Latinoamérica y la tragedia griega
No quiero ser un aguafiestas, pero no me convencen los recientes titulares pronosticando que las inversiones extranjeras en Latinoamérica aumentarán hasta un 50 por ciento este año. Si uno hurga un poco más a fondo, verá que las cosas no pintan tan bien como parece.
En su pronóstico anual sobre la inversión extranjera en la región, la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas pronosticó el 5 de mayo que las inversiones extranjeras directas en la región superarán este año los $100,000 millones, entre un 40 y 50 por ciento más que el año pasado.
Eso permitiría que la región volviera a sus niveles récord de inversión externa anteriores a la crisis global del 2007, y sería un importante motor de creación de empleo y crecimiento económico. Apenas se conoció el estudio, aparecieron jubilosos titulares reflejando las previsiones de un importante ingreso de dinero externo en la región.
Pero en el mismo momento en que la CEPAL presentaba su informe, las pantallas de televisión empezaban a mostrar escenas de las violentas protestas en Grecia que pronto sacudieron los mercados mundiales. Los disturbios de ese día dejaron un saldo de tres muertos, y crearon una ola de temores en los mercados de que la crisis griega se expanda a Portugal, Irlanda, España e Italia.
Horas después, intrigado sobre si la CEPAL mantendría sus pronósticos ante la nueva situación, llamé a Mario Cimoli, el principal autor del informe. Cimoli admitió sin vueltas que sus pronósticos podrían verse alterados por los últimos acontecimientos.
"Si este problema queda restringido a Grecia, nuestro pronóstico para Latinoamérica es válido'', dijo Cimoli. "Pero si se extiende a otros países europeos, y si se cae España, estamos complicados''.
Latinoamérica –y especialmente Sudamérica– podrían ser afectadas por un efecto contagio de la crisis griega. Sudamérica recibe de Europa casi el 50 por ciento de todas sus inversiones externas, y envía a Europa casi el 20 por ciento de todas sus exportaciones, según datos de Naciones Unidas.
Sea cual fuere el resultado final de la crisis griega, lo más probable es que debilitará el euro, la moneda europea. En el ámbito comercial, eso hará que a los países europeos les resultará más caro comprar productos latinoamericanos. Y en el ámbito de las inversiones, eso hará que los bancos europeos — especialmente los españoles, que están entre los mayores inversores externos en Latinoamérica– repatrien capitales, o recortes a sus créditos en la región.
"Si la crisis golpea a España, las casas matrices de España van a empezar a sacar los fondos de la región, porque necesitarán más fondos para sus sedes centrales'', dijo Cimoli.
Asimismo, Cimoli me llamó la atención sobre un detalle de su informe que ha pasado inadvertido en los medios, y que debería ser motivo de preocupación en Latinoamérica.
Sólo el 8 por ciento de toda la inversión externa en la región está destinado a industrias de alta tecnología, como plantas de montaje de aviones, mientras que el 16 por ciento de la inversión externa va a industrias de tecnología media, como plantas automotrices, y el 76 por ciento va a industrias de tecnología media-baja y baja, tales como alimentos, bebidas o textiles, según el informe.
En otras palabras, casi toda la inversión extranjera en Latinoamérica se destina a industrias que fabrican productos básicos, en una economía global en la que –cada vez mas– los países deben exportar productos de valor agregado para crecer más rápido.
Mientras China, India y otros países asiáticos están recibiendo cada vez más inversiones extranjeras para producir chips de computadoras y tecnología de vanguardia, casi todo el dinero extranjero que llega a Latinoamérica se destina a productos básicos.
Mi opinión: La `tragedia griega' que ha sacudido los mercados pasará. Así como el colapso de Lehman Brothers del 2008 tuvo enormes repercusiones económicas pero no significó el fin del mundo, esta crisis tampoco lo hará.
Lo más preocupante del informe de la CEPAL es que la mayoría de los países latinoamericanos no están creando un clima de inversión tecnológica que estimule a las empresas extranjeras a poner su dinero en industrias de alta tecnología en la región.
Para lograrlo, los países deberían aumentar los proyectos de investigación universitaria que tengan potencial comercial, conceder incentivos impositivos para que las empresas privadas inventen nuevos productos con posibilidades de exportación, y modernizar sus arcaicos sistemas educativos.
Sin eso, los últimos pronósticos no cambiarán mucho las cosas, incluso en el caso de que se cumplan.
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