La libertad y sus efectos; el comunismo y sus defectos
A lo largo de la historia el hombre hizo uso de sus capacidades para sobrevivir. Desde que salió de la cueva hasta el siglo XXI se observan cambios en la calidad de vida que son ciertamente fascinantes. En algunos grupos humanos de la antigüedad se han descubierto señas de canibalismo, práctica que se llevaba a cabo tanto por hambre como por ritual. Hoy, en el siglo XXI se discute sobre los alimentos tratados genéticamente y como los mismos pueden influir en la salud y la vida del ser humano actual.
El alimento es el combustible que mantiene vivo a un ser. Desde el hombre más primitivo al más moderno persiguieron al mismo como medio para sobrevivir, sin embargo, al último de los dos las condiciones en las cuales debe conseguir su sustento se presenta en un escenario mucho más sofisticado que al hombre antiguo.
Este proceso de evolución en las costumbres de buscarse el propio sustento llevó a que el mundo quede marcado por grandes revoluciones. En la prehistoria se vivía de la caza, la pesca y la recolección. El ser humano basaba su vida en buscar y planear la manera de conseguir su alimento, con el único fin de preservar su vida. Para llevar a cabo su cometido, el uso mismo de la fuerza no fue suficiente, por lo que el hombre debió ingeniárselas para transformar elementos de la naturaleza y utilizarlas como armas y herramientas que le facilitaban la tarea de cazar y pescar. Estas herramientas dan comienzo a lo que conocemos hoy como propiedad privada. En este escenario podemos descubrir las bases por las que se rige la naturaleza humana y su búsqueda de preservación.
Avanzando en el tiempo, el pescador y cazador descubre una nueva manera de subsistir. Esto es lo que conocemos como la revolución neolítica. La misma se desarrolla en la prehistoria, hace diez mil años. El hombre descubre la agricultura, se hace sedentario y se transforma en productor, dejando atrás la etapa de simple recolector. En esta etapa, la gran protagonista es la tierra, el pedazo de suelo que permite ejercer la agricultura, y donde el hombre no solo trabaja, sino que se instala permanentemente. En este punto podemos reconocer un hombre propietario de su tierra, sus herramientas y su vivienda. La propiedad privada se acrecienta, y es directamente proporcional al desarrollo.
El neolítico tuvo como consecuencia un aceleradísimo crecimiento de la población. El remanente de alimento dio la posibilidad de alimentar los hijos que luego se transformarían en productores. El crecimiento de la producción generó la necesidad de conservar los productos para poder hacer uso de los mismos en épocas de pérdida de la cosecha, por lo tanto se da nacimiento a la industria de la alfarería.
Todo este desarrollo no se daba de manera aislada, ya que existían diferentes clanes, y cada uno se fue especializando en diferentes tareas y áreas, lo que llevó al intercambio comercial por medio del trueque.
El simple hecho de saber que el pedazo de suelo que era fuente de riqueza no iba a ser expropiado llevó al hombre a su primer gran revolución. En el neolítico la propiedad permitió el inicio de la historia, de la industria, la escritura y la producción. Comienza en esta era el predominio del hombre.
Tuvieron que pasar diez mil años para que el hombre lleve a cabo una revolución que tuviera la fuerza de desarrollo que provocó el neolítico. Esta es la revolución industrial, que se lleva a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra. Aparece la “máquina” para reemplazar el trabajo manual, lo que facilitó la tarea del hombre y permitió producir más en menos tiempo, lo que puede traducirse también como, más riqueza con menos esfuerzo.
Y en este punto nos vamos a detener para hacer una comparación entre el neolítico y el mundo del siglo XVIII. Hace diez mil años el hombre subsistía con sus propios medios, en un estado absoluto de libertad, simplemente condicionado por la naturaleza y sus propias limitaciones físicas, condicionamiento que superó con el uso de la inteligencia. En la Europa del siglo XVIII, las monarquías estaban enquistadas en todos los países, con reyes que se consideraban los elegidos de Dios en la tierra. Esto también pasaba en Inglaterra, pero con una gran diferencia con respecto a sus vecinos europeos. La monarquía inglesa tenía un perfil comerciante que a su vez dio libertades a sus súbditos permitiéndoles el cercamiento de las propiedades y cierta libertad de comercio, además de impuestos reducidos. Esta pequeña diferencia llevó a que la revolución industrial se pueda llevar a cabo en esa parte del mundo.
