El alto costo de hacer las monedas de EE.UU. más baratas
Al gobierno estadounidense le cuesta hasta nueve centavos hacer un níquel (diez centavos), y un penique (un centavo) casi dos centavos. Así que, además de reformar a las grandes firmas financieras, el presidente Barack Obama quiere hacer pequeños cambios al cambio.
El plan del presidente para ahorrar dinero haciendo monedas con material más barato parece fácil a simple vista. Pero la historia muestra que reabriría un debate emocional entre los estadounidenses que temen que cambiar la composición de su moneda afectará su valor.
Como muchas otras cosas producidas en Washington, las monedas estadounidenses no son lo que parecen. Un penique es una ficha hecha principalmente de zinc recubierta de cobre. El níquel contiene más cobre que níquel. Y ninguna moneda contiene plata.
Las fuerzas del mercado, y no los precios de los metales, determinan el valor de las monedas del país. Aún así, los estadounidenses insisten, en sitios web como coinflation.com, en seguir el valor del metal en sus monedas.
"La gente cree que aún tenemos algún tipo de estándar de metales preciosos", dice Rod Gillis, educador de la Asociación Numismática de Estados Unidos.
En un momento en el que la Casa Blanca busca maneras de recortar los gastos gubernamentales, "hacer monedas de materiales más baratos podría ahorrar más de US$100 millones al año, algo que no es precisamente dinero suelto", dice Dan Tangherlini, el director financiero del Departamento del Tesoro.
El gobierno no ha dicho qué nuevos materiales usaría en las monedas. Muchos expertos dicen que crear monedas no metálicas tendría el mismo éxito que un níquel de madera. Aún así, a la porcelana industrial —con un microchip de identificación añadido— se la considera como una posibilidad remota. Un candidato más probable: una aleación de aluminio, usada por otros países para hacer monedas. No obstante, cualquier cambio será probablemente polémico.
Gillis ya se pasa una buena parte de su día en la asociación de coleccionistas de monedas respondiendo a las llamadas de los estadounidenses preocupados por que la administración Obama les confisque sus monedas de oro para apuntalar la economía.
Ninguna otra nación estable ha cambiado tan infrecuentemente el contenido del metal en su acuñación. La escasez durante la Segunda Guerra Mundial propició la creación del penique de acero en 1943. La Casa de la Moneda de EE.UU. volvió al cobre un año después, incluso a pesar de que se vio obligada a fundir casquillos de bala usados. La composición del níquel se ha mantenido sin cambios desde que se puso un retrato de Thomas Jefferson en la moneda en 1938, de nuevo con la excepción de la Segunda Guerra Mundial, cuando durante un breve período se añadió plata, ya que se necesita níquel para la producción de armamento.
En 1974, con los precios del cobre muy altos, el presidente Richard Nixon sugirió hacer el penique con aluminio más ligero y barato. Los vendedores de máquinas expendedoras y el público se mostraron horrorizados. El plan pasó al olvido cuando Nixon dimitió ese año.
En 1981, la administración Reagan propuso hacer el penique con zinc. El Consejo de Fabricantes de Cobre y Latón presentó una demanda, alegando que el plan dejaría al gobierno estadounidense a merced de los caprichos de las mineras de zinc extranjeras (la mayor parte del zinc usado en EE.UU. proviene de Canadá). El gobierno tardó dos años en hacer un lanzamiento completo del centavo de zinc recubierto de cobre.
Hasta ahora, unos 10 grupos de intereses especiales dicen que están siguiendo de cerca la propuesta de acuñación de Obama. "Esto necesita una acción más coordinada que si la Casa de la Moneda dice simplemente: ¡Vamos a hacerla barata", dice Ute Wartenberg Kagan, director ejecutivo de la Sociedad Numismática de EE.UU, en Nueva York.
Kagan, nacido en Alemania, recuerda las fichas del metro y las monedas hechas de plástico o de metal oxidado de la época comunista. "Dinero de juguete", dice. "¿Es digno de un país como EE.UU. tener este tipo de monedas?".
Los autoservicios de lavanderías y los fabricantes de máquinas dispensadoras también están listos para entrar en la polémica. Sus máquinas reconocen el tamaño, el peso y el contenido de aleación de las actuales monedas estadounidenses, por lo que cualquier cambio podría obligarles a hacer costosas modificaciones o sustituciones de maquinaria.
"Todos somos contribuyentes, y todos estamos a favor de ser capaces de acuñar monedas a un costo más razonable", dice Brian Wallace, presidente de la Asociación de Autoservicios de Lavanderías. "Pero queremos asegurarnos que no haya consecuencias inesperadas que puedan impactar considerablemente en el propietario de un pequeño negocio durante una recesión".
Algunos grupos temen que las monedas más baratas conduzcan a una ola de falsificaciones. El falsificador convicto Frank Abagnale se ríe de la idea. "La gente falsificaría antes fichas de casino que monedas estadounidenses", dice Abagnale, quien asesora a gobiernos y compañías sobre cómo evitar fraudes y falsificaciones.
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