El ultraje a la libertad
Tan graves y corrosivos son los zarpazos a la libertad de expresión, como la jactancia oficial de que nunca antes Venezuela había “disfrutado” de tanta libertad informativa como ahora. Es el insulto a la herida, o el desprecio absoluto por un derecho capital de la cultura democrática de los venezolanos.
Así, la condena penal y la escandalosa “inhabilitación profesional” del periodista Francisco Pancho Pérez, se la presenta como una victoria de la justicia y una reivindicación de la ética periodística. Todo un alarde del mundo al revés de las técnicas goebbelianas, suerte de vademécum de la llamada “hegemonía comunicacional”.
El acosamiento bestial en contra de Globovisión, por otra parte, se disfraza con causas judiciales en cabeza de sus propietarios y con embestidas financieras y mercantiles que, supuestamente, pretextan el asalto definitivo al único canal informativo-independiente del país. Cual capo de mafia, el jefe de la “revolución bolivarista” se lava las manos y al mismo tiempo se las frota ante el botín que tiene por delante.
Se decreta la formalización de una junta de censura que lleva el pomposo nombre de Centro de Estudio Situacional de la Nación (Cessna), para demás señas adscrito al ministerio de la Policía política, y los “periodistas del régimen” se esmeran en justificar lo injustificable invocando, nada menos, a las diversas disposiciones constituciones que expresamente prohíben la censura.
El oficialismo cierra medios; persigue, enjuicia, condena, apresa y exila a periodistas; amenaza diariamente a los factores comunicacionales autónomos, incluyendo a portales digitales; presiona con todas las armas del poder a dueños, directivos, jefes y trabajadores de medios televisivos, radiales, escritos y alternativos, y no satisfecho con todo ello, los voceros del Estado-partido se rasgan las vestiduras proclamando que en ningún otro país del planeta, así con todas sus letras, se respeta tanto el derecho de expresión ciudadana.
Los mercenarios opináticos de medios estatales vituperan con saña a cualquier crítico del desempeño revolucionario, transgrediendo todas las normas vigentes en materia de respeto al nombre, honor y reputación de las personas, y con el mismo descaro aplauden y felicitan las iniciativas partisanas de fiscales y jueces en contra del periodismo libre.
En suma, no sólo se prosigue la ofensiva para intimidar y silenciar a la vocería comunicacional del país democrático, sino que el avasallamiento se pretende imponer en aras de expandir y garantizar las libertades consagradas en la Constitución de 1999, y en la tradición libertaria del periodismo venezolano.
Es el ultraje a la libertad, tal cual el sicario que le dispara el tiro de gracia a la víctima que ya tiene bajo su poder. Esa no es nuestra manera de ser como nación, pero la hegemonía imperante no descansa en su afán de perpetuarse, y no debemos descansar, tampoco, en la lucha por superarla.
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