El canto de la cigarra
SALAMANCA.- “Yo te quiero libre, / libre de verdad, / libre como el sueño / de la libertad”. Estos son los versos de una canción interpretada por su propio autor: Silvio Rodríguez (San Antonio de los Baños, Cuba, 1946). Insignia de la “Nueva Trova Cubana”, se presentó como el defensor de los oprimidos, de los perseguidos, de los explotados, de los que sufren injusticias. Por lo menos eso es lo que canta.
Silvio Rodríguez acaba de finalizar una gira por los Estados Unidos después de lograr una visa que le permitió dar una serie de conciertos que comenzó en Puerto Rico el pasado 20 de mayo y finalizó el miércoles 23 de junio después de haber cantado en Nueva York, San Francisco, Los Angeles, Washington y Orlando. De alguna o de otra manera Barack Obama desea mostrar sus buenas intenciones hacia Cuba mientras esta se niega a recibir cualquier tipo de gesto favorable.
Después de su primer concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, donde se presentó durante dos noches, la televisión lo siguió hasta la calle donde, rodeando a su automóvil, un grupo de cubanos exiliados le esperaba con banderas cubanas y pancartas. Una legión de guardaespaldas trataba de proteger al cantante, quien no podía demostrar su molestia. No estaba acostumbrado a esta clase de reacciones. Los manifestantes no solo le dijeron cosas, sino además le preguntaron su opinión sobre algunos aspectos que se viven actualmente en Cuba. Entre ellas: las Mujeres de Blanco, madres, esposas, novias, hijas, de presos políticos que todos los domingos se manifiestan, en silencio, por las calles de La Habana. Lo símbolos de su protesta: el color del vestido que llevan, el pañuelo atado en la cabeza, ambos absolutamente blancos, y un lirio, también blanco, en una mano. El “trovador”, que tantas veces cantó a la mujer, o mejor dicho a la Mujer, esta vez no tuvo empacho en denostar contra esas mujeres que no tienen ninguna otra arma en sus manos que una flor y una caminata para lograr la libertad de sus maridos, hijos, padres, apresados por motivos políticos.
La reacción no tardó en llegar. Por eso, después de su concierto en Orlando y ante la misma pregunta, se volvió hacia su interrogador, apenas visible atrás de la muralla de guardaespaldas que le protegía (¿por qué un hombre libre y justo puede tener tanto miedo?) “Reconozco el derecho que tienen de hacer esas caminatas. Pero no estoy de acuerdo con sus ideas”. Luego una pregunta inesperada: “¿Por qué no habla con Fidel Castro sobre los presos políticos?”. Silvio Rodríguez respondió: “Yo no hablo con Fidel Castro”. Subió al coche y desapareció atrás de los vidrios oscurecidos. Resulta un tanto difícil creer que el cantante no hable con Fidel Castro, su ex cuñado, ya que estuvo casado, allá por los años setenta, con su hermana Agustina y participara, por lo tanto, de las reuniones familiares íntimas. Hay fotografías en las que aparece sentado al lado de Fidel, todos muy sonrientes. A las puertas de la casa no llamaban todas las necesidades que entonces comenzaba a pasar el pueblo cubano y que se han agravado a extremos de verdadera crueldad en los últimos diez o quince años; concretamente, desde que se desmoronó la Unión Soviética y cesaron las ayudas y las remesas de cinco mil millones de dólares que le entregaba el Kremlin, además de petróleo, además de armas, además de municiones, además de equipo pesado para el ejército, además de asesores, además de becas para los estudiantes cubanos.
Con motivo del lanzamiento de su último disco en La Habana, en la Casa de las Américas, dijo que “Cuba pide a gritos una revisión… Yo creo que este es un momento en que sí, la revolución de la vida nacional, el país pide a gritos una revisión de montones de cosas, desde conceptos hasta instituciones”. Sus declaraciones no fueron recogidas por el diario oficial “Granma” y días después ofreció un concierto en la Plaza de la Revolución como una manera de aplacar el disgusto que había causado.
A la prensa internacional le dijo, refiriéndose a lo que sucede hoy en Cuba: “Conozco todo eso que ha pasado. Sigo teniendo muchas más razones para creer en la revolución que para creer en sus detractores”. Silvio Rodríguez tiene derecho a creer en lo que quiera. Pero que no nos siga mintiendo con sus canciones en las que afirma que “La prisión termina, / la prisión malvada, / pero continúa / la prisión del alma”.
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