El discurso del presidente en Michigan
El Presidente Obama ha regresado a un tema que usó con efectividad durante la campaña del 2008: la política es muy divisiva; los insultos personales no ayudan; clasificar a la gente no resuelve problemas.
En su discurso a los graduados de la Universidad de Michigan el sábado primero de mayo, el presidente dijo, “Vemos a políticos que se llaman unos a otros con nombres poco agradables. Expertos y eruditos que se gritan unos a otros. Los medios tienden a exagerar cualquier indicio de conflicto, porque esto produce un reportaje más atractivo – lo que quiere decir que cualquiera que esté interesado en tener cobertura de los medios se siente obligado a hacer los más escandalosos comentarios”.
Todo eso es cierto. En nuestro libro del 2008, “Common Ground: How to Stop the Partisan War That is Destroying America” (Terreno Común: Cómo Detener la Guerra Partidista que Está Destruyendo a los EE.UU), el demócrata Bob Beckel y yo decimos lo mismo. La diferencia es que nosotros – en nuestras presentaciones personales y en nuestra columna quincenal en USA Today – realmente tratamos de encontrar soluciones a los problemas. A menudo transigimos, aunque no en nuestros principios.
Parte de la razón por la cual a muchos de la derecha no les gusta este presidente está en su creencia de que él usó un ansia que había en el público por una conversación civilizada para ser electo, pero luego rápidamente abandonó este meritorio objetivo en busca de lo que puede decirse es la agenda de izquierda más radical en la historia de nuestra nación.
Aquí parecen apropiadas las palabras del difunto John Mitchell, el ex Secretario de Justicia de Richard Nixon. En medio del creciente escándalo de Watergate, Mitchell le dijo a la prensa, “Observen lo que hacemos, no lo que decimos”.
La misma norma debe aplicarse a la Administración Obama. El presidente habla mucho de buena educación, del lenguaje corrosivo de la política y de los medios que promueven el conflicto, no soluciones. Pero las políticas y conducta del Presidente Obama y de muchos miembros de su administración sugieren que él no está hablando en serio. Muchos en su Administración son izquierdistas radicales.
No me lo crean a mí. Hagan una simple búsqueda en Google y pongan “Obama’s radical czars”. Lean sus expedientes. Van Jones, el que fuera “Zar verde” de Obama, era un comunista reconocido. Mark Lloyd, el “Zar de la diversidad” del Presidente en la Comisión Federal de Comunicaciones, admira al dictador venezolano Hugo Chávez.
Uno de los primeros mentores políticos del Presidente fue el difunto Frank Marshall Davies. ¿No es de buena educación señalar esto y preguntar qué influencia todavía tiene el activismo de Davis en las políticas del Presidente? Los expedientes de otros asociados de Obama, incluyendo Bill Ayers y el Reverendo Jeremiah Wright son mejor conocidos.
Harold Koh es un alto asesor legal en el Departamento de Estado y un defensor de “jurisprudencia transnacional”, que reemplaza las leyes nacionales y, según el National Review, “asume una interdependencia política y económica de los Estados Unidos con otras naciones que operan dentro del sistema legal internacional”. En otras palabras, los EE.UU. no son especiales y deben estar al mismo nivel de las otras naciones. En el portal cibernético Jihad Watch también se reportó que Koh había estado a favor del uso de la ley Sharia (musulmana) en casos apropiados dentro de los Estados Unidos.
¿Hace más vulgar el diálogo político mencionar que gente contratada por la Administración Obama tienen puntos de vista radicales que puede no estén a favor de los mejores intereses de los EE.UU.?
Si este presidente realmente estuviera comprometido con eliminar la tensión y la retórica envenenada de nuestra política, pudiera comenzar por cumplir una promesa de reducir el número de abortos en los EE.UU. El ha dicho que desea hacerlo, pero hasta ahora no ha hecho nada para que esto suceda. Para muchos conservadores – especialmente los conservadores sociales – el aborto sigue siendo el tema más importante. Sin aprobar una ley, o sin una decisión de la Corte Suprema, el Presidente pudiera reducir los abortos recomendando que más información, especialmente sonogramas, se pongan en manos de mujeres en estado para que su “opción” esté mejor fundada.
En este tema, el presidente tendría el apoyo total de la comunidad a favor de la vida. Políticamente, él se ayudaría mucho, mientras que simultáneamente estaría disolviendo uno de los temas más contenciosos desde la Guerra de Viet Nam.
Hacerlo significaría que está hablando en serio. Quizás sea mejor oír menos, y en su lugar seguir el consejo de John Mitchell y observar lo que él hace.
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