Falta de visión de los fundadores de Ecuador (III)
(Puede verse también la Parte I y II de este trabajo)
Con la independencia de Guayaquil a partir de 1820, se pensaba que tendría el despegue económico que todo ciudadano esperaba y con la Gran Colombia, después de 1822. En la edición del 26 de Mayo de 1821 del periódico El Patriota de Guayaquil, se publicó un artículo titulado Memoria sobre el comercio y agricultura de esta provincia, allí se comentaba: “Si tres siglos de ignorancia,monopolio,trabas y prohibiciones, no hubieran atado nuestras manos;nuestra opulencia habría llegado al más alto grado, y esta provincia, señora sel Pacífico, no tendría un palmo de tierra sin un habitante, ni un vecino sin finca ni caudales…dentro de breves años la calavérica provincia de Guayaquil, despreciada y deprimida por los gobernantes españoles, será como una joven robusta,hermosa y rica, cuyos hijos a la sombra del árbol de la Independencia, serán virtuosos y felices porque serán industriosos y libres”
El columnista se refiere a que con la libertad se tendría competencia, los empresarios estarían libres de trabas burocráticas, los habitantes serían educados y trabajadores y todos tendrían oportunidad de mejorar el nivel de vida y ser ricos.
Hay otros testimonios que hacen referencia al enorme potencial económico de Guayaquil; el irlandés O`Leary opinaba: “Guayaquil llegará a ser algún día el emporio del Sur.Su situación geográfica, la fertilidad de su suelo,la abundancia y variedad de sus producciones y el hermoso río que la baña,le proporciona facilidades para su extenso comercio interior y exterior.” La opinión fue compartida por diversos extranjeros que nos visitaron. El primer cónsul británico, Henry Woods, ratificaba la importancia de Guayaquil en una comunicación dirigida a George Canning, Primer Ministro: ”…hay muy pocos puertos que poseen tan vasta ventaja natural como Guayaquil…el país es capaz de producir una inmensa cantidad de productos exportables…por la facilidad de tener numerosos ríos,se facilita el transporte del comercio… Guayaquil podría convertirse en uno de los departamentos más valiosos de la Gran Colombia”
¿Por qué no ocurrió el cambio? ¿Por qué mantuvieron las mismas leyes, como el reglamento de comercio, que era el código de leyes más atrasado de Europa? En resumen, ¿Por qué no hubo ruptura abrupta con el pasado?
Me ha sido muy difícil entender por qué los patriotas guayaquileños, quiteños, cuencanos y de otras ciudades ecuatorianas se anquilosaron en el pasado y no fueron hacedores de cambios; se limitaron a adoptar la mayoría de la legislación colonial cargada de tributos y viciada de penalidades al sector productivo. Un ejemplo es el código de comercio que no tuvo mayor variación con el español usado durante la colonia. Por lo tanto se continuó estableciendo elevados aranceles y restringiendo las transacciones comerciales. Los comerciantes extranjeros tuvieron limitación respecto a qué bienes exportables podían llevarse, además no podían hacer negocios directamente, debían hacerlo a través de intermediarios guayaquileños, y el comercio de cabotaje les estaba prohibido a ellos así como a intermediarios. Tampoco podían establecerse en Guayaquil, salvo que se casaran con guayaquileñas y de religión católica. Finalmente las naves extranjeras tenían que pagar aranceles en carga que no era para el mercado europeo.
Lo irónico es que el Reglamento Provisorio, proto-constitución para la Provincia de Guayaquil, se refiere a la libertad de comercio; en el artículo 3, menciona que “El comercio será libre por mar y tierra con todos los pueblos que no se opongan a la forma de nuestro gobierno” y en el artículo 5, “Celebrar tratados de amistad y de comercio”. Años después, en la primera constitución de la República de Ecuador, se excluyeron las citadas cláusulas. De hecho, no hay ningún artículo de la Constitución que haga referencia a la economía ni a qué hacer para convertir a Ecuador en país próspero.
El código de comercio elaborado para la Provincia de Guayaquil, tuvo duros críticos, siendo uno de ellos José Villamil, nacido en Nueva Orleans e informado del extraordinario auge de los Estados Unidos; en una carta suya al editor de El Patriota, donde se había publicado el citado código en la última edición, escribió sobre la importancia de esta ley que según él, de ella dependía en gran parte la prosperidad y el futuro de la provincia de Guayaquil. En la extensa comunicación hace referencia a que todos conocían que antes de la Independencia las instituciones comerciales “…sujetaban a la Provincia al monopolio más insultante: el derecho de abastecer sus mercados, y exportar sus producciones eran reservado a los monopolistas de Cádiz; la provincia no podía prosperar. Después de nuestra transformación el público debía esperar que conociendo la enfermedad se aplicaría la cura; yo confieso que como uno de los tantos lo esperaba; yo creía ver al momento formarse instituciones liberales que tendiesen directamente al fomento de la provincia; pero, (siento decirlo), he visto que el monopolio dura en gran parte, veo que los efectos son los mismos, y que el pueblo en general no ha recibido alivio alguno de las instituciones establecidas” (El Patriota de Guayaquil, 1 de Diciembre de 1821). Villamil continuó manifestando que en el citado código no se habían considerado los intereses del pueblo “…los privilegios que dicho reglamento concede al comercio son gravosos al resto de la población. Intentaré probarlo. Es principio muy conocido que la riqueza de los pueblos consiste en satisfacer sus necesidades con el menor valor posible y vender sus producciones por el mayor valor posible. El reglamento de comercio se opone a que jamás lo consiga” (negrillas son del autor del ensayo). Villamil se refiere a trabas que “…dicho reglamento presentan al comercio extranjero lo alejarán para siempre de nuestro mercado, y sujeta la provincia a un cortísimo número de compradores y vendedores, que sin pensarlo, es lo mismo que sujetarla al monopolio antiguo, jamás podrás prosperar”.
La frase en negrillas encierra varios axiomas económicos: hay que producir para satisfacer necesidades del consumidor, se debe ser eficiente en la producción para poder competir y es necesario producir bienes de alto valor agregado para acumular riqueza colectiva. Villamil conocía que estos principios habían sido los cimientos de la prosperidad anteriormente en Holanda e Inglaterra y en aquellos momentos, en Estados Unidos. Villamil termina su larga exposición mencionando que él es beneficiario del reglamento y que hablando varios idiomas se encuentra en posición ventajosa respecto de los demás, pero considera que es injusto para toda la clase de comerciantes: ” …deseo el bien de la provincia, sí prefiero el interés público al mío propio…” Propone eliminar aquellos artículos que atentan con la competencia y libre comercio, sólo así los precios podrán disminuir y el pueblo prosperar.
- 25 de noviembre, 2013
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