¡No se roben la Rosada!

El Universal

"Ojalá no se roben la Casa Rosada para cuando salgan" dijo el senador Carlos Reuteman, hace pocos meses, refiriéndose a los Kirchner.

Ironías aparte, el tema de la corrupción ha vuelto a estar en la primera plana porque una "empresa" con domicilio en Miami, Palmat International, se quedaba con el 15% de las ventas a Venezuela de maquinaria agrícola intercambiada por fuel oil, mediante un convenio de Cooperación Económica firmado por Néstor Kirchner y Hugo Chávez en el 2005. Un juez argentino investiga si, a través de esa empresa, se pagaron sobornos a funcionarios.

Por otro lado, en EEUU la Comisión de Bolsas y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) acusa a un ex ejecutivo petrolero de ocultar US$ 384.000 en pagos a funcionarios venezolanos para asegurar tres contratos de perforación, desde 2003 hasta 2005. Mientras que otra compañía perforadora, Helmerich & Payne Inc., acordó en julio pagar US$ 1,38 millones en multas al Departamento de Justicia y a la SEC por acusaciones de "pagos inapropiados" a autoridades aduaneras en Venezuela y Argentina.

En el Índice de Percepción de la Corrupción 2009, de Transparencia Internacional, que encabeza Nueva Zelanda como el país menos corrupto del mundo, y donde Chile está en el puesto 25 como el menos corrupto de América Latina, Argentina está en la posición 106 y Venezuela 162, entre los peores. Los más corruptos parecen ser los menos libres. En la lista de Libertad Económica de la Heritage Foundation y The Wall Street Journal, Nueva Zelanda ocupa el puesto 4 entre los países más libres del mundo, Chile el 10, mientras que Argentina está de 135 y Venezuela de 174, de nuevo entre los peores, los menos libres.

Dice la escolástica tomista que "justo es aquello que se corresponde con su naturaleza". Y violento es lo que desvía el curso natural, de la acción humana en este caso. Entonces, la violencia siempre es injusta y destructiva, es decir, es la corrupción de la naturaleza humana. En el mercado natural, las acciones se realizan de mutuo acuerdo, precios de por medio, y las personas interactúan pacíficamente. La corrupción surge cuando alguien tiene el poder (coactivo, violento) de sustraerse del acuerdo voluntario. Por ejemplo, cuando el Gobierno cobra abusivos impuestos, el ciudadano común muchas veces se ve forzado a sobornar a los recaudadores o cerrar la empresa.

Así, la corrupción está directamente relacionada al tamaño del Estado o, mejor, con el nivel de coacción estatal sobre la sociedad, el mercado, ya que la arbitrariedad del funcionario que decide quién puede hacer y quién no, bajo amenaza de enviarlo a la cárcel, tarde o temprano, termina en soborno, porque los frustrados ciudadanos se ven forzados y porque, finalmente, todo funcionario "tiene su precio".

Los más afectados por las arbitrariedades y la corrupción suelen ser los más pobres, que no tienen posibilidad de comprar la voluntad del burócrata. Transparencia Internacional reconoce "la doble carga de los países menos desarrollados del mundo, la pobreza y la corrupción". Se trata de un círculo vicioso: el Estado grande y la falta de libertad de las personas impiden el desarrollo, a la vez que engendran mayor corrupción. Por eso es que la única manera de combatir la inmoralidad es reduciendo la capacidad coactiva del gobierno.

Según Transparencia Internacional, la corrupción es una causa mayor de la pobreza y una barrera para superarla, mostrando que unos 70 países controlados por gobiernos "severamente corruptos" son los más pobres. Para el Banco Interamericano de Desarrollo, la corrupción gubernamental acarrea pérdidas cercanas al 10% del PIB latinoamericano (unos US$ 200.000 millones).

De acuerdo con Standard & Poor's, la probabilidad de que inversionistas pierdan su capital en cinco años varía entre 50% y 100% dependiendo del grado de corrupción del país. Por otro lado, las empresas tienen que asumir como costos extras el pago de los sobornos, costo que necesariamente trasladan a los consumidores. Alta corrupción también aumenta el costo del crédito y, por lo tanto, reduce las inversiones en la región.

El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute de Oakland, California.