Un mal invitado
Washington. - Confieso que soy un mal invitado. Me invitaron cordial y amablemente a la elegante cena de gala que el presidente Barack Obama ofreció al mandatario mexicano, Felipe Calderón, en la Casa Blanca. En agradecimiento, debería hablar sólo cosas positivas de los dos líderes. Pero no puedo.
En una costumbre de décadas, tras levantarme suelo revisar las últimas noticias en México y Estados Unidos. Tengo el privilegio de portar pasaportes de ambos países y de sentir que no tengo que escoger entre uno y otro.
Nací en la ciudad de México y mis hijos en Miami. La primera mitad de mi vida la viví allá y la otra aquí. El noticiero que hago en Estados Unidos lo ve mi mamá en su recámara de la capital mexicana. Vivo, virtualmente, en dos países. Soy, orgullosamente, de las dos naciones.
Por lo anterior, las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos no son algo abstracto para mí. Son mi vida. Vivo brincando la frontera de un lado al otro. Más bien, soy un puente.
Y por eso me duele tanto darme cuenta que algunos de los principales problemas de ambos países podrían resolverse con un poquito más de cooperación y creatividad, y con un poquito menos de patriotismo.
Veamos, por ejemplo, el problema de la terrible violencia en México. Más de 22 mil personas han muerto en crímenes vinculados al narcotráfico desde que Calderón llegó a la presidencia en el 2006, según cifras del propio gobierno. Y cada día secuestran a 7 personas en promedio de acuerdo a cálculos de la Comisión de Derechos Humanos.
De hecho, la visita de Calderón a Washington se vio opacada por el secuestro en México del ex candidato presidencial Diego Fernández de Cevallos. El presidente mexicano evitó hablar del tema. Pero es tan grave como si en Estados Unidos hubieran secuestrado a John McCain o a John Kerry.
El crimen no es un problema de percepción, como lo ha tratado de vender Calderón. México es muy peligroso. Las comparaciones del México actual con la Colombia de los años 90 son apropiadas. Es la pérdida del control del gobierno ante los narcos y criminales. Ellos mandan, el gobierno reacciona.
En México hay narcotráfico porque en Estados Unidos hay consumidores de drogas. Los programas de cooperación bilateral no han sido efectivos. El narcotráfico es un negocio. Entonces hay que enfrentarlo, no sólo con el ejército, sino con inteligencia. Literalmente. Más espionaje, cortando el lavado de dinero en los dos países y parando el tráfico de armas del norte al sur. Y más de lo mismo, como hasta ahora, no va a servir.
Con el polémico asunto de la migración, también falta mucho. Ya no se habla de un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos (como ocurrió durante el sexenio de Vicente Fox). Estados Unidos sacó a México de la ecuación y pretende resolver el problema solo. Eso es absurdo.
La gran mayoría de los 11 o 12 millones de indocumentados en Estados Unidos son mexicanos. Y todos los días siguen llegando. Tan pronto sea evidente una recuperación económica en Estados Unidos, pronostico una nueva y muy significativa ola migratoria hacia el norte. Estados Unidos no está preparado para recibirla.
Este tampoco es un problema que se resuelve por la fuerza. La nueva ley antiimigrante en Arizona, con sus tintes racistas –¿me pedirían mi identificación en Phoenix o Tucson sólo por mi piel morena o por hablar inglés con acento?– no es la manera de resolver el problema.
La inmigración de mexicanos hacia Estados Unidos es, esencialmente, un problema económico que requiere una solución económica. Mientras haya mexicanos sin empleo o ganando 5 dólares al día, y trabajos para ellos en Estados Unidos donde ganan 10 o 20 veces más, seguirán viniendo.
Sólo un acuerdo migratorio realista entre México y Estados Unidos (que permita un flujo legal, continuo y ordenado de mexicanos al norte de su frontera) puede atacar de raíz y a largo plazo este problema. Pero ni siquiera lo discutieron Obama y Calderón.
o quiero ser desagradecido. La comida del chef Rick Bayless (del restaurante Topolobampo de Chicago) fue exquisita. El show de Beyonce fue íntimo y espectacular. El presidente Obama me saludó afectuosamente, a pesar de que siempre le recuerdo sobre la promesa que les hizo a los hispanos de una propuesta migratoria en su primer año de gobierno. Y Calderón me dio la mano con una sonrisa y me dijo que, ahora sí, me va a dar una entrevista. (A ver si es cierto.)
Pero hay que decir las cosas tal y como son. Calderón vino y se fue y todo sigue igual. Siguen matando gente en México, el "jefe Diego'' no aparece y en Arizona corres un mayor riesgo de ser detenido por la policía si eres mexicano o latino. Gracias por la cena pero…
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