Argentina: Por qué el Gobierno quiere frenar las importaciones
Frente a un escenario económico cada vez más complicado, los Kirchner están comenzando a dar manotazos de ahogados.
Los problemas en el comercio bilateral primero comenzaron con China. A las restricciones a las importaciones desde el gigante asiático le siguieron luego las de la Unión Europea y, ahora, las de Brasil. El argumento superficial siempre es el mismo: no hemos establecido ninguna restricción, pero vamos a defender las fuentes de trabajo en la Argentina. ¿Es que el mundo se ha complotado para exportar sus productos a nuestro país, que representa apenas el 0,4% del comercio internacional, haciendo dumping? ¿Los europeos, los chinos y brasileños hicieron una reunión secreta para inundar con sus productos el “gigantesco” mercado argentino? Sólo en una mente afiebrada puede caber semejante argumentación.
¿Qué problema se ha generado que estamos teniendo inconvenientes con nuestros principales socios comerciales? Más allá de la psicología, hay algunos datos relevantes para tratar de entender esta nueva complicación que inventó el matrimonio. Veamos qué está pasando.
Para seguir el análisis, hay que tener en claro que el mercado de cambios está compuesto de la siguiente manera: la demanda de divisas proviene de los importadores y de los que giran capitales al exterior por diferentes razones, la oferta está compuesta por los exportadores y los que ingresan capitales.
Supongamos, primero, que no hay ni ingreso ni fuga de capitales. Bajo este supuesto, el mercado de cambios va a estar determinado por el saldo de balance comercial, es decir las exportaciones menos las importaciones. Si el saldo es positivo no habrá presiones cambiarias al alza, pero si es negativo sí las puede haber.
El saldo de balance comercial en la Argentina viene siendo positivo desde hace varios años atrás y, desde el tercer trimestre de 2007, los movimientos de capitales muestran fuertes fugas al exterior, aunque con algunos trimestres de interrupciones. Por ejemplo, en el primer trimestre de este año, de acuerdo a los datos del Banco Central (BCRA), se fugaron U$S 3.800 millones luego de la transitoria calma del último trimestre de 2009. Entre el tercer trimestre de 2007 y el último de 2009, la fuga de capitales fue de U$S 45.800 millones. ¿Por qué no se disparó el tipo de cambio ante semejante fuga de capitales? Porque el saldo de balance comercial, en el mismo período, fue positivo en U$S 35.240 millones. Es decir, gran parte de la fuga de capitales fue financiada con el saldo positivo del balance comercial y la diferencia con ventas a futuro del BCRA.
El problema que parece estar afrontando el Gobierno hoy es que las exportaciones ya no crecen al mismo ritmo que las importaciones y el saldo comercial tiende a achicarse, mientras la fuga de capitales del primer trimestre tendió a acelerarse. En el primer cuatrimestre de este año las exportaciones subieron sólo el 13% respecto al primer y recesivo primer trimestre de 2009, mientras que las importaciones subieron el 37%. Además, los datos revelan que las importaciones se aceleran: en enero de 2010 subieron un 16% (siempre respecto al mismo mes del año anterior); en febrero aumentaron un 30%; en marzo, 52%; y en abril, un 48%. En los mismos meses el crecimiento de las exportaciones fue positivo en: 19%, 3%, 11% y 19%, respectivamente.
¿Por qué las importaciones están subiendo más que las exportaciones? El supuesto mayor consumo (tema que da para otra nota) no fue tan determinante porque, según el INDEC, el aumento de bienes de consumo fue de sólo el 20% contra, por ejemplo, el 50% de incremento en combustibles y lubricantes gracias a la irracional política energética. Además, el aumento absoluto de bienes de consumo fue de U$S 300 millones en el primer cuatrimestre. Nada que pueda mover significativamente el amperímetro cambiario.
