Argentina bicentenaria

El pueblo quiere saber de qué se trata". Esa era la consigna de quienes se congregaron el 25 de mayo de 1810 frente al Cabildo de Buenos Aires. No hay argentino de mi generación que no la haya recitado en la escuela siendo niño, ni a quien la revista Billiken no se la recordase cada mayo.

El problema es que cuando dejamos de ser niños olvidamos nuestro derecho a saber "de qué se trata". Solemos permitir, y en este punto no me refiero sólo a los argentinos, que cualquier aprendiz de tirano alegremente nos haga olvidar ese derecho.

Pero hoy es una fecha adecuada para refrescar la memoria: se cumplen exactamente 200 años del día que marcó el inicio de los gobiernos patrios. Los vientos externos ayudaban: la independencia de los Estados Unidos, la revolución francesa, y especialmente el mensaje de debilidad que enviaba Fernando VII, rey de España, víctima de Napoleón.

El nacimiento de la Argentina como república independiente, sin embargo, recién se daría seis años después, el 9 de julio de 1816, y tardó aún más en ser conocida por su elegante nombre, derivado de plata en latín. Utilizaba entonces uno mucho más prosaico y carente de todo glamour: Provincias Unidas del Río de la Plata.

Por esos días nacieron sus símbolos patrios, la bandera y el himno, que curiosamente resultan de interés para los salvadoreños. La primera, por su historia. El segundo, por su cambio.

La bandera fue creada por Manuel Belgrano en 1812, en Rosario, ciudad donde luego verían la luz mis famosos compatriotas Ernesto Guevara y Lionel Messi. Claro que los exterminios de la "Pulga" son simplemente futbolísticos: a sus víctimas las llena de goles, no de plomo. Destilando alegría, no odio.

Esa bandera pronto llegaría a costas cuscatlecas en la fragata de Hipólito Bouchard, sirviéndole de inspiración a Manuel Arce cuando los milicianos salvadoreños lo nombraron jefe de las fuerzas que se opusieron a la anexión a México en 1822: Felipa Aranzamendi, su esposa, cosió con los colores argentinos la primera bandera de la Federación Centroamericana, luego decretada oficialmente en 1823 por la Asamblea Nacional.

Por su parte, el himno argentino original, compuesto en 1813, contenía estrofas que caracterizaban a los españoles como "tigres sedientos de sangre", "fieros opresores de la patria" y "viles invasores", siendo la supuesta misión patriótica "desgarrar al ibérico altivo león".

El que cantaré esta noche en la recepción que brindará la Embajada argentina en El Salvador ya no las tiene: fueron eliminadas hace 110 años. No es casualidad que esos lejanos tiempos de reconciliación coincidieran con tasas de crecimiento económico que llevarían a la Argentina a estar entre los primeros diez países del mundo en PIB/cápita a principios del Siglo XX.

De tal supresión debiera tomar nota el instituto político salvadoreño que en su himno habla de tumbas y de sangrientas sudoraciones. Si lo pudo hacer una república cuesta creer que no lo pueda hacer un partido político.

El punto anterior queda ilustrado de manera insuperable en la película Invictus, que pone en boca de Nelson Mandela la siguiente expresión: "Si no soy capaz de cambiar cuando las circunstancias lo requieren, no puedo pretender que los demás lo hagan".

Finalmente, merece destacarse que uno de los protagonistas de aquel 25 de mayo, Mariano Moreno, en el prólogo a su traducción de "El contrato social" de Rousseau, escribió: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía".

El 7 de junio de 1810, teniendo el gobierno apenas dos semanas, Moreno fundaría el primer periódico argentino, "La Gazeta de Buenos Ayres" (con y). Para que el pueblo pudiera saber de qué se trata.

Hasta la próxima.

El autor Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.