El burka: Horrible cárcel textil
La Vanguardia, Barcelona
En temas espinosos, que requieren una valentía que quiebre la censura mental de lo políticamente correcto, el miembro más valiente del Ejecutivo socialista es el ministro Corbacho. A diferencia de otros líderes de la izquierda, que hacen gala de una considerable empanada mental, Corbacho nunca ha evitado pronunciarse abiertamente, a pesar de los chuscos que podían caerle encima. Probablemente sus años de alcalde, lidiando con los aspectos más problemáticos de la cuestión, han sido una inmejorable escuela de sentido común. Por ello, ante la pregunta sobre la moción contra el burka del Ayuntamiento de Lleida, Corbacho ha sido claro: el burka no es una expresión religiosa sino un signo de esclavitud de la mujer.
En paralelo, la misma idea la han sostenido políticos de otro pelaje como Esperanza Aguirre, pero la importancia de las palabras de Corbacho es evidente: es un ministro socialista. Su claridad conceptual es aire fresco entre tanta tontería dicha por la progresía oficial, cuando se trata de mujer e islam. La suya, y la del alcalde leridano Àngel Ros, que raudo ha tomado como propia la oportuna moción de CiU contra el burka. Algo se está moviendo en la izquierda sensata.
Sin embargo, ni todos son sensatos, ni hay flores sin cardos, y estos abundan en el territorio fértil de la Barcelona sostenible. Por ejemplo, las barbaridades que ha dicho Elsa Blasco, ínclita representante de ICV, que, por supuesto, no ha defraudado. ¿Ha hecho una sólida intervención sobre un tema complejo? Sólo los ilusos y los santos creen en los milagros. No, Elsa ha sido fiel a la tradición de su partido de simplificar lo complejo hasta la nimiedad, denostar a aquellos que no piensan como ellos y repartir carnets de pulcritud democrática. Y, como no podía ser de otra forma, ha tildado al PP de "xenófobo". Del PP era la moción sobre el burka que se planteaba, y probablemente ese "pecado original" ha abandonado la moción a su triste suerte. Los de PSC y ERC, encantados de poder despistar el tema, cargándose una moción pepera. Y Convergència absteniéndose, por si acaso don Xavier pudiera parecer lo que no es, acercándose a don Alberto.
Francamente, patéticos todos. Primero porque el PP es un partido democrático y, salvo excepciones patológicas como las de Xavier García Albiol, cuando tiene razón, la tiene. Y segundo, en el caso convergente, porque no puede inspirar una cosa en Lleida y abstenerse de lo mismo en Barcelona. Ahora dicen que harán una comisión y bla, bla. Lástima. Porque si alguna ciudad tendría que ser pionera en prohibir esta pérfida cárcel textil, expresión pública de la esclavitud de la mujer, era Barcelona. Pero entre la empanada de unos y la cobardía de los otros, los burkas continuarán paseándose por Barcelona. La ciudad de los prodigios lo es tanto que permite el retorno a la edad media
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