La hora de la resaca
El guión estaba escrito entre la Iglesia cubana, la dictadura castrista y el canciller español Miguel Angel Moratinos. El desenlace se firmó de manera distendida en una larga reunión que incluyó la celebración del triunfo de la selección española frente al equipo de Alemania. Nunca sabremos si Raúl Castro hizo sonar la vuvuzela al anticipar un posible cambio de la Unión Europea, con el resto de los presos del Grupo de los 75 a punto de ser liberados como una suerte de trueque a cambio de que se suavicen las sanciones contra su gobierno. Pero tal vez no fue así, porque, a fin de cuentas, en esta ocasión el barritar de los elefantes se lo habían ganado a pulso la disidencia y su batalla por la libertad. Bravo por ellos.
Ya digo. Desde que Moratinos bajó del avión todo estaba cronometrado y la sorpresa estival que había anunciado era el obsequio de unos presos políticos, algo a lo que los Castro están acostumbrados cuando el clamor internacional les obstaculizaba los negocios y alianzas para ir poniendo parches a su maltrecha economía. En esta ocasión los opositores serán liberados escalonadamente y el comunicado del Arzobispado de La Habana deja abierta la puerta para que éstos permanezcan en la Isla o elijan (¿acaso el exilio se elige?) el camino del destierro con sus familias.
Las celdas se desocupan, las Damas de Blanco podrían irse a sus casas con sus maridos, Guillermo Fariñas recobra fuerzas lentamente después de una prolongada huelga de hambre. Algunos rehacen sus vidas en España. Otros probarán suerte en otros países. Yoani Sánchez continúa relatándonos las vicisitudes de la Generación Y en su blog. Las cosas siguen su curso.
Pero tras el vértigo de un guión leído de corrido y sin pausas para no dar tiempo a la improvisación de los actores de este drama, viene la inevitable melancolía de la resaca. Esa desazón del día después y la cabeza bajo nubarrones. Así me imagino los amaneceres de Reina Tamayo junto al retrato de su hijo muerto. Orlando Zapata, tan bravo a la hora de decir basta ya de tanto atropello, tanta golpiza, tanta ignominia. Las mañanas tristes de Doña Alicia Hernández al pie de la cama de un Fariñas desencajado que se ha dejado su salud para dar a conocer al mundo el escándalo de una nación enjaulada y sus disidentes maltratados como perros callejeros. Las alboradas inmóviles de Ariel Sigler Amaya desde su silla de ruedas después de siete años de presidio político sin una mínima atención médica.
No puedo escribirlo mejor que el grandísimo poeta Raúl Rivero cuando en este diario hace poco rememoraba una conversación con Ariel Sigler. Pero ahora, en medio de esta resaca que sabe a flores marchitas, yo también me sumo al homenaje de este hombre que en el pasado era como un roble fuerte y hoy está postrado en un lecho a la espera de que las autoridades cubanas le permitan viajar a un lugar más compasivo donde le proporcionen los cuidados que en su tierra le han negado.
Son días resacosos y Ariel Sigler se quedó descolgado en la gestión que ya estaba amarrada entre el Cardenal, el canciller y el hermano pequeño de Fidel. Nadie, en la animada charla de una reunión que tenía visos de éxito y que contó con el alborozo de un partidazo de fútbol degustando entremeses, pensó en la urgencia de llevarse cuanto antes a este superviviente de la Primavera Negra, hoy paralítico y sin consuelo desde la ventana de su modesta vivienda. Ariel Sigler Amaya, valiente como Oscar Elías Biscet, otro desaparecido desde su encierro que ha sido incluido en una lista de presos que próximamente serán liberados.
on la agudeza que la caracteriza, Yoani propone desde su blog que a su regreso a España Moratinos bien pudo haberse llevado consigo a Raúl y a Fidel, que son los que verdaderamente sobran en el paisaje cubano. Pero eso nunca lo diría el ministro, más preocupado por que la Unión Europea cambie de postura que por exigirle al régimen de La Habana una transición a la democracia.
Cuánto júbilo por los disidentes que muy pronto serán libres. Pero también cuánta pena por los que han muerto y el innecesario sufrimiento de todos estos años. Por la imagen quebrantada de Ariel Sigler Amaya. Miguel Hernández escribió que en un pedazo de carne cabe un hombre. Sólo así se sobrelleva esta agridulce resaca.
(C) Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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