Extrema indecencia de Willy Toledo
La Vanguardia, Barcelona
Acada cual le duele su cuño. Y ciertamente, aunque me duelen todos los fanatismos, me hieren especialmente los que vienen de la izquierda, no en vano aún creo en algunos principios que inspiraron las grandes utopías del siglo XX. Pero si es cierto que el siglo pasado levantó las peores hordas de la extrema derecha, sembrándola en Europa, también lo es que permitió los peores monstruos de la izquierda siniestra, cuyos asesinatos masivos compitieron en horror. Los extremos no se tocan, sino que viven juntos, arremolinados en las cuevas oscuras de sus dogmatismos, dominados por el gusto totalitario que los define.
De Pol Pot a Pinochet, de Castro a Franco, todos los caminos confluyen en la misma tiranía.
Y aunque levantan banderas distintas, la sangre que derraman las unifica para siempre. No es, pues, ninguna sorpresa que algunas voces que enarbolan el bello lema del "otro mundo es posible" lo hagan exaltando los mundos más viejos, aquellos que llenan sus cárceles de presos políticos, cortan las cabezas disidentes y veneran a dictadores mesiánicos.
La libertad es un concepto inequívoco, pero la historia nos recuerda que se ha usado muchas veces como paraguas para perpetrar crímenes atroces, de manera que no es muy de fiar. Sin embargo, que no sea una sorpresa no significa que no sea enormemente triste oír, en boca de un ciudadano del siglo XXI, conocedor de nuestra historia trágica, un discurso tan dogmático, que llega a la indecencia de despreciar a las víctimas de sus amigos dictadores.
Ha vuelto a abrir la boca el actor Willy Toledo, especialmente locuaz en una entrevista que le han hecho en El Periódico. De sus cuerdas vocales han salido sapos ya conocidos, pero amplificados por el insolente desparpajo de su falta de complejos: "Hay una caza de brujas contra Cuba", "Orlando Zapata fue a la huelga de hambre porque quería nevera, televisión y teléfono en la celda", "era un preso común"…, y así ha ido enarbolando los ítems de una pretendida ideología de cambio que asegura que transformará al mundo. ¿Defendiendo a dictadores decrépitos?; ¿ninguneando a sus víctimas?; ¿repitiendo los tópicos más casposos del viejo revolucionarismo?
Pues, si estos son los que tienen que cambiar al mundo, párenlo, que yo también me bajo. Porque no sólo son discursos antiguos, anclados en unos tiempos que forman parte de la historia trágica, sino que son, además, discursos sin piedad, muy propios de la concepción mesiánico- totalitaria de determinada izquierda extrema. Esa falta de caridad lleva a un actor español a despreciar la muerte de un preso político. De hecho, a convertirlo en culpable de su propia muerte. Y es cierto. Orlando Zapata fue culpable. ¿De querer una televisión en la cárcel?
¡Váyase a la M, señor Willy Toledo! Fue culpable de amar la libertad y eso, para los totalitarios, ciertamente es una culpa letal.
- 28 de marzo, 2016
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