La revolución industrial inglesa no se dio de un día para otro. Comenzó con la revolución agrícola, que por medio de la mecanización del trabajo en el campo la producción se incrementó. A esto le siguió la revolución demográfica, ya que el hombre abandonó la zona rural para establecerse en las ciudades para trabajar en las industrias; y por último se da lugar la revolución productiva, donde se desarrollaron el sector industrial (textil y siderúrgico) y el de los transportes (ferrocarril).
La verdadera revolución en Europa no había sido la francesa sino la inglesa. La primera falló porque simplemente reemplazo al monarca por el emperador, su máxima invención fue la guillotina. En la segunda se demostró una vez más lo que la libertad y la propiedad privada provoca en el ser humano. La mente no solo logra satisfacer sus necesidades más básicas, sino que abre caminos a nuevos mundos, ampliando el mercado, creando cada vez mayor cantidad de riquezas, que es exactamente lo que se necesita para eliminar la pobreza y la indigencia.
Todo parece muy lógico, sin embargo, la historia no solo está hecha de revoluciones exitosas, sino de mentiras devastadoras. Entre las mismas, y creo la más importante, es la expresada por Karl Marx y Friedrich Engels, en su panfleto llamado “El manifiesto comunista”. Estos dos aspirantes a intelectuales propusieron crear un hombre nuevo. Este hombre nuevo nacía con el llamado comunismo. Pero solo una masa de iluminados podía llevar a cabo tal empresa, los proletarios. El proletario, según Marx, era extirpado de su producción por el burgués, y por esta infamia nacía la lucha de clases.
Para solucionar tremendo problema, se propuso una increíble solución. El proletariado era el indicado para acceder al Estado, para luego, por medio de la destrucción de la propiedad privada, eliminar el fastidioso dinero, a los indignos burgueses, y finalmente al Estado mismo.
Lamentablemente esta teoría irracional, conquistó la mente de muchos pueblos que se encontraban ofuscados por tiranías y monarquías. Pueblos que no comprendieron que la libertad significa ser libres y no embargar la misma a cambio de una prosperidad que nunca iban a obtener. Esto sucedió en Rusia, y pudimos observar el comunismo en su máxima expresión. Desapareció todo vestigio de propiedad privada, el hombre ya no hacía uso del dinero, pues no había. Tampoco producía remanente, pero por supuesto tampoco comía, al menos que pudiera soportar las largas colas semanales para conseguir un puñado de mijo.
Ciertamente Marx provocó con su teoría la desaparición de burgueses de la propiedad privada, pero nunca predijo que su pretensión de ciencia sería una falacia, ya que un estado que posee todo, no solo no desaparece, sino que se vuelve imponente y opresor.
Hay mucho más para decir sobre las mentiras y las barbaridades que escribieron Marx y Engels, pero es en vano seguir con la dialéctica cuando los hechos demostraron las lamentables consecuencias de la teoría de los fatídicos filósofos.
Entonces, hasta aquí, tenemos tres ejemplos de revoluciones que cambiaron el estilo de vida de la humanidad, o al menos de un grupo humano.
Cuando nos referimos a la revolución neolítica y la industrial en Inglaterra, podemos observar que no se necesitó de mucha teoría o de pertenecer a cierto grupo social para poder lograr un desarrollo que mejore la calidad de vida. Simplemente se tienen que dar las condiciones para que el hombre haciendo uso de su fuerza y razón, logre progresar. Estas condiciones son específicamente tres; la libertad, el pleno uso de la propiedad y el respeto por la vida. Con la primera se consigue la segunda, para conservar la tercera. Es el curso natural del hombre y su interacción con la naturaleza.
Sin embargo, en la tercera revolució
n, la Marxista, que llamó a pulir al hombre y hacerlo de “nuevo”, a eliminar la propiedad y las ambiciones humanas, lo único que se logró fue atraso, hambre y muerte. El hombre intentó condicionar su propia naturaleza, pero esta lo condicionó a él.
El legado de las revoluciones de la libertad fueron las artes, la escritura, la agricultura, las fábricas, la máquina de vapor, el avión, y podemos seguir contando por un largo rato.
El legado del comunismo es el siguiente*:
– URSS, 20 millones de muertos.
– China, 65 millones de muertos.
– Vietnam, 1 millón de muertos.
– Corea del Norte, 2 millones de muertos.
– Camboya, 2 millones de muertos.
– Europa del Este, 1 millón de muertos.
– Hispanoamérica, 1.500.000 muertos.
– África, 1,7 millones de muertos.
– Afganistán, 1,5 millones de muertos.
– Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no en el poder, unos diez mil muertos.
Cien millones de muertos, y sin embargo Marx está más vivo que nunca. Las ideas no se matan, pero hay ideas que si lo hacen… ¿hasta cuándo?
*Datos extraídos del Libro negro del comunismo.
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