Fútbol y política
El País, Montevideo
(Puede verse también El Mundial de Fútbol y la pandemia nacionalista por Gabriel Gasave)
Desde José Mujica que cenó con los jugadores hasta Barack Obama que los agasajó en la Casa Blanca, no hay gobernantes indiferentes a la suerte de sus selecciones en el mundial de fútbol de Sudáfrica. Es que, con intensidad variable según los países, cada comunidad proyecta sus esperanzas en su equipo que se convierte así en una suerte de representante del honor y el prestigio nacionales. Sentimiento exagerado, sin duda, pero inevitable, que aflorará pasado mañana cuando el balón eche a rodar en Johannesburgo bajo la mirada -gracias a la Tv- de media Humanidad.
Se explica que ningún gobernante permanezca ajeno a la suerte de su selección que bajará a la cancha en medio de un ritual que sobrepasa al deporte. Banderas nacionales que se izan, himnos nacionales entonados con fervor, Jefes de Estado presentes en los estadios, en fin, una convocatoria a la exaltación del patriotismo no siempre bien canalizada. Lo atestiguan, entre otros casos, los 2.000 muertos en la guerra de Honduras y El Salvador cuarenta años atrás por un lugar en el mundial de México 70, o las recientes tensiones entre irlandeses y franceses por la clasificación de estos últimos con un gol ilícito.
Gobernantes y políticos deben asegurarse de no darle al fútbol más relevancia de la que tiene. Por eso, acertó Mujica cuando les recordó a los celestes que iban a participar "en un juego y no en una guerra", una frase que no excusa el error que cometió -él o sus asesores- al entregarle al capitán Lugano un retrato de Artigas pintado con los colores del Frente Amplio. Sí, es verdad, la política -interna o internacional- siempre está rondando alrededor del fútbol.
Tantas ilusiones se depositan en los resultados futbolísticos que la tentación de utilizarlos es muy grande.
Desde Mussolini en Italia 1934 hasta Videla en Argentina 1978, las dictaduras también se sirvieron de los mundiales para consolidarse. En el caso de Uruguay, como la nafta no daba para un mundial, se organizó un "mundialito" en 1980, un éxito deportivo que el régimen no capitalizó pues venía de fracasar en su intento de plebiscitar una Constitución militarista. De todos modos nuestro país marcó su impronta en el primer mundial, 1930, coincidente con el centenario de su existencia. Después, en 1950, Uruguay tendría otro triunfo, este sí peligroso pues sirvió para edificar mitos como el de que "se puede ganar improvisando" o "ganamos porque fuimos más hombres", dos malos legados de Maracaná que aún pesan en nuestra cultura deportiva y, a veces, en nuestra cultura a secas.
Tan erróneo es creer que las virtudes futbolísticas son "virtudes de la nación" como esa tendencia a extender a toda la comunidad nacional aquellos valores que los jugadores pueden exhibir en el césped como coraje, audacia, virilidad o lealtad. Sobre esta última recuérdese el inaudito asesinato del colombiano Andrés Escobar porque en una jugada infeliz se hizo un gol en contra en el partido con Estados Unidos en el mundial de 1994.
La politización del fútbol con su carga de nacionalismo enfermizo y fanatismo irracional, he ahí dos tentaciones de las cuales conviene estar prevenido en las puertas del mundial.
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
- 16 de junio, 2012
Artículo de blog relacionados
El País, Madrid Hace casi dos décadas Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 83 años)...
12 de junio, 2019El Mundo, Madrid Buenos Aires.- Argentina, que siempre se jactó de tener más...
13 de junio, 2009- 11 de julio, 2019
Por Ana Luisa Herrera El Sentinel Los frustrados atentados terroristas de los últimos...
25 de agosto, 2006