Colombia: Un nuevo arranque
El Tiempo, Bogotá
Colombia es hoy un país envidiado. Lo dice, en su columna publicada cada domingo en numerosos diarios, el conocido analista venezolano Moisés Naím. Y es cierto. Tras la fulgurante campaña presidencial, el nuestro es un país envidiado por su madurez democrática. También así lo registran los mejores corresponsales y enviados especiales de la prensa extranjera. Lo que acaba de ocurrir en Colombia no es usual en un continente que, con valiosas excepciones como el caso de Chile, se ha hecho notar por sus estridencias populistas.
La buena imagen captada por la prensa internacional apareció en la primera vuelta. Los debates en televisión revelaron seis aspirantes de muy alto nivel, cualquiera que fuese su ubicación ideológica. Sin agravios ni barata demagogia, sabían exponer muy bien, con matices, con altura y claridad, su pensamiento; algo, por cierto, que no advierto en la propia España, donde las afirmaciones y descalificaciones tajantes de un adversario predominan hoy en el debate político.
En la segunda vuelta, Maite Rico, una gran periodista española enviada por el diario El País, supo pintar a sus lectores el perfil de los dos candidatos finalistas. Perfiles contrapuestos, pero ambos, Juan Manuel Santos y Mockus, de muy alto nivel; tal fue su dictamen. "Ambos -escribió ella- comparten una excelente formación, completada en universidades europeas y estadounidenses, y una vocación de servicio público. En lo demás, por supuesto, difieren.
Pero también sus notorias diferencias contribuyeron a dar una buena imagen de nuestra democracia. Por primera vez naufragaron en el debate electoral colombiano las tribales banderas ideológicas de izquierda y derecha que encierran casi siempre desengaños en los países donde todavía marcan la pauta.
La de Santos y Mockus fue una competencia de otro orden. Enfrentaba realidades presentes y sueños proyectados al futuro. Pragmático, con más perfil de tecnócrata que de caudillo tropical, Santos atrajo una considerable mayoría de electores como sucesor de Uribe y por la confianza que inspira en el manejo político y el de las finanzas públicas y su efecto en el campo del empleo.
Filósofo, pedagogo, honesto, amigo de efectos escénicos, Mockus expresó el sueño legítimo, que hierve en los nuevos sectores de nuestra sociedad, de un cambio de hábitos políticos y de una apuesta como real motor del desarrollo futuro en el campo de la educación. Los tres millones y pico de votos que obtuvo no son nada menospreciables. Los ajenos a nuestro mundo político tradicional tienen ahora su partido.
Desde luego, el gran triunfador de la jornada fue el presidente Uribe. Dentro del país y fuera de él, la vieja izquierda insiste en descalificarlo y enlodar su gestión. Pero los periodistas extranjeros no han pasado por alto los cambios logrados por él y su enorme popularidad. No va a desaparecer de nuestra escena política. Sin embargo, es evidente que Juan Manuel Santos afirmará su propio estilo de gobierno. Tras lo ocurrido en estas elecciones, el panorama del país aparece bajo una luz diferente. En el ámbito local, con el apoyo de un Partido Liberal que tras ocho años sale del desierto de la oposición, Santos juega hoy la carta del consenso. También en el ámbito internacional, con el guiño lanzado desde el primer momento a nuestros vecinos.
La oposición que tendrá no será la injusta y feroz que ha tenido el presidente Uribe, sino de otro orden. Ya lo dijo Mockus: "Apoyaremos lo bueno y nos opondremos a lo malo". Y también, algo muy propio de un profesor: "Podemos ayudarnos a ser mejores". Como sea, con todas estas novedades estamos asistiendo a un nuevo arranque del país, bien visto en el contorno internacional.
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