Sobre el “balance Estado-mercado”
Hace unos días, Mario García Lara nos ofrecía en estas páginas ciertas reflexiones, como es su costumbre, serenas y bien sustentadas, sobre este tema del “balance Estado-mercado”. Creo que el análisis de Mario es, por así decirlo, el acostumbrado actualmente en cuanto a este tópico: es de tipo “macro”. Quiero decir que se refiere a una serie de aspectos que, como el problema de las externalidades o el de los bienes públicos, se estiman justificativos de la intervención del Estado en la vida económica.
No soy de los que rechazan de tajo ese tipo de análisis. Creo, más bien por el contrario, que es útil para comprender ciertos problemas económicos y también jurídicos. Sin embargo, estoy convencido de que es una perspectiva incompleta de la realidad y, en esa medida y paradójicamente, también inútil para entender a fondo las cosas como son.
A ver si me explico. Pensemos en un imaginario Martín Vega que, a fuerza de ahorrar, de algo que ha heredado de sus padres y de un crédito que le ha ofrecido una financiera, en condiciones en principio razonables, se plantea la posibilidad de iniciar un negocio. Es decir, Martín se plantea dejar atrás su trabajo asalariado, estable y no mal pagado en una empresa más bien grande y bien establecida, para convertirse en inversor-empresario fabricante de chunches (un nuevo producto cuya demanda Martín piensa que va en pleno ascenso).
¿Qué hace Martín ante ese dilema o encrucijada en su vida? Pues, claro está, se sienta un sábado por la tarde a hacer cálculos, beber café, considerar sus opciones, pensar en los riesgos, beber más café y a hacer más cálculos. Después de 5 ó 6 horas, Martín llega a la siguiente conclusión: “—verificaré con un par de asesores la validez de las premisas que he tomado como base para determinar los costos de organizar mi fábrica de chunches y la exactitud de mis cálculos. Si fueren confirmados, me lanzaré al negocio pues, aun siendo conservador al estimar el precio al que podría mercadear los chunches, las ganancias proyectadas me convienen y convencen a dejar mi empleo, a arriesgar mi pequeño capital, y a asumir la deuda del crédito que me ofrecen”. La clave está, pues, en las ganancias que a Martín le impulsarían a todo eso.
Es así que Martín va y consulta a dos asesores expertos sobre el particular. Recibida la opinión de los expertos, ya todos sabemos el desenlace de esta historia imaginaria: si sus premisas sobre los costos para lanzar su fábrica de chunches se validan, se lanzará a la nueva empresa; de lo contrario, seguirá en su empleo.
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