Es el gasto, no la devaluacion
Desde el 11 de febrero, los funcionarios de la Eurozona han hecho anuncios para tranquilizar a los mercados y… los mercados no se tranquilizan, al punto que se vieron forzados a hacer un mega anuncio: conjuntamente con el FMI, que aportaría € 220.000 millones, tendrían listo un paquete de unos € 750.000 millones para una eventual emergencia financiera.
Obviamente, no aprendieron la lección y entonces la pregunta es, ¿a qué cifra astronómica llegará el próximo anuncio cuando los mercados vuelvan a mostrase realistas?
La crisis es global, empezó a manifestarse crudamente en el mercado subprime de EE.UU., y continúa a pesar de los anuncios triunfalistas. Lo preocupante es que, en la cola, están países como España cuyo rescate financiero sería cuatro veces mayor al necesario para Grecia (unos € 350.000 millones, solo para empezar), y entonces sí el euro se vería seriamente amenazado.
Los políticos no quieren reconocer que el problema son ellos (su muy exagerado gasto) y, en consecuencia, la fiesta continúa: ¡más fondos para más gastos! Los déficits fiscales ya son brutales: Irlanda 14,3%; Grecia 13,6%, España 11,2%, Portugal 9,4% y, fuera de la zona euro, el Reino Unido 11,5%. Aunque, la deuda soberana de España está en solo 54% del PIB (con tendencia creciente), mientras que la de Grecia en febrero alcanzaba el 114% del PIB.
La única forma como Grecia podría evitar la quiebra sería la de reducir sus futuros déficits fiscales por lo menos hasta un nivel que detuviera el aumento del coeficiente deuda-PIB. El déficit, hoy casi en 14 % del PIB, tendría que bajar hasta el 5 % o menos pero, para reducir el coeficiente deuda-PIB al nivel del 60 % prescrito por el Tratado de Maastricht, haría falta reducir el déficit a solo 3 % del PIB, 11 puntos menos, lo que representaría una reducción enorme del gasto estatal o un aumento espectacular de los ingresos por impuestos o las dos cosas.
Desde el punto de vista del mercado, bajar el gasto estatal lo necesario sería suficiente para terminar con la crisis, porque esto le permitiría crecer (con lo que la recaudación fiscal aumentaría) ya que, entre otras cosas, no tendría que competir con el Estado en el mercado de deuda. Pero esto, claro, no les gusta a los políticos que proponen bajar algo pero también subir impuestos, la típica política del FMI, fracasada (tiene razón Cristina) pero, precisamente, por ser medio argentina, lo que perjudicará al mercado contrayendo la recaudación fiscal.
Al mejor estilo neo keynesiano muchos suponen que, tanto bajar el gasto como subir impuestos, contraerá la demanda total y, por tanto, la producción y el empleo. La tasa de desempleo de Grecia es ya del 10 % (y su PIB podría reducirse a una tasa anual de más del 4 %, con lo que aumentaría la desocupación). Ergo, se contraería la recaudación impositiva y subiría el gasto estatal en subsidios por desempleo, con lo que, según ellos, al final, la reducción del déficit debería superar los 11 puntos (es decir, más impuestos y menos gasto) para lograr un 3% del PIB de déficit. Conformando una bola de nieve que, inevitablemente, terminaría llevando a Grecia a la cesación de pagos, donde los actuales préstamos solo servirían para prolongar la agonía.
Estos neo keynesianos argumentan que, si Grecia no formara parte del sistema del euro y hubiera mantenido su moneda, el drama, podría devaluarla, como se hizo en Argentina, al tiempo que hiciese más rigurosa la política fiscal. Aumentarían las exportaciones y disminuirían las importaciones por sustitución con productos locales aumentando el PIB lo que elevaría los ingresos fiscales y reduciría los subsidios por desempleo. Pero la experiencia argentina demuestra que esto no es así, de mantenerse el gasto estatal elevado (en relación al PIB) aun con devaluación, la cesación de pagos es inevitable.
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