Según TeleSur, la cadena de Hugo Chávez para el continente iberoamericano, Venezuela camina hacia el mejor de los mundos: el socialismo del siglo XXI. Su discurso político no varía un ápice del otro socialismo («socialismo o muerte») que llevó la ruina total a Cuba a mediados del siglo pasado.
¿Cuál es el socialismo que discursea Chávez con trágica comicidad? En un artículo extraordinario titulado La revolución evaporada, publicado en LetrasLibres del pasado mes de marzo, el periodista y escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, que sigue «el discurso del enemigo» según Chávez, nos lo cuenta: «A comienzos de este año ante el parlamento (venezolano), en un acto de presentación de la memoria y cuenta de su gestión durante 2009, Chávez, con cierta teatralidad dijo: «Por primera vez lo admito: asumo el marxismo…, lo asumo y lo asumo, y yo cuando asumo asumo. Asumo el marxismo. Lo asumo». Y luego, además, añadió: «Como asumo el cristianismo, como asumo el bolivarianismo, el martianismo, y el sandinismo, y el sucrismo y el mirandismo». Barrera Tyszka nos dice en su artículo que más adelante Chávez «asumió» (reconoció) que no conocía demasiado las teorías de Marx, y que apenas un mes antes había comenzado a leer El Capital, lo que no le impidió afirmar que «el marxismo sin duda que es la teoría más avanzada en la interpretación, en primer lugar, científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos, luego el marxismo es sin duda la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar hace dos mil años: el reino de Dios aquí en la Tierra, el reino de la igualdad, el reino de la paz, del amor, el reino humano».
Mientras tanto, el pasado 19 de abril, con motivo del bicentenario de la independencia de Venezuela, mostraba al mundo, siempre por su TeleSur, su poderío «cívico-militar» en un desfile que no dejaba lugar a dudas: aunque parezca Cantinflas en una de sus películas cómicas, Hugo Chávez es, como dicen que dijo Felipe González en alguna ocasión cercana, «un tirano con mangueras de petróleo», lo que dio pie a que Erasmo lo llamara con el título que he utilizado también para este comentario. Cada vez que veo «Aló, Presidente», el programa dominical de Chávez radiado y televisado para toda Venezuela, me acuerdo (seguro que como miles de personas) de algún actor cómico de Iberoamérica, pero también me acuerdo del libro de Ramón J. Velásquez sobre el dictador Juan Vicente Gómez. Pareciera que las anécdotas y el comportamiento de aquel «padrecito», que reinó absolutamente sobre Venezuela por espacio de décadas, quiere rememorarlos y actualizarlos Chávez con su comicidad trágica para todo el país y, en extensión, para todo el continente iberoamericano.
Durante uno de esos programas, en el centro de Caracas, Chávez se encocorica y hace como si un repente justiciero se lo llevara hasta la indignación. Y entonces decide (aparenta que acaba de tomar esa determinación tan firme) expropiar cuatro edificios históricos que rodean la plaza Bolívar de la capital venezolana. Va enumerándolos y va gritando a la vez: «¡Exprópiese!», «¡Exprópiese!», «!Exprópiese» y «¡Exprópiese!». Cuatro expropiaciones en una sola. Lo que no sabía el gran mandatario bolivariano es que algunos de esos inmuebles calificados de históricos, «por eso no es posible que estén ocupados por comerciantes, eso es de todos los venezolanos», dijo Chávez indignado, ya eran del Estado, de la República ahora Bolivariana de Venezuela en plena revolución.
Mientras tanto, Ramiro Valdés, el comandante cubano que fuera también durante décadas ministro del Interior de la Cuba de Fidel Castro y uno de los hacedores fundamentales de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) y la UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción), hace su papel: configura un ejército preparado (como las Brigadas de Intervención Rápida de Tropas Especiales cubanas) para enfrentarse al «enemigo interior» y a «los traidores a la patria y a la revolución». Es decir, a todos los ciudadanos libres que hagan saber en público o en privado, la patria y el tirano no discriminan, que no están de acuerdo con la deriva tiránica del mandato presidencial de Chávez. La «leva» de las «milicias bolivarianas» se consigue, entre otras cosas, regalándoles el título de sus estudios a todos los que voluntariamente «se apunten» al ejército interior. Así empezó todo en Cuba y así, sin variar un ápice, se ha iniciado hace rato la defunción democrática de Venezuela y su nueva república chavista.
Es verdad que Bolívar ha sido manoseado por la Historia y los historiadores mucho más que lo que él, con su crueldad manifiesta (según el escritor y psiquiatra venezolano Pancho Herrera Luque), manoseó su propia biografía, pero nunca pudo imaginar que, desde aquellas repúblicas del aire que vaticinó en su testamento, un presidente de su país de nacimiento abusara tanto de su nombre, su leyenda y su doctrina como lo hace Hugo Chávez. No contento con «cogerse al gran prócer» para él solo, a cada rato regala copias de la espada del propio prócer máximo, Simón Bolívar, a los mandatarios que muestren su acuerdo con él en las líneas generales de su discurso tiránico y de sus normas dictatoriales. Y ahí, para levantar la espada de Bolívar contra calvos y gays, está el presidente boliviano Evo Morales, el nuevo y gran experto nutricionista que le echa la culpa al pobre pollo hormonado de la pérdida del cabello y la homosexualidad de europeos y norteamericanos.
¿En qué película cómica estamos? En ninguna. Estos dirigentes iberoamericanos, empezando por Chávez, Tirano «Mangueras», y terminando por Evo Morales, son el resultado macabro del desvalijamiento secular y constante de las repúblicas del aire de las que hablaba Bolívar por parte de sus clases dirigentes. Lo que ahora vemos en los tronos republicanos de Iberoamérica son soberbios y sarcásticos figurones de cartón piedra que se hacen fuertes escribiendo y haciendo escribir las leyes a su imagen y semejanza. El resto, cualquiera que disienta, es el enemigo. El enemigo imperialista o el lacayo del enemigo imperialista. No hay matices ni conciencias que se muestren contrarias a la creciente tiranía de Hugo Chávez que no dé con sus huesos en la cárcel, en el exilio o en el silencio interior. Dentro de poco, quienes disientan de su poder disentirán de la patria y disentirán de Bolívar, el padre-dios único y verdadero. Dentro de poco tiempo, Chávez (como Castro en los 60 y 70) cerrará el círculo de sus apetencias tiránicas dejando fuera de la gloria de vivir en paz y libertad a todos los que no quieren que Venezuela se convierta en una nueva Cuba, esta vez con mangueras de petróleo para repartir a los hermanos necesitados que cumplan los requisitos que Tirano «Mangueras» necesita para su revuelta continental. Y ahí está, a su imagen y semejanza, la de Tirano «Mangueras» el llamado ALBA, un escenario de operaciones que mantiene el teatro de la fantasía chavista mientras la realidad se desmorona en su entorno.
Veo siempre que puedo durante una hora al día los informativos de TeleSur. Chávez, según su televisión, vive en el mejor de los mundos inventados, camino de lo que él llama el reino de Dios en la Tierra, mientras Ramiro Valdés, el comandante cubano, juega su papel por detrás (y por delante) de la tramoya: hacer de Venezuela el cuartel inexpugnable de Tirano «Mangueras».