Grecia y Argentina, parecidos y diferentes
En la Argentina, como en Grecia, el gasto público se ha desbordado. En nuestro país el número de empleados públicos creció un 45% en los últimos siete años, sin embargo no se ha visto ninguna manifestación de alarma. Tampoco los trabajadores se han quejado por este desborde, siendo que ellos serán seguramente quienes lo paguen en mayor medida a través del impuesto inflacionario. Por lo contrario, tanto los sectores gremiales como buena parte de las clases medias, salen a la calle a protestar cuando se anuncia algún ajuste o un plan estatal de austeridad. Cuando este momento llega, la creencia popular es que se trata de un plan perverso pergeñado por intereses económicos supranacionales y por el “neoliberalismo”, y que además utilizan al Fondo Monetario Internacional como inspirador o como verdugo. El ajuste es la propuesta perversa y malintencionada de todos estos demonios.
Cuando el gobierno de un país camina hacia el default debido a su desequilibrio fiscal y al cierre o encarecimiento de sus fuentes de crédito, sólo tiene dos alternativas para evitarlo: 1) un programa de ajuste planificado de reducción del gasto público y aumento de los recursos; o 2) la devaluación de su moneda permitiendo el subsecuente retraso de los salarios públicos y de las jubilaciones frente a la inflación provocada. La primera de las alternativas necesita un plan generoso de ayuda externa que permita superar la transición y cubrir los costos económicos y sociales de las medidas de ajuste. Este es el camino que está siguiendo Grecia con apoyo de la Unión Europea y del FMI. La segunda alternativa significaría para Grecia abandonar la unión monetaria y encontrarse con todos los problemas que tuvo la Argentina cuando abandonó la convertibilidad. Recordemos la pesificación de los contratos y de los depósitos en dólares y todo lo que ello implicó sobre la seguridad jurídica.
Existiría una tercera alternativa teóricamente más atractiva, pero que debe descartarse. Sería la de hacer crecer rápidamente la economía para diluir la magnitud del gasto público. Pero esta posibilidad es muy difícilmente alcanzable cuando la reactivación ya no puede ser impulsada por instrumentos fiscales y además no hay inversiones por la falta de confianza.
Grecia se enfrenta a un serio problema político. Su parlamento aprobó el plan de ajuste y tiene el dinero, pero la fuerte oposición política y las calles, no lo harán fácil. La opción estilo argentina de devaluación, dracmatización (pesificación) y default, significaría para Grecia, además de todas las consecuencias propias de un ajuste desordenado, el abandono de la unión monetaria del Euro. Sería un fracaso que la Unión Europea, con su inmenso plan de ayuda, ya decidió evitar. Esta es la diferencia.
- 23 de enero, 2009
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