Lobo, Caperucita y los rojos
Madrid. – Los españoles están al cabo de la calle en cuanto a la personalidad de su primer ministro. La levedad de pensamiento y el terror que le paraliza ante la toma de cualquier decisión clara recuerda demasiadas veces el inolvidable título de Kundera. Insoportable levedad la del ser, realmente.
A las crisis que abre en cualquier plano que toque de la política interior, suma las que agrava en otros por su renuencia a adoptar medidas, como es el de la economía. Y ahora en la política exterior, y en su calidad añadida de presidente pro tempore de la Unión Europea acaba de mostrar esa extraña capacidad que le asiste para parecer que hace al mismo tiempo una cosa y la contraria.
El episodio de las invitaciones a la cumbre UE-América Latina y Caribe va más allá de Kundera; hunde sus raíces en el marxismo -de Groucho, por supuesto-, e incluso cabría ser rastreado en Perrault, finales del s. XVIII, el cuentista que dio forma escrita a la naración popular de Caparucita Roja y el Lobo.
Como anfitrión, España invitó a los presidentes de los países de ambos continentes, medio centenar en números redondos, representantes de más de mil millones de ciudadanos, una cuarta parte del Producto Bruto Mundial. La inmensa mayoría, representantes democráticamente elegidos en elecciones libres; es decir, con libertad de prensa, garatías a los opositores, etc. Es el caso de Honduras y de casi todos los demás; no el de Cuba, y tampoco el de Venezuela, por ejemplo. Como no podía ser de otra forma, todos fueron invitados, americanos y europeos.
Pero mientras en Europa, el Parlamento de Bruelas acordaba preparar el camino para una Asociación Global Interregional para el 2015, y superar los seis años de estancamiento en las negociaciones para el tratado UE-Mercosur que crearía el segundo mercado birregional del mundo, en Suramérica, los presidentes Lula, Chávez, Correa y Morales dedicaban su tiempo y esfuerzos a un extraño plante: o nosotros o Porfirio Lobo. Los buenos propósitos europeos se perderán entre los vuelos de la retórica acostrumbrada, pero el chantaje ha triunfado. Los rojos se quitaron de en medio al lobo ante la estólida mirada de Caperucita.
De sobra sabían con quién se la jugaban. El gobierno de Rodríguez Zapatero ha hecho exactamente lo esperado: no ha plantado cara a los jugadores de ventaja; ha pedido comprensión al presidente hondureño, que acudirá por la puerta de servicio y un día más tarde a la cita; sólo a la regional UE-Centroamérica. Así no se cruzará por los pasillos con Lula; el Lula que albergó en su embajada de Tegucigalpa al errático Zelaya, el Lula que aprovechará su periplo europeo para llegarse hasta Irán, el Lula agente electoral de Dilma Russeff dispuesto a que no se escape un voto por la izquierda.
Quedan algunas incógnitas en el aire, comenzando por el nivel de las asistencias a una cumbre en la que unos invitados dictan quién puede o no acudir. El canciller español se curaba en salud hace dos días cuando se refería al escaso interés que en la Unión Europea, exceptuando a España, Portugal e Italia, se muestra por Latinoamérica. También sería interesante llegar a conocer el alcance de la compensación con la que el gobierno de España vaya a corresponder a la "comprensión" mostrada por el presidente Lobo.
Y, por último, cuántos gobiernos europeos estarán de acuerdo en avanzar por la senda de acuerdos capaces de replantear el papel de la UE en las relaciones comerciales con el continente americano, cada vez más influenciado por China. Es de temer que no haya figurado este tipo de cuestiones en la agenda de la presidencia española, más ocupada en otras como el encuentro de civilizaciones.
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