Algo podrido en Dinamarca
La Cátedra Pío Tamayo de la UCV ha planteado un debate acerca de las implicaciones en la crisis actual de la aparición de contenedores de comida descompuesta en diversos puertos del país. El punto de partida es la falta de información oficial, la ausencia de toda rendición de cuentas; pero por otra parte, la impotencia de la ciudadanía que carece de mecanismos para exigir y obtener información consistente, creíble y verificable.
Hay cuatro elementos implicados y el primero de ellos es la corrupción. La ley contra la corrupción prevé (artículo 53) el caso de quienes teniendo a su cargo la administración o custodia de patrimonio público por cualquier causa dieren ocasión a que se “pierdan, deterioren o dañen esos bienes”, penándolos con prisión de 6 meses a 3 años.
Aunque la ley no da una definición precisa de “corrupción”, por el amplio espectro de delitos y faltas que caen bajo esta denominación, en la mente común se combinan la colusión de funcionarios públicos y algún factor económico. De aquí que la atención se dirija al “spread” entre el precio de mercado normal y el depreciado de un alimento descompuesto.
Otra explicación apunta al “spread” cambiario. El negocio no es vender comida sino los dólares preferenciales. Los alimentos serían el pretexto para obtener autorizaciones de divisas. Una vez obtenidas éstas ¿a quién le interesa andar cargando vituallas?
El segundo elemento es la ineficiencia. Desde sus inicios el régimen se ha propuesto el control de la cadena alimentaria, para lo cual, como en muchos otros casos, ha creado un sistema paralelo a las redes existentes de distribución. Al principio fue MERCAL y en vista de sus deficiencias, se creó PDVAL, filial de petróleos de Venezuela. Se supone que llegado el momento de eliminación de las redes privadas, estarían a punto para coger el testigo y tomar el control de la alimentación de la población.
La cobertura ideológica es el mito de la “seguridad alimentaria”, estratagema para meter a los militares en asuntos que no les conciernen. Desde el punto de vista de la doctrina de “seguridad nacional”, cualquier cosa puede convertirse es tema de seguridad de estado. Mediante este distorsión, qué mejor que los alimentos para combertirse un asunto de carácter “estratégico”.
El problema de la mentalidad de seguridad nacional es que por ese camino todo es estratégico y materia de seguridad: la luz, el agua, el teléfono, la televisión, la radio, los puentes y autopistas, (…) las toallas sanitarias y los cosméticos para señoras, todo, y lo realmente difícil es determinar qué no es de seguridad nacional y por tanto estratégico.
El tercer elemento es el crimen organizado, esta vez, a nivel internacional. Desde hace tiempo que se ha denunciado la vinculación, más que de personeros del gobierno, del régimen todo con redes de delincuencia organizada mundial. No es sólo el tráfico de narcóticos, de armas, de personas indocumentadas, de divisas, sino ahora también de alimentos, en medio de una crisis global de aumento de precios en este rubro esencial.
A todas estas, ¿qué es de la vida de Ricardo Fernández Berruecos, el zar de MERCAL? Parece que se lo tragó la tierra. Nadie habla ya de él. No hay un periodista que se le acerque para escuchar su versión de los hechos. Nunca ha dado la cara para explicar cómo es que se pasa de puntal de la revolución a delincuente de lesa patria.
Lo que sí está claro es que de cuatro hermanos que eran, sólo uno estaría preso y que se sepa, el imperio que armaron nunca ha sido desmantelado. Sigue su sede en Panamá, los barcos circulando por el Caribe, cargados de quien sabe qué, en fin, “cuando lo extraordinario que se vuelve cotidiano, hay revolución”.
El cuarto elemento son las FFAA. Son los custodios de las aduanas, pasos fronterizos, puertos y aeropuertos. Es imposible que nada entre o salga de este país legalmente sin la presencia o anuencia de uniformados. Esto entraña una enorme responsabilidad.
