Los electores de Colombia ponderan dos futuros distintos
(Puede verse también ¿Les falta un tornillo a los colombianos? por Alvaro Vargas Llosa)
BOGOTÁ, Colombia—El presidente Álvaro Uribe, un hacendado de carácter firme transformó a Colombia durante los últimos ocho años al adoptar una política más dura contra la guerrilla que ha desestabilizado a este país andino durante décadas.
Ahora, cuando los colombianos acudan a las urnas el domingo para elegir al sucesor de Uribe, tendrán por delante una difícil decisión: optar por un candidato con un estilo tan recio como el de Uribe que promete terminar la labor que este comenzó o un filósofo que promete limpiar la política colombiana y concentrarse en temas como la educación.
En un lado está Juan Manuel Santos, el candidato del Partido de la U de Uribe, y quien se desempeñó como ministro de Defensa de Uribe. Santos, que es visto como una opción segura, es un miembro de la clase política tradicional de Colombia, es el tátara sobrino de un ex presidente y es primo de Francisco Santos, el vicepresidente de Uribe. Hasta hace poco, su familia era propietaria de El Tiempo, el diario más poderoso del país.
En el otro lado se encuentra el candidato del Partido Verde Antanas Mockus, un filósofo transformado en político que ocupó la alcaldía de Bogotá por dos términos y que usa una barba tipo profeta. Mockus inspira a muchos colombianos quienes le atribuyen el haber instaurado un nuevo sentido de civilidad y haber reducido el crimen en Bogotá, cuando ganó la alcaldía en 1995. Pero algunos se preguntan si el excéntrico Mockus, que alguna vez se bañó con su esposa frente a las cámaras de TV para mostrarles a los ciudadanos cómo ahorrar agua, puede manejar al duro reparto de personajes que aún ronda en las selvas colombianas.
Ambos candidatos son pro Estados Unidos, apoyan las políticas de libre mercado y se han comprometido a continuar la ofensiva contra la insurgencia más antigua y grande del continente, Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que aunque debilitadas, aún cuentan con cerca de 8.000 combatientes.
Hasta hace poco, Santos el heredero natural de un presidente inmensamente popular, parecía imbatible. Pero Mockus subió en las encuestas y ahora están cabeza a cabeza. Si ninguno obtiene más del 50% de los votos el domingo, algo que es muy probable, las encuestas muestran una elección igual de cerrada en la segunda vuelta, fijada para junio.
María José Ramírez, una alta ejecutiva de la Bolsa de Bogotá, está dividida entre los dos candidatos pero se inclina hacia Mockus. La razón, explica, es que si Colombia quiere recobrar el equilibrio después de décadas de violencia necesita más yin, el concepto filosófico chino ligado a los valores femeninos, y menos yang, el relacionado a los valores masculinos. "En Colombia hemos tenido yang, yang, yang", señala. "Necesitamos menos yang y un poco de más yin". Ramírez reconoce, de todos modos, que la idea de que Mockus asuma la presidencia "me asusta".
Los colombianos se preguntan, por ejemplo, cómo Mockus manejaría al volátil presidente de la vecina Venezuela, Hugo Chávez, un aliado de las FARC que ha cerrado la frontera entre los dos países, una medida que le ha costado a Colombia miles de millones de dólares en comercio y empleos perdidos.
"Voy a votar por Santos", dice Sarah Restrepo, una estudiante de 19 años de Medellín. "Mockus es muy inteligente. Cree en la educación y una mayor igualdad, pero si no se tiene seguridad, el resto no vale nada".
Como alcalde, Mockus se granjeó una reputación de honestidad intachable. Usando lo que sólo puede ser descrito como arte conceptual político, además de una buena administración, pudo transformar a la cultura de violencia e ilegalidad de Bogotá.
Debido a que muchos de los asesinatos en Bogotá se presentaban por peleas callejeras entre personas embriagadas, Mockus forzó a los bares de la ciudad a cerrar a la 1 a.m., una medida muy impopular. Él llamó a esta medida "la Ley Zanahoria". Para lograr que la gente sacara su agresión sin derramar sangre, Mockus creó un centro dirigido por psicólogos donde los bogotanos que se sintieran ofendidos pudieran desahogarse golpeando muñecos inflables.
A la vez, Mockus también cuadruplicó los gastos en la policía, modernizando sus equipos y contratando más uniformados. Para el momento en que cumplió su segundo mandato en 2003, la tasa de asesinatos de la ciudad había caído de 80 por 100.000 habitantes en 1995 a 23 por 100.000 habitantes.
El auge de Mockus en parte se debe a los escándalos de Uribe. En 2008, los medios colombianos descubrieron que soldados habían asesinado a 16 personas pobres y los habían vestido como guerrilleros para obtener ascensos y ventajas. El escándalo rápidamente se amplió para incluir más de 2.000 muertes sospechosas de civiles. Más de 100 soldados y oficiales están en prisión o están siendo investigados.
El escándalo afectó a Santos, que en su calidad de ministro de Defensa de Uribe ha supervisado la modernización del ejército colombiano y presidido sobre muchos de sus éxitos, como el rescate de 15 secuestrados por las FARC en 2008.
Fuentes militares dicen que Santos hizo presión para que se respetaran los derechos humanos, introduciendo nuevas regulaciones para cambiar una mentalidad que daba prioridad al "número de abatidos", al ofrecer más recompensas a los soldados que capturaran a guerrilleros o lograran que se desmovilizaran en vez de abatirlos en combate. Santos también dio de baja a 27 oficiales, incluyendo tres generales.
"Me partió el corazón", dijo Santos en una entrevista. "En vez de una campaña negativa, esto debería recordarle a la gente de Colombia cómo actué en forma positiva y que eso será algo valioso cuando sea presidente".
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