en mentiras atractivas para el público internacional. El éxito mediático fue sin precedentes, ya que además del exotismo que significa para los europeos y norteamericanos el ver a un indio aimara fuera del contexto del Discovery Channel, le sirvió a la prensa progresista para inventar un icono socialista salido de una sociedad primigenia.
Lo más probable es que nunca se llegue a saber la verdad de su origen étnico y familiar, ya que creció en un hogar de gente simple e iletrada.
Evo nació en 1959 en un pequeño poblado campesino del altiplano cercano a la ciudad minera de Oruro. Es hijo de Dionisio Morales Choque y María Mamani. ¿Entonces de dónde viene el apellido materno Ayma si su madre era Mamani?
Morales es un apellido español, si fue adoptado por sus antepasados o alguien en su familia era de ascendencia ibérica, es imposible saberlo, a menos que se someta a un test de ADN. Si es descendiente de algún europeo, deja de ser tan indígena como alega, y es un mestizo en el que predominan los rasgos aimaras.
El nombre “Evo” que asombra por su peculiaridad, no es el masculino de Eva, como muchos creen, sino que es producto de la mala pronunciación del español que caracteriza a los indígenas altiplánicos.
A los aimaras les resulta difícil pronunciar ciertas palabras españolas, especialmente si contienen las vocales “e” o “i”, que usualmente contraponen. Por ejemplo: no pueden decir “pepino”, sino que dicen “pipino”. Tampoco pueden decir “dinero”, dicen “denero”.
Oruro fue asiento de una numerosa colonia croata. Entre sus varones había muchos que se llamaban “Ivo”, nombre común entre los eslavos. Cuando la madre de Morales, fue a registrar a su hijo recién nacido, quiso llamarlo “Ivo”, pero como no podía pronunciar la “i” dijo “Evo”. El disciplinado notario apuntó el nombre tal como lo escuchó y así pasó a la historia el singular apelativo.
De Evo lo que se sabe con certeza, es que no terminó la escuela, ni se educó en materia alguna. No habla aimara ni otras lenguas indígenas aparte de un rudimentario español. El presidente es funcionalmente analfabeto.
Le gusta jugar al fútbol, que sigue siendo su mayor pasión. Tocaba mediocremente la trompeta en una banda popular, de las que existen miles en Oruro, donde sus habitantes se preparan el año entero para celebrar el carnaval, bailando, o tocando algún instrumento.
Nunca brilló en ninguna actividad con excepción del fútbol barrial. Su suerte empieza a cambiar cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada decide “relocalizar” a decenas de miles de obreros dependientes de la quebrada industria minera estatal, regalándoles tierras en el trópico, donde la naturaleza ofrece mejores ventajas que el inhóspito altiplano, para que rehicieran sus vidas.
Evo se instala en Chapare, la zona central de Bolivia, cabecera de la selva amazónica. Lugar de imponente follaje, caudalosos ríos y muchas plantaciones de coca.
Debido a que la coca rinde hasta cuatro cultivos anuales. No requiere de cuidados y deja cuantiosas ganancias. Evo decide dedicarse a su siembra, que le brinda tiempo de sobra para jugar al fútbol.
Siendo más hábil que otros en patear la pelota, es elegido capitán del equipo del lugar, posición que lo catapultaría a dirigente sindical de los productores de hojas de coca de Chapare.
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