Conflicto uruguayo-argentino: La buena fe no alcanza
El País, Montevideo
Estamos aún bajo la fe de los hombres y no aparecen las seguridades del contrato. Todo extremo envuelve fatalidad; por eso una desconfianza desmedida sofocaría los mejores planes; ¿pero es acaso menos terrible un exceso de confianza? Toda clase de precaución debe prodigarse cuando se trata de fijar nuestro destino. Es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de la Constitución puede afirmarla". (Artigas, el 4 de abril de 1813, en Tres Cruces, instruyendo a nuestros diputados ante el Congreso de las Provincias Unidas).
La sentencia artiguista define con precisión nuestras no siempre fáciles relaciones con el gobierno de Buenos Aires. Todos los días nos lamentamos de incumplimientos contractuales o restricciones ilícitas al comercio. ¿Cómo, entonces, quedar librados a la buena voluntad de quienes no se han mostrado benignos con nuestro país? Desgraciadamente, es en lo que estamos. El Presidente Mujica, con una sinceridad que no cuestionamos, dice que votó al ex Presidente Kirchner "de buena fe" y que no pactó ni acordó nada con Argentina.
No se nos ocurre que en este encuentro de Unasur, la Presidente Cristina Fernández pudiera comprometerse con fecha y hora a levantar el corte del puente de Gualeguaychú. Pero sin llegar a ese extremo, sí podía esperarse alguna carta de intenciones, algunos gestos esperanzadores que se correspondieran con los que ha reiterado nuestro Presidente. Nada se introdujo para construir un escenario capaz de concebir razonables expectativas.
Para peor, el voto se brinda repentinamente, cuando el día antes el propio Canciller había explicado que Uruguay "ni votaba ni vetaba". O sea que se quitaba la tranca puesta por el ex Presidente Vázquez a la designación, pero tampoco se votaba a favor. Se marchaba hacia una abstención y ya ello parecía un valor entendido cuando inesperadamente, en una de sus clásicas espontaneidades, el Presidente se suma "al consenso".
Una política internacional no acepta improvisaciones de ese tipo, que incluso han puesto al Canciller en el difícil trance de cambiar su discurso tres veces en una semana. No lo hizo mal, por cierto, pero las volteretas eran demasiado inexplicables.
Lo triste es que la lesión a nuestra soberanía y al derecho internacional continúa como si nada, mientras vemos a diario en la televisión cómo la Policía argentina actúa para liberar rutas o impedir ocupaciones, agraviando a un pueblo, como el uruguayo, que no es iracundo pero sí digno. Adviértase que la sentencia de La Haya ya ha sido rotunda en cuanto a que la planta de la ex Botnia no se trasladará y que el Tribunal del Mercosur dispuso el 6 de septiembre de 2006 que es ilícito el corte del puente. Es decir que los puntos de derecho están ya laudados; no hay más espacio para hablar sino sólo para cumplirlos.
Lo que nos lleva a una sola conclusión: el monitoreo conjunto del río. Así se debió empezar y así se terminará, porque nadie en el mundo ha imaginado otro sistema para administrar ríos que son comunes a dos Estados.
El voto dado supone, como es notorio, una rectificación muy fuerte a la actitud del ex Presidente Vázquez, tomada con el apoyo de todo el espectro político. Se dice que no había otro remedio porque lo contrario sería asumir una agresividad peligrosa. El argumento es absurdo cuando somos víctimas y no victimarios, cuando quien recurrió a La Haya fue la Argentina y no Uruguay y ahora debe reconocer el hecho de que la planta seguirá allí. Ante esta evidencia, los caminos estaban todos abiertos, tanto que bien podía postergarse el tema en la agenda por la sencilla razón de que el tratado de Unasur aún no está vigente y ni siquiera la Argentina lo ha ratificado. ¿Cómo que no había otros caminos?
Además, y esto no es secundario, no se trata de un candidato inobjetable. Objetivamente: l) es incompatible un cargo diplomático con el ejercicio activo de la política, presidiendo un Partido y trabajando para una candidatura; 2) el tratado exige al Secretario dedicación exclusiva; 3) piénsese bien, muy bien o menos bien del ex Presidente Kirchner, aun sus partidarios habrán de reconocer que no es hombre diplomático sino político de lucha, de planteos frontales, de combate permanente. ¿No eran razones para provocar, al menos, una nueva reflexión sobre la cuestión?
Las relaciones con Argentina son naturalmente complejas y reconocen muchos temas, desde la navegación de los canales hasta la circulación de mercaderías. Pero si su gobierno no aparece dispuesto siquiera a cumplir con la ley internacional y el principio del orden público, ¿la buena fe no luce como una debilidad o, en el mejor de los casos, una ingenuidad?
Todos los ciudadanos bien intencionados queremos ayudar al Presidente en este difícil asunto. Por eso, sin estridencias pero con claridad, le decimos que es verdad su dicho de que pagará un costo por su actitud y de que ahora está en manos de la buena voluntad del gobierno de Buenos Aires. Ojalá lo comprenda la Presidente Fernández y concluya que, luego de "su victoria diplomática" con la designación de su marido, debería ayudar a su colega en la emergencia en que está. No es ningún acto represivo desalojar a las dos o tres patéticas señoras que mantienen simbólicamente cerrado el paso de un puente internacional…
- 23 de enero, 2009
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