Hay que agregar la nacionalización de puertos y aeropuertos, arrebatados a los estados y concentrados bajo el Poder Nacional. Finalmente, se creó una empresa venecubana para administrarlos. La Bolivariana de Puertos S.A. (BPSA), asociada a la cubana Grupo Empresarial de Industria Portuaria (ASPORT).
¿Habrá algo podrido también en La Habana, además de Castro?
PREGUNTAS Y RESPUESTAS. ¿Quién se beneficia de esto? En primer lugar, los gestores del negocio. Los que venden allá alimentos dados por perdidos; quienes los compran aquí con dólares de CADIVI. Rafael Ramírez controla PDVAL; Diosdado Cabello controla los puertos. La familia Castro los controla a ambos.
¿Cómo se relaciona esto con la crisis del país? Por el afán del gobierno de controlar los circuitos de producción y distribución de alimentos, lo que se llama en cubano “amarrar la gente por el estómago”.
En Cuba se siguen haciendo esas manifestaciones masivas a la plaza de la revolución, cuando le complace a los Castro. Aunque se llenan la boca hablando de dignidad, estas son una gran humillación pública, porque la gente no tiene la posibilidad de no ir a los desfiles. Algo así como en Corea del Norte.
La supervivencia de la gente, su trabajo, el futuro, depende del tirano. El control pasa por lo que se puede llevar a la mesa. La postración más absoluta.
¿Por qué no pasa nada, por qué nadie hace nada? De todo lo que se ha podrido en este ex país, parece que se pudrió el nervio del colectivo, de manera que no siente, ni padece y es incapaz de reaccionar ante nada. No importa cuánto se le insulte y se le patee.
Algunos han llegado a decir que los venezolanos hemos desarrollado una mentalidad de rehenes. Estamos sometidos por una banda de forajidos armados, desarrollando ese mecanismo de supervivencia que los psicólogos llaman “el síndrome de Estocolmo”, lo que excluye la posibilidad de decir: “Esto colmo mi paciencia”.
Pero quien sabe. A lo mejor en lo profundo algo podría estar pasando que no se ve en el horizonte. Las evidencias son dos: por un lado, el régimen es completamente inviable, no se puede sostener en el tiempo. Por el otro, este país siempre se ha levantado cuando todo parece perdido.
¿Influye que en la redes de distribución oficial se vendan productos marcados con dos precios, uno “capitalista” y otro, que es la cuarta parte del anterior, “socialista”? Esto es un remedo de la vieja práctica de dumping, que sólo funciona mientras se tenga músculo financiero, para arruinar al competidor; pero no es sostenible en el tiempo. A la larga, alguien tendrá que cubrir las pérdidas y el petróleo cada vez alcanza menos.
Pero el propósito de esta práctica es buscar el involucramiento del populacho, de la multitud. Es muy fácil rematar a precio de gallina flaca mercancías que no le han costado nada a quien las vende. Es un aprovechamiento de cosas provenientes del delito, de manera que en el fondo se busca que todo el mundo se haga cómplice de lo que se sabe que es un robo.
El mecanismo psicológico es embarrar a todos, pues lo que hacen todos no lo hace nadie. Que nadie quede limpio, de manera que no pueda recriminar mañana quien también sacó provecho de la situación. Como los nacional socialistas repartían entre la población “aria” los bienes confiscados a los judíos.
Aunque es una verdad antropológica que desde siempre mediante el asesinato ritual se constituían las confraternidades tribales.
Los crímenes que se cometen en común generan una solidaridad automática entre los implicados. Fidel Castro le dijo así a su camarilla, después de una ola de sangrientos fusilamientos: “Ahora ninguno de nosotros se podrá bajar del bote”.
Aquí la delincuencia campea a sus anchas. La población está a merced de fuerzas militares, paramilitares, policiales y parapoliciales corruptas, implicadas en toda clase de delitos. La inseguridad general se ha elevado a política de Estado.
El rasgo definidor de esta dictadura es la sustitución del imperio de la ley por el imperio del hampa.
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