Del Chávez de flux al Chávez de uniforme
Hay al menos dos tipos de Chávez. Uno, cuando se disfraza de militar cubano y otro cuando se pone cualquiera de los trajes Armani de los cien que aparecieron en el clóset de Miraflores. Los demás Chávez, que son muchos, cada quien podrá identificarlo según el escenario de la cadena, el Aló o la cumbre de que se trate. Pero, en materia de trapos, es clara la distinción que hace la franelita roja de fondo con el verde oliva castrista (Mario Silva se viste igual ¡qué raro!) y los trajes de elegante diseño de alguna de las grandes marcas capitalistas de Europa.
Nada que ver con ser rico es malo, dicho sea de paso. Pero, en fin, todos sabemos que eso es coba. Es como el cuento de que le quitaron la finca a Diego Arria porque era improductiva y a que la tenía como un lugar de recreación "con esa piscina para ricos". La retalación es inocultable, pero lo de la piscina se va de maraca. Como si nadie hubiera visto las fotos de La Chavera, piscina y caballotes de paso incluidos. Una cosa es el odio y otra el descaro hipócrita. Creer que a estas alturas nadie sabe que La Chavera es una lujosa finca de Los Chávez en Barinas es creer que Venezuela entera es tan boba como un cubano castrista.
De la misma manera, los expertos comunicacionales manejan la decoración corporal de micomandantepresidente. Si va a un acto con los chinos, quienes están prestando 20 mil millones de dólares para que este socialismo no quiebre antes de tiempo, a cambio de petróleo venezolano barato y nada socialista por muchos años, ese día sale uno de los fluxes a sustentar el disfraz de estadista y a servir de mampara al discurso condescendiente, de filosofía de ofertica, amoroso, comprensivo y que por momentos hasta hace creer que se trata de un presidente en el sentido más estricto de la palabra.
Por otra parte, cuando se pone la combinación patilla, ese verde cubano con el rojo de fondo, va con todos los hierros. Está en guerra. Eso es plomo, insultos, discriminación, división, odio parejo. Agárrense que el militar anda suelto. Corran, cobardes, que las armas las tengo yo. Métanse en los huecos que aquí vengo con los tanques. Arrodíllense que llegó el más macho de la cuadra. Aquí, si tienen alguna duda, el que nada es el que tiene las armas y las armas las tengo yo.
Los cubanos que manejan la semiología revolucionaria saben de eso. Allá, en la isla-cárcel quedaron atrapados casi que desde el mismo día en que Fidel dijo que era comunista y cierre de fronteras como colofón, se apoderó de Cuba hasta el sol de hoy. Y, por supuesto, también han visto a Castro disfrazado de patilla y de flux azul. Todo según la ocasión. El problema es que el verdadero es el militar. El de flux es el teatro necesario.
Pero ya perdió el encanto.
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