Obama y la cuestión de la «visión»
Barack Obama no va con lo mundano. Nos fue enviado para hacer cosas más importantes. Quedó de relieve claramente durante su discurso en el Despacho Oval acerca de la marea negra del Golfo. Apenas supo llegar al final de la ordinaria primera mitad: un poco de crítica virulenta a BP, un poco del "Siento vuestro dolor" de imitación clintoniana, algo de recuperación y alivio contable económico. No fue sino hasta el final de su discurso – la parte del no-hay-que-desperdiciar-ninguna-crisis que intentaba aprovechar la devastación de la Costa del Golfo para impulsar el programa de intercambio de emisiones del cambio climático – que Obama aceptó con entusiasmo su tarea.
Obama está por encima de lo ordinario. No está para ser el chapuzas. Él es la figura histórica de talla mundial, el visionario, venido a obligar a descender el nivel de los mares y a sanar el planeta.
¿Cómo? Creando una gloriosa economía verde nueva. ¿Y cómo hará eso exactamente? Desde Washington, por decreto presidencial y repartiendo a manos llenas decenas de miles de millones de dólares. Con la vanidad progresista (y docente) que afirma que el descubrimiento de los avances científicos puede legislarse, Obama propone darnos una nueva economía industrial.
¿Pero no es eso lo que llevamos décadas tratando de hacer con el etanol, que sigue siendo un despilfarro monumental, económicamente inviable y perjudicial de ponerse en marcha para el medio ambiente? Igual que la panacea de ayer, los combustibles sintéticos, en los que Jimmy Carter derrochó miles de millones.
Observe que Obama ya no habla de España, que hasta hace poco citaba repetidamente a causa de sus visionarias subvenciones a una floreciente industria de nuevas energías limpias. Esto se debe a que España, hoy al borde de la ruina, se comprometió a invertir su gasto público catastróficamente hinchado, incluyendo recortes drásticos en los subsidios a su antieconómica industria fotovoltaica.
Hay una razón para que el petróleo sea un combustible duradero. No son, como sugería Obama neciamente, las presiones políticas de las petroleras, sino que es muy desplazable, energético y fácil de utilizar.
Pero esto no impide a Obama pensar que él puede promulgar la existencia de un sustituto superior. Su argumento: Bueno, si podemos poner a un hombre en la luna, ¿por qué esto no?
Al margen de la ironía de que éste, el más desgastado de los clichés, provenga de un presidente que cancela nuestro programa para volver a la luna, es totalmente insensato. Las guerras al cáncer y a la pobreza han sido promocionadas de igual forma. Siguen sin ganarse. ¿Por qué? Debido a que sabemos aterrizar en la luna. Teníamos los conocimientos físicos para hacerlo. Las células oncológicas, en cambio, son mucho más complejas que las ecuaciones de Newton que rigen un aterrizaje lunar. Igualmente desalentadoras son las leyes de la interacción social – aun en el supuesto de que las haya – que sustentan la cultura de la pobreza.
Del mismo modo, no sabemos crear energías renovables a la altura del rendimiento de los combustibles fósiles. En el ínterin, son Obama y sus aliados Demócratas los que, mientras sueñan con tales avances científicos, son remisos a utilizar las tecnologías existentes para reducir nuestra dependencia de las fuentes de crudo exteriores (léase importado) y arriesgadas (léase en aguas profundas) – dependencia doble que Obama denunciaba en el discurso del martes.
"Parte de la razón de que las petroleras perforen a una milla por debajo de la superficie del océano", decía Obama, es "que nos estamos quedando sin lugares en tierra y en aguas poco profundas donde perforar".
¿Que se agotan los lugares en tierra firme? ¿Qué hay de la Reserva Nacional de Vida Salvaje del Ártico o la menos conocida Reserva Nacional del Petróleo – 23 millones de acres en la región North Slope de Alaska, cerca del oleoducto existente, destinados hace casi un siglo a la explotación petrolera – que ha sido clausurada por el gobierno federal?
¿Que se agotan los yacimientos en aguas poco profundas? ¿Qué hay del Océano Pacífico, una masa de agua nada desdeñable, y su vasta costa estadounidense? Lleva tres décadas vetada a la nueva prospección.
No nos hemos quedado sin yacimientos de crudo más seguros y accesibles. Hemos sido expulsados de ellos por los ecologistas. Ellos prefieren soñar en verde.
Obama es el soñador en jefe: Quiere llevarnos a este futuro verde "incluso si no estamos seguros del aspecto que tiene exactamente. Incluso si no sabemos aún con precisión cómo llegamos allí". He aquí el trato: Impuesto a las emisiones, gastar billones y poner al gobierno al frente del sector energético de la economía – y él le conducirá a no sabe dónde, a través de una senda que no conoce.
Es por eso que el discurso del martes fue recibido con tal consternación. Estaba totalmente desligado de la realidad. El Golfo chorrea, y el presidente está hablando de misteriosos caminos a destinos desconocidos. Eso hace las veces de visión, y la visión es cosa de Obama. Desde luego es mejor que sanear playas.
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