Estado residual
Libertad Digital, Madrid
El siguiente sumario en un artículo de Sami Naïr en El País atrajo mi atención: "La estrategia liberal llama ‘reforma’ a acabar con los restos del estado del bienestar".
Esa llamada estrategia liberal es pura ficción, porque sugiere que los liberales gobiernan el mundo o sus criterios informan las políticas de los que mandan, cuando los que mandan suben los impuestos, que es justo lo contrario de lo que el liberalismo propicia.
Pero aún más disparatado es que don Sami hable de "restos del estado del bienestar". Considerando que los Estados tienen un peso que oscila en torno al 50% del PIB, es decir, son Estados que todos los años arrebatan a sus súbditos la mitad de la riqueza que generan, hablar de eso como si constituyera algo residual no tiene mucho sentido, salvo que, inquietante hipótesis, el señor Naïr crea que un Estado no residual como Dios manda es uno que usurpa la totalidad de los bienes de los ciudadanos.
La lectura del artículo no invita al sosiego. Dice por ejemplo: "La crisis actual provoca una radicalización generalizada de todos los mecanismos de dominación social (competencia, precariedad, exclusión, etc.)". Y no dice ni una palabra del peso del Estado, ni una palabra de la presión fiscal, las regulaciones, las multas. Nada. Igual cree que un Gobierno que acaba de subirles los impuestos a todos los trabajadores y que va a prohibirles hasta fumar en sus bares es un Gobierno liberal, pequeñito, abstencionista y residual.
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