¿Por qué el software libre?
Libertad Digital, Madrid
Han detenido a los responsables de una empresa dedicada a desarrollar software a medida para pequeñas y medianas empresas por dedicarse a introducir errores programados para saltar en una fecha determinada y así obligar a sus clientes a pagar horas de servicio técnico. Cuando acudían a "solucionar" el problema volvían a programar otro error para otra fecha y de ese modo seguir cobrando. Lo llevaban haciendo desde 1998 y, al parecer, para descubrirlos ha sido necesario un chivatazo, cabe suponer que de alguien de dentro o de un antiguo empleado al que despidieron.
La conclusión a sacar a partir de este caso parece obvia: el software libre, o de código abierto, supone también una gran ventaja para las empresas, sean del tamaño que sean. Si el código está disponible a todo el mundo, resultaría difícil, por no decir imposible, sufrir un timo semejante. Muchos podrán aducir que en su compañía carecen de la capacidad para auditar el código, por más que lo puedan ver. ¿Pero alguien se cree que en una aplicación libre podría incluirse durante doce años un error programado como el que metían estos tíos, pudiendo cualquier programador echarle un ojo en cualquier momento?
Para un sector especialmente ruidoso del mundillo del software libre, esta idea tiene un valor puro y prístino en sí mismo. Sólo se sería realmente libre si se usan aplicaciones libres; esa es la teoría de Richard Stallman quien, no lo olvidemos, es el fundador del movimiento. Para este gurú, la libertad consiste en que en nuestros ordenadores sólo pueda haber lo que él nos dice que es bueno y correcto que haya.
No obstante, el software libre ya se ha introducido en nuestros ordenadores y nuestras vidas por vías mucho más pragmáticas: porque gracias a su modelo de desarrollo funciona bien, y además nos puede ofrecer ese punto de confianza extra de saber que alguien está ahí fuera, observando, cuidando de nosotros. Que nadie va a poder timarnos metiendo errores adrede o tocando de alguna manera el código de los programas que usamos. Cuando algo es bueno, acaba imponiéndose tarde o temprano. Como lo hará Android –o alguna otra plataforma móvil abierta– al iPhone, aunque le lleve unos años.
Daniel Rodríguez Herrera es subdirector de Libertad Digital, editor de Liberalismo.org y Red Liberal y vicepresidente del Instituto Juan de Mariana.
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