La ofensiva kircherista contra la prensa
La Constitución de la Nación Argentina -en obvia defensa del principio democrático de la alternancia- dispone que ningún Presidente puede ser reelecto consecutivamente más de una vez. Pero los Kirchner, como cabía esperar, encontraron la forma de pervertir, esto es de pasarle por el costado, esa restricción constitucional contrariando su espíritu y obrar simplemente como si no existiera, rotando sucesivamente la presidencia entre ambos integrantes del matrimonio, de manera de que ambos puedan sucederse eternamente en el timón del país, sin impedimentos legales. Esto, con la extraordinaria ayuda que deriva del Artículo 98 de la Constitución que dispone que si la fórmula más votada en la primera vuelta hubiere obtenido el 40% de los votos y existiere una diferencia mayor de 10 puntos respecto del segundo, no habría segunda vuelta. Con una oposición dividida, esto alimenta el sueño de los Kirchner de procurar eternizarse en el poder. Lo que será muy difícil de conseguir. Pero no imposible.
Pero para esto hace falta algo obvio: poder llegar primeros en las elecciones nacionales del 2011 que se aproximan. Por ello es que, en su ambición de poder, pretenden silenciar – sistemática y prioritariamente- todas las voces de los medios de comunicación masiva que se opongan a su permanencia, tratando de controlarlos, de modo de poder conducir a la opinión pública de las narices.
En materia de comunicación audiovisual, esto es de radio y televisión, lo procuran lograr mediante la reciente sanción de una nueva ley (ya suspendida en sus efectos por una catarata de medidas cautelares dispuesta por distintos jueces todos los cuales han sido inmediatamente denunciados ante el Consejo de la Magistratura con propósitos claramente intimidatorios) en virtud de la cual el Estado se apoderará de nada menos que del 80% del total del llamado “espectro radioeléctrico”, desplazando al sector privado a jugar un rol meramente secundario. Lo que no tiene precedentes en el mundo entero.
En cuanto a la prensa escrita, o gráfica, procuran adueñarse arteramente de la única fábrica de papel de diario de la Argentina. Me refiero a la empresa privada “Papel Prensa”, que (de propiedad de algunos de los principales diarios del país) abastece el 95% del consumo nacional de ese insumo esencial, en un país en el que, por ahora, hay arancel cero para importar papel de diario. Si lo logran, seguramente volverán, como lo hiciera en su momento el propio Juan Domingo Perón, a proveer con mano abierta a los diarios y revistas oficialistas y a cercenar arteramente el abastecimiento de papel a todos aquellos diarios que sean críticos de su accionar. Todos comerán de la mano del Estado, que ya es groseramente selectivo en la asignación de la publicidad oficial, haciendo prueba de aquella frase increíble del propio Juan Domingo Perón, cuando dijera (sincerándose, por cierto) aquello de: “para los amigos todo, para los enemigos, ni justicia”.
En un ambiente signado por la trampa y hostilidad, el gobierno de los Kirchner tiene tres “operadores” principales en esta desgraciada -y peligrosa- estrategia: (i) el Secretario de Comercio, Moreno, que está prioritariamente empeñado en tratar de tomar (de cualquier manera) el control de la aludida “Papel Prensa”, sea como sea, abusando abiertamente de las facultades del poder de policía administrativo; (ii) el extraño periodista que hoy se desempeña como Embajador en los Estados Unidos, Héctor Timerman -al que la prensa porteña tuviera que recordarle recientemente su falta de honestidad ideológica al haber sido nada menos que el director del diario “La Tarde”, un medio desaparecido que estaba al incondicional servicio de la dictadura militar de los años 70- hombre que, en extraña “labor diplomática”, se dedica prioritariamente a “operar” desde Washington, disfrazando de mil maneras los motivos reales de la ofensiva kirchnerista contra los medios de comunicación masiva, o sea del empeño por tratar de controlar la opinión pública, para así lograr eternizarse en el poder de su país, a la manera de su amigo Hugo Chávez; y (iii) el también cuestionado periodista Horacio Verbisky (una suerte de Álvaro García Linera, respecto de los Kirchner) que fuera nada menos que el jefe de la inteligencia de los subversivos que, en la década de los 70, intentaron sin éxito instalar -por la fuerza- en la Argentina una dictadura marxista muy similar a la de Cuba, atentando reiteradamente contra civiles inocentes, en violación de las Convenciones de Ginebra de 1949. Hoy Verbisky, disfrazado de “pope” argentino de la defensa de los derechos humanos, procura activamente legitimar -con su pluma y desde su diario- el andar de corte totalitario del kirchnerismo, como si nadie recordara de donde viene. Como si se hubieran olvidado los atentados perpetrados contra civiles inocentes por la subversión en la década de los 70, que están aún impunes, pese a tratarse de delitos de lesa humanidad cometidos en un conflicto armado interno.
Así están las cosas. La batalla por el control de la opinión pública es abierta y está en pleno. En ella se juega el futuro de la libertad en la Argentina. Mientras muchos argentinos se aprestan, ilusionados, a seguir por televisión las alternativas de su equipo nacional en el mundial de fútbol (a través de la transmisión monopolizada por el Estado, sin publicidad comercial pero con mensajes políticos, a la manera del viejo “pan y circo”) hay algunos que están apretando el acelerador de una marcha que, por el andarivel que transita en dirección al totalitarismo, conduce -en un primer movimiento- hacia el control de la opinión pública. Muy grave, por cierto.
El autor fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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