¿Entonces? La respuesta hay que buscarla por el tipo de cambio. Desde hace rato sostengo que la emisión monetaria llevada a cabo por el BCRA, primero bajo la dirección de Martín Redrado y ahora con Mercedes Marcó del Pont, está generando un agudo proceso inflacionario que se comió la devaluación de 2002. El matrimonio pudo evitar una nueva devaluación y mantener el tipo de cambio en niveles cercanos a los 3 pesos durante bastante tiempo gracias a que el dólar se devaluaba frente al real y al euro. Los brasileños tenían que poner cada vez menos reales por cada dólar que compraban y los europeos, menos euros. Es decir, el resto del mundo devaluaba por Argentina. Por ejemplo, en 2003 el real llegó a 3,50 reales por dólar y luego fue bajando hasta tocar un piso de 1,57 reales por dólar. Algo parecido ocurrió con el euro. En 2003 los europeos recibían 1,14 dólares por cada euro que entregaban, pero llegaron a casi 1,58 dólares por euro. Esto favorecía las exportaciones argentinas. Ahora, en cambio, los brasileños tienen que poner 1,84 reales por cada dólar (en el último mes el real se devaluó casi un 6% frente al dólar) y los europeos reciben 1,22 euros por cada dólar. Puesto de otra manera, el viento de cola se ha transformado en viento de frente en materia cambiaria.
Hay dos variables que seguramente el Gobierno intentará mantener ancladas para evitar una mayor estampida inflacionaria. Una son las tarifas de los servicios públicos y la otra el tipo de cambio. Las primeras, por ahora, las mantienen congeladas dejándole el problema al próximo gobierno. La otra es más complicada, porque se presentan dos problemas. En primer lugar, porque la cortina de humo de la devaluación de 2002 que disimulaba nuestras ineficiencias estructurales se evaporó por la inflación y, además, porque el dólar se recupera frente al euro y el real. Segundo, porque al desaparecer el tipo de cambio “competitivo” y con las otras monedas devaluándose, el saldo comercial es más chico y la fuga de capitales puede no llegar a financiarse con ese saldo. Esto obligaría al BCRA a vender reservas para contener la suba si la gente sale a comprar cada vez más dólares. Una forma de hacerlo es, por ejemplo, guardando la soja en los silos bolsa y vendiendo a medida que los productores vayan necesitando caja.
Mi impresión es que esta restricción a las importaciones que ha llevado a conflictos comerciales con la Unión Europea, Brasil y China es un manotazo de ahogado que dio el Gobierno para ampliar el saldo comercial al disminuir forzadamente las importaciones. Ya que las exportaciones no crecen como esperaban, lo que hacen es bajar las importaciones para poder financiar la fuga de capitales. Porque recordemos que el BCRA no tiene las reservas propias que dice tener y, encima, parte de esas reservas las quiere usar para financiar la fiesta de consumo interno. En síntesis: como no tienen tanta pólvora en la santa bárbara para financiar la fiesta y frenar una fuga de capitales, se les ocurrió frenar las importaciones.
Pero como en economía los errores se pagan, recibieron como respuesta del otro lado que iban a frenar las exportaciones argentinas, con lo cual el problema de balance comercial volvía a aparecer porque las menores exportaciones por represalias de los otros países achicarían nuevamente el saldo comercial, con el agravante de generar problemas de actividad en los pocos sectores que manos o menos zafan exportando.
Lo que no parece entender el matrimonio es que uno puede hacer una fiesta artificial de consumo durante un tiempo y luego dejarle la cuenta al que viene atrás. Pero es suicidarse políticamente hacer la fiesta de consumo y, encima, querer mantenerse en el poder en forma eterna sin pagar los costos políticos. Lo que le está pasando al matrimonio es que siete años de soberbia terminaron por agotar a la gente, se fue agotando la fiesta de consumo y la cuenta económica a pagar empieza a aparecer en forma de inflación, pobreza, indigencia. Para peor, el mundo ya no manda viento de cola, sino vientos de frente cada vez más intensos.
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