La libertad
Se suele considerar a la libertad como uno de los derechos individuales.
Fue John Locke quien en el siglo XVII publicó un escrito sobre el gobierno civil, aduciendo que su razón de ser, era la de garantizar la vida, la libertad y la propiedad de los habitantes de esa nación. En su doctrina, los tres ocupaban planos iguales. Esta teoría se popularizó y es la que más tarde derivó, en lo que hoy denominamos “derechos humanos”.
Sin embargo, tras observar cómo funcionan las cosas en el mundo real, nos entran grandes dudas acerca de que realmente sea así. Es decir, que la naturaleza de los tres derechos mencionados sea la misma.
A raíz de esa inquietud, también nos preguntamos si no será por ese error conceptual, que los gobiernos con sus tentáculos exprimen de mil modos diferentes a sus ciudadanos. Y con preocupación observamos como la tendencia –impulsada por la naciones supuestamente más desarrolladas- es la de obviar la descentralización territorial y marchar hacia un gobierno mundial, del cual nadie pueda escapar.
Para los que ven con agrado esa perspectiva, es bueno que tengan presente, que ése ha sido el sueño dorado de los más sanguinarios dictadores de la historia.
A nuestro entender, la “libertad” es el sustrato que hace posible que los derechos individuales germinen y florezcan. En consecuencia, no está en el mismo plano de relevancia sino que vendría a ser la condición sine qua non que permitiría la existencia de todos los demás. Desde esa perspectiva, vendría a ser anterior a ellos. De lo que se deduce que ningún tipo de soberanía –incluida la popular- tiene potestad sobre ella, ya que nadie puede disponer de aquello que no le pertenece. Por lo tanto, quedaría bloqueada la posibilidad de que en nombre de los “derechos sociales” las autoridades, aunque sean democráticamente electas, mutilen o aniquilen la libertad personal.
El concepto de “individualismo”, es decir, la persona como dueña de sí misma, es algo que contemporáneamente está muy desvalorizado. Se suele creer que cualquier forma de “socialismo” es un progreso, tanto desde el punto de vista social como moral.
Nada más lejos de la verdad. La idea de la libertad personal es lo nuevo, lo moderno. En el pasado, el individuo se “disolvía” en la comunidad. La persona, su vida, su felicidad, su bienestar, eran irrelevantes; la tribu, el clan, lo eran todo.
El sociólogo Émile Durkheim (1858-1917) realizó un estudio comparado entre las sociedades primitivas y las modernas. Descubrió que en las primeras, no existía casi división del trabajo razón por la cual, las llamó “segmentadas”. Es decir, que cada familia era tan solo un “segmento” dentro del grupo. Los miembros no se diferenciaban unos de otros. Al nacer, el destino de cada quien ya estaba decidido de antemano: si era mujer, a cuidar los niños y cocinar; si era hombre, a cazar, pescar y guerrear. A raíz de estas características, Durkheim describe a la solidaridad entre los miembros de esa comunidad como “mecánica”. Además, la moral colectiva envolvía por completo a las personas, no había espacio para cuestionar las reglas del grupo. El que se atrevía a hacerlo, pagaba con el exilio –que significaba la muerte- su osadía.
En cambio, en las modernas fue la libertad económica la que permitió una mayor división del trabajo. En este tipo de sociedades, según el grado de autonomía individual que haya, los sujetos se diferencian unos de otros y va surgiendo la individualidad. Al nacer, las personas no tienen su destino predeterminado. Sólo en esas condiciones es posible que el espíritu crítico y la fortaleza del carácter para cuestionar las reglas sociales imperantes, se desarrolle en el individuo. Y además, la solidaridad entre los diferentes miembros de esa sociedad es voluntaria, por lo cual, tiene sentido moral.
Sólo con el desarrollo de la individualidad, efecto visible de la libertad, los hombres son capaces de reaccionar frente a las violaciones de los derechos humanos, de intermediar para defender a las víctimas de las dictaduras o los genocidios, de socorrer espontáneamente a los perjudicados por los desastres naturales. Hasta el altruismo es un sentimiento que deriva de la autonomía para llevar nuestras vidas según el modo que mejor nos parezca. ¿Por qué? Porque la prosperidad económica es hija de la creatividad y la innovación, o sea, el hacer las cosas de un modo diferente a como lo venían haciendo los demás. Y sólo si somos dueños del fruto de nuestro trabajo, estamos en condiciones reales de dar rienda suelta a nuestros sentimientos humanitarios.
En consecuencia, los diferentes socialismos (llámense comunismo o “Estado Benefactor”) no son un avance social ni económico ni moral; por el contrario, son un lamentable retroceso desde cualquier punto de vista que se le considere. Le pedimos al lector que se detenga un momento a considerar, si no será verdad que cuánto más colectivizada está una sociedad, mayor es la similitud entre todos los habitantes y menor la fuerza del ciudadano común para defenderse de los abusos de las autoridades.
Y ahora, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), apodada el “club de los países ricos” parece decidida a imponer un gobierno mundial. Sus relacionistas públicos afirman que la misión de esta institución es la de maximizar su crecimiento económico y ayudar al desarrollo de los países no miembros. Pero la verdad es que cada vez más, la OCDE se está transformando es una agencia para que los gobiernos intercambien información sobre sus ciudadanos, para homogenizar políticas opresivas e impedir que nadie pueda escapar de sus tentáculos exprimidores.
Ajustándose a las pautas dictadas por estos potenciales dictadores a escala mundial, este lunes el Ministro de Economía del Uruguay, informó que el Poder Ejecutivo presentará un proyecto de ley para que los depósitos de uruguayos en el exterior, también deban pagar el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) al igual que los nacionales. Otra de las modificaciones implica la flexibilización del secreto bancario. La Dirección General de Impositiva (DGI) podrá solicitar a la Justicia el levantamiento del secreto bancario para un contribuyente en particular. Será el juez el encargado de habilitarlo, pero ahora también lo podrá pedir la DGI. El ministro declaró, que con esta ley se busca poner a nuestro país a resguardo de sanciones como las tristemente famosas “lista negra o gris” de la OCDE .
Asimismo, el jerarca explicó que esta iniciativa está inspirada en la modificación a la legislación en esta materia que realizó Chile recientemente. Y añadió, que “Estamos ajustándonos a prácticas recientes y permiten despejar toda duda respecto a la calidad de nuestra administración tributaria y la cooperación internacional. Se termina todo tema referido a listas en los que el país pudo haber sido incluido”.
La soberanía individual sólo sobrevive si hay descentralización política. Si la intromisión estatal en la vida y la privacidad de las personas es considerada un mal a evitar a toda costa. Si no se permite que la ley sea la “voluntad del legislador” sino tan solo normas de recta conducta, abstractas, aplicables a todos por igual en cualquier circunstancia.
Si permitimos que la libertad individual y sus fueros languidezcan, como efecto inevitable, también veremos sucumbir todos los demás derechos humanos. Y la vida y la dignidad de las personas… no valdrán nada.
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