Isarael: Hombres de sombrero negro
La mayoría de los países del mundo son multiétnicos, e Israel también lo es. Podría creerse que la sociedad israelí es absolutamente homogénea, sin fisuras ni contradicciones internas, pero no es así. Desde su fundación en 1948, sobre el Estado de Israel confluyeron corrientes inmigratorias judías de las más diversas procedencias (de Europa occidental y oriental, de Rusia, de Estados Unidos, de América latina, de la propia Africa). Existe, por otra parte, una diáspora judía desparramada por el mundo que supera con creces la población total de Israel. El pueblo judío es, por lo tanto, multifacético, heterogéneo y contradictorio, que se reconoce en la religión y los rituales, pero que es mayoritariamente laico. La israelí es una sociedad democrática, pluralista y republicana, pero en su interior anidan tensiones que a veces sobrepasan el pluralismo institucional. Es una sociedad dividida, y hay intelectuales y políticos israelíes que no descartan el riesgo de una guerra civil, una hipótesis impensable hasta hace poco tiempo.
Y hay un ejemplo de ese riesgo: en noviembre de 1995 el entonces primer ministro Yitzhak Rabin, héroe de la Guerra de los Seis Días de 1967 y premio Nobel de la Paz, fue asesinado a balazos por la espalda por Yigal Amir, un joven judío ultranacionalista . Pues bien, quienes coinciden en buena parte con el "legado" de Amir hoy ocupan posiciones importantes en la sociedad e incluso en el gobierno israelí. Hay otro ejemplo: hace poco, unos 100.000 judíos ultraortodoxos inundaron las calles de Jerusalén para protestar contra una decisión de la Corte Suprema de Justicia que obligaba a unos padres judíos de origen europeo a inscribir en la escuela a sus hijas junto a alumnas, también judías, de origen árabe o sefaradí. Pero, además, los manifestantes reclamaban la supremacía de la Torá, o sea, del Antiguo Testamento, sobre la ley civil. La rebelión ultraortodoxa afecta, pues, la esencia del Estado, que desde su fundación se define como "judío y democrático".
¿Quiere decir entonces que en Israel está despuntando un fundamentalismo religioso similar al de los ayatollahs iraníes, que proclaman que la Sharia, o sea, la ley religiosa que proviene del Corán, está por encima de las leyes civiles? Son casos diferentes, ya que Israel es un Estado de Derecho, tiene un parlamento elegido por la ciudadanía y leyes que garantizan la libertad de prensa, los derechos y las garantías individuales y la alternancia de diferentes partidos o coaliciones en el gobierno, además de un efectivo pluralismo político y cultural. Los utrarreligiosos judíos no están en el gobierno, aunque tienen una creciente influencia política, son el 20% de la población, son la fuerza dominante en Jerusalén (no así en Tel Aviv, que es un bastión laico) y tienen la más alta tasa de natalidad del país. Son un problema del presente, pero ante todo del futuro. Los hombres de barba, levita y sombreros negros pueden representar una amenaza en la próxima generación, aunque se declaran pacíficos y dicen que sólo exigen "que los dejen tranquilos".
La historia dirá, pero todo lo que ocurre en Medio Oriente es seguido con preocupación e interés en todo el mundo. También en la Argentina, que sufrió en la década del 90 los dos atentados terroristas más grandes de su historia reciente (los de la embajada de Israel y la AMIA), que fueron violaciones flagrantes de nuestra soberanía, pero que también fueron parte del interminable conflicto de Medio Oriente, de una guerra que no tiene fronteras y se libra en todas partes. © LA NACION
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