La globalización y sus enemigos (V)
(Puede verse también las Parte I , II , III y IV de este trabajo)
Cuando un gobierno trata de aliviar una depresión, la mejor estrategia es no intervenir y dejar que los mercados fluyan de forma natural. Solamente sin intromisiones directas, con precios, salarios y negocios liquidándose se dan los ajustes requeridos. Elevar sueldos lo único que provocará es más desempleo, intervenir en los precios promueve acumulación de inventarios y luego la escasez. La acción más sensata que un gobierno debe asumir, es reducir y ajustar su presupuesto para dejar que la economía haga sus propios colados. Sin embargo, lo que se cocinaba era todo lo contrario.
Laissez Faire era algo archivado en los albores de la Gran Depresión de 1929. Sin embargo, en EE.UU. se había establecido un precedente durante la depresión en 1819 cuando la única intervención del gobierno sería facilitar el término de pagos de los deudores en la venta de su tierra. El presidente Van Buren en el pánico de 1837 había activado una estrategia de no intervención con grandes resultados. Pero en el siguiente reparo de la economía en 1920—1921, anunciando lo que unos años después arribaría, el gobierno intervenía pero se permitía una caída libre de los salarios y los gastos del gobierno e impuestos eran reducidos agresivamente, lo cual permitía esa depresión se redujera a sólo un año de duración.
Sin embargo, en esta segunda el activismo del gobierno sería un ingrediente que aportara todos elementos para agravarla. México recién había terminado una revolución que no solo le costara casi el 10% de su población, había destruido la poca riqueza creada en el siglo XIX. Al estallar la Gran Depresión, México era un país totalmente en ruinas y desprestigiado a nivel internacional. Ante los ojos del mundo se rebelaba algo que muy poca gente entendería, entre ellos, don Gilberto; La estrategia Hobbeliana de crear una grave situación provocando la emergencia de algún gran salvador. El Status Quo mundial la utilizaba de forma genial para recuperar el poder perdido en aquel ya lejano periodo de libertad que fuera el XIX y ello, le daría vida a tiranos, demagogos, modernos dictadores de todos gustos y sabores.
La Gran Depresión en México, al igual que en los EE.UU., se utilizaba para cerrar más la pinza del control estatal. El gobierno, totalmente controlado por Calles, aniquilaba la sociedad civil creando una serie de organizaciones totalmente dependientes del estado. El control de Calles era tal que, en las elecciones para gobernador de Sonora en 1930, imponía a su hijo Rodolfo quien, inclusive, no contaba con la edad constitucionalmente requerida puesto que solo tenía 30 años y el requisito era de 35. Hubo un intento de oposición de un grupo que pretendía lanzar a Juan de Dios Bojorquez, pero de inmediato fue ferozmente neutralizado.
El retoño del “jefe máximo”, le daría el país una muestra del nuevo nacionalismo que definiría las políticas de los nuevos gobiernos revolucionarios. Los chinos habían arribado a Sonora para trabajar en la instalación de las redes ferroviarias y habían permanecido en el estado en donde, a base de arduo trabajo, dominaban actividades como el comercio y algunas formas especiales de cultivos agrícolas. El cachorro de Calles iniciaba de inmediato una campaña que culminara con la expulsión de todos los chinos residentes del estado los que, después de meses de hostigamiento, extorsión y vejaciones, lo abandonaban al igual que sus negocios en uno de los capítulos más vergonzosos de nuestra historia.
Rodolfo Elías Calles representaba una segunda generación de revolucionarios que no habían participado en la lucha armada, pero iniciaban la toma del país portando una capirotada ideológica e intereses muy personales que los llevarían a fundamentar el estatismo, el mercantilismo, el nacionalismo, en un cuadro en el que surgían los nuevos empresarios estatistas. Estos herederos revolucionarios, de forma astuta aprovechaban “los cambios” estructurados para edificar grandes fortunas mediante la eliminación de competencia y el monopolio, vía concesiones, prácticamente en todas las actividades económicas del país que ahora controlaba el gobierno federal.
Calles, utilizando su marioneta en la presidencia, pasaría a implementar una segunda ronda de candados para lograr el control total del país. Iniciaba así lo que él mismo bautizó como el periodo “post revolucionario psicológico” mediante el cual, de forma agresiva se enfrentaba a la iglesia en esa lucha por la conciencia de los mexicanos y, en especial, las de jóvenes y niños puesto que, según él, deberían de pertenecer a la revolución. Mediante una reforma del artículo tercero de la constitución, se hacía de las armas para iniciar un movimiento ideológico sin precedentes consolidando la presencia del estado entre todas las clases y grupos de la sociedad mexicana.
De esa forma Calles definía la clase de país que él ambicionaba para los mexicanos. Violando uno de los principios liberales más importantes; la libertad de culto, arremetía contra la iglesia católica en una lucha que dividiría de forma sangrienta a los ya cansados ciudadanos. Su hijo Rodolfo, como gobernador de Sonora, era el ejemplo más claro de lo que sucedía a nivel nacional. Hacia finales de 1932, la mayoría de los templos habían sido clausurados y los sacerdotes operaban en la clandestinidad. Los estandartes religiosos y Guadalupanos fueron sustituidos por mantas de sindicatos y de los “bloques juveniles revolucionarios”, en manifestaciones en las que entonaban La Marsellesa y el himno del trabajo.
El 20 de Noviembre, día de la revolución, fue recordado como el nacimiento de una nueva patria laica y atea. Con los templos clausurados, el gobierno estaba convencido de que el toque de las campanas solo se escucharía para que niños y adultos acudieran a escuchar las doctrinas socialistas de la nueva enseñanza. En esos momentos se dibujaba el futuro del país cuando, de acuerdo con los promotores de esa enseñanza socialista, el estado debía proyectarse hasta la escuela para que los enemigos de la revolución no recuperaran los privilegios. El estado establecía el monopolio de la educación modificando al artículo 30 de la constitución, para que toda la educación fuera impartida “directamente por el estado” rescatando la “doctrina socialista”.
Las cartas de mi tío a mi padre identificaban esta estrategia como la peor agresión en contra de la libertad y el futuro del pueblo de México. Calles, afirmaba don Gilberto, iniciaba ahora la revolución silenciosa para controlar las mentes de los mexicanos del futuro. El capital más valioso de un país, el capital humano, se aprisionaba y se estacionaba para permanecer completamente improductivo durante las siguientes décadas. Pero más grave, se iniciaba el moldeo de un mexicano sumiso, dependiente, sin una sana ambición creando la cultura de la mediocridad.